Murales para la integración en Bariloche

El pintor Horacio Ferrari recorre el país pintando murales, junto a los lugareños. Esta vez fue Bariloche.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Un nutrido grupo de artistas plásticos, aprendices y voluntariosos ayudantes poblaron de imágenes los paredones del céntrico pasaje Juramento, en el marco de un proyecto de integración social y embellecimiento urbano que recorre todo el país.

La iniciativa, impulsada por el pintor Horacio Ferrari, dejó su impronta en una decena de pueblos y ciudades de la Patagonia y el noroeste argentino. Y ahora se propone cubrir el resto del territorio nacional sembrando murales en, al menos, una ciudad por provincia.

En la tarea de ponerle arte y color a las paredes de Bariloche participaron artistas jóvenes, integrantes del Hospital Zonal y Salud Mental rionegrina, la agrupación Painamal, el Grupo Encuentro, el Centro de Día «Aluminé», la Fundación Gente Nueva y adolescentes de diferente barrios. «La idea es que todos los participantes se igualen y se integren a través del color» señaló a «Río Negro» el artista.

El «camino de murales» imaginado por Ferrari comenzó hace cuatro años en Cafayate, pasó por Pulmamarca, subió hasta Tilcara y trascendió la frontera nacional para llegar a Aguas Calientes (Perú). Desde allí, saltó a la

ciudad más austral del mundo, Ushuaia, para reiniciar su itinerario de color en la Patagonia.

La mitad de ese tiempo transcurrió en Bariloche donde el proyecto «Camaleón» alumbró más de 20 murales en los barrios y el centro de la ciudad.

En casi todos los casos Ferrari propuso un tema convocante y dejó que sus acompañantes lo interpretaran libremente. En el pasaje Juramento su premisa fue «el oro es innecesario, el agua es fundamental».

«La idea de hacer murales surgió para que sea más popular este asunto de la pintura y como empecé a viajar a los 19 años decidí llevarlos a todo el país» explicó el artista que se formó en el Instituto de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón.

Ferrari bautizó a la mayoría de sus trabajos «hijos de la tierra» y espera que la gente pueda apropiarse de ellos y cuidarlos. «El proyecto no tiene ningún tipo de apoyo oficial y todo se hizo con mucho onda y esfuerzo propio por eso le pedimos a la gente que

cuide los murales», dijo.

El primer mural que pintó en Salta fue borrado a las pocas semanas. La obra que dejó en Puerto Madryn generó una reacción impensada en un grupo marginal que le imprimió una leyenda satánica y le dio la certeza al autor de que su mensaje había calado hondo.

El resto de las pinturas sembradas en Calafate, El Chaltén, Los Antiguos, Lago Puelo, El Bolsón y Coronel Pringles -entre otras localidades a donde lo llevó «el destino»- son cuidadas con celo por los lugareños. «Ya hice la mitad del país y ahora me falta la otra mitad», reseñó.


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