Murgueros y comparsistas: historia de una pasión inexplicable 

Son trabajadores, estudiantes, desocupados, que ensayan todo el año, confeccionan sus trajes y copan las calles por algunas horas.

instrumentos, escriben sus canciones. Son trabajadores, estudiantes, desocupados. Son también niños, adolescentes, jóvenes, adultos. Personas comunes que viven todos los avatares de la vida, gente de barrio; los une una pasión: la murga, la comparsa, la vida que se teje a su alrededor.

Dejan el alma en las calles; todos son iguales, no hay diferencias aunque cada uno mantiene su individualidad y cumple una función. Representan la esencia de los carnavales.

La gente se agolpa para verlos pasar, un espectáculo visual que estremece y alegra. Es el ritmo, el brillo de los trajes, el baile alocado y armónico y el humor que tienen algunos géneros carnavaleros, lo que queda impreso en la gente, y la invita a bailar, a mover el cuerpo, a sumarse al festejo.

«La murga pasa y la gente queda con el pie haciendo pulso en el piso», expresó una vez Tato, murguero porteño de años, que hoy integra la agrupación carnavalera «La flor y nata», reflejando este sentimiento que se mete adentro de uno.

«La murga es conmovedora bajo cualquier aspecto, hasta la peor murga es conmovedora; la ves pasar, desprolija, desalineada, y sigue siendo conmovedora», fue otra de las frases que alguna vez acuñó el «Gallego», director de «Atrevidos por Costumbre», murga de Palermo.

En la comparsa hay también un sentimiento y una alegría interior que invade cada paso, cada movimiento, cada trazo que delinea uno a uno los elementos del vestuario. Y allí donde pasa una comparsa, con sus largos y vistosos desfiles, con su espectacularidad, se vuelve a crear esa magia del carnaval, y encuentra «en el público una respuesta que es total», aseguró Vilma, directora de una comparsa litoraleña de larga data.

Detrás de cada uno de los integrantes de una murga, de una comparsa, el movimiento es impresionante. Hay agrupaciones carnavaleras que llegan a tener hasta 300 o más miembros. Y además está la familia de cada uno, está el barrio, está el pueblo, y todo contribuye a sostener las agrupaciones de carnaval.

Son ellos los que hablan y cuentan lo que sienten. 

Afloran talentos escondidos de un pueblo

Las fiestas de Carnaval parecen cobrar un nuevo impulso en algunos pueblos del interior litoraleño, con lo que las pequeñas comparsas que ya existían logran un verdadero desarrollo de sus talentos. Vilma González es directora de la comparsa Marabá, en Gualeguay, Entre Ríos y resumió cómo trabajan esos «genios ocultos».

¿Cómo se logra el manejo de un grupo de 150 personas que trabaja todo el año, sólo para esperar la llegada de los carnavales?

-Estar tantos años al frente de una comparsa es una responsabilidad muy grande. A mí me gusta mucho lo que hago porque sino, no lo aguantaría ya que el manejo de tanta gente es algo muy difícil. Pero aquí hay 150 trabajadores, entre bordadores, soldadores, pintores y artesanos, que con la excusa del Carnaval, desarrollan sus potencialidades.

-¿Esto es lo que muchos llaman «el espíritu del carnaval»?

-Claro, ese espíritu es como una alegría interior que hace aflorar los genios escondidos de un pueblo, en este caso Gualeguay. En Marabá hay chicos que demostraron ser verdaderos «magos» en la pintura y en la decoración, y logran, con pocos recursos, que las carrozas reluzcan a las mil maravillas. Son gente que tiene un don innato y que se vuelcan al trabajo tipo «cabeza gacha», de acuerdo a un instinto que los lleva, por ejemplo, a pintar. Por eso se ven cosas tan magníficas siendo que no existen especialistas en el tema.

¿Tiene que ver el desarrollo de esas potencialidades innatas con el hecho de que un pueblo se identifique con su comparsa?

-En Gualeguay la respuesta del público es total y mucho tienen que ver con que nos manejamos con gente del pueblo, lo que permite una identificación muy grande. Además, aquí es todo artesanal, no es como en otros lugares que todo es tan «plástico».

-¿Cómo son los preparativos del comienzo de carnaval para una comparsa tan grande?

– En principio no hay horarios. Aquí hay mucha gente que hace 48 horas que no duerme y yo, bueno, no me acuerdo el último día que me acosté.

Otra cosa importante es considerarnos a todos en igualdad de condiciones, no importa la clase social, ya que en el desfile estamos todos disfrazados en una noche de carnaval y la consigna es divertirse y nada más.

Hay gente que no tiene ni noción de lo que significa un carnaval y que esta fiesta puede llevarles alegría especialmente en esta época difícil en que vivimos.

Cuando toca los sentimientos más primarios

«Cuando me preguntaron qué es lo más importante que tengo en la vida, dije: «primero está mi hija, segundo está la murga y después todo lo demás»; yo acababa de reconciliarme con mi mujer; duré una semana, me dijo chau, «quedate con la murga»», comentó Luis (Pacha) Terlizzi, integrante de los «Cometas», quien se sumó a la charla con Ventanas.

«Las mujeres vienen y van, -añade con desparpajo- la murga no, hay cosas que están siempre en el mismo lugar, los sentimientos de barrio, la cancha que no se va; y la murga, por más que no salga un par de años, la murga es de uno, vos sos de la murga».

Pacha recuerda cuando nació su hija: «Yo volví a sacar a los «Cometas» en el «95. En el «91 nace mi hija y en ese momento, en la sala de parto, le dije al médico «ésta va a bailar murga», el médico no entendió nada. Y ahí prometí dos cosas, que iba a dejar el alcohol y que iba a sacar la murga, y así fue, me fui del Correo donde trabajaba y con la indemnización compré los bombos, los redoblantes y la tela». Pacha es hoy director general de los «Cometas».


instrumentos, escriben sus canciones. Son trabajadores, estudiantes, desocupados. Son también niños, adolescentes, jóvenes, adultos. Personas comunes que viven todos los avatares de la vida, gente de barrio; los une una pasión: la murga, la comparsa, la vida que se teje a su alrededor.

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