Murió Stanislaw Lem

VARSOVIA/CRACOVIA, (DPA) – El escritor polaco de ciencia ficción Stanislaw Lem murió ayer a los 84 años en una clínica de Cracovia, informó la agencia de noticias polaca PAP.

Lem debutó como escritor en 1946 con «Hombre de Marte» y con los años se dio a conocer más allá de las fronteras de Polonia.

De hecho, es uno de los pocos autores del género de habla no inglesa tan conocido.

Sus novelas, traducidas a 40 lenguas, son consideradas clásicos del género de gran ambición literaria.

Con la muerte del escritor polaco Stanislaw Lem, la literatura perdió a un clásico de la ciencia ficción. El autor era considerado un precursor de las evoluciones técnicas, que en sus novelas aún eran visiones de futuro, pero ahora ya son realidad: desde internet hasta la «inteligencia artificial», pasando por la investigación genética.

Como en el caso de Julio Verne, cuyos libros adoraba de niño, las obras de Lem también contienen un análisis de las posibilidades y los límites de la tecnología y su influencia en el ser humano.

En realidad, Lem, nacido el 12 de septiembre de 1921 Lviv, hoy en territorio ucraniano, iba a seguir la tradición familiar y convertirse en médico.

Sin embargo, sus estudios de medicina fueron interrumpidos por la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis cerraron las universidades tras invadir Polonia.

Lem, que pudo ocultar su origen judío con documentos falsificados, se ganó la vida como mecánico de coches.

Tras la guerra, retomó sus estudios de medicina y trabajó de médico por poco tiempo, pero ya desde el comienzo de los años 50 comenzó a escribir.

La fama mundial le llegó como autor de ciencia ficción.

Sus novelas «Solaris» –la más conocida, llevada al cine por Andrei Tarkovsky en 1971 y Steven Soderbergh en 2002–, «Edén» o «El invencible» fueron traducidas a 41 lenguas y vendieron más de 27 millones de ejemplares en todo el mundo.

En Alemania, donde más lectores tenía fuera de Polonia, era considerado también un filósofo y un visionario.

En su patria los lectores estimaban mucho su humor satírico, que refleja sobre todo en sus primeras obras una huida de la realidad.

«La mayoría de mis libros fueron escritos durante el comunismo, y debía arreglármelas con la censura», dijo Lem en una ocasión.

«Nunca me gustó el totalitarismo y la idea de hacer feliz a la humanidad me parecía disparatada.

Intenté demostrar ese absurdo».

Sin embargo, en sus primeras obras dominaba la creencia optimista en las capacidades del ser humano.

Más adelante, la fe en el progreso fue suplantada por el escepticismo del autor, que además de sus estudios de medicina también poseía una gran formación en ciencias naturales.

«Nunca preví que la ciencia se iba a subordinar casi completamente al comercio», admitió Lem alguna vez. La mayoría de los científicos no trabaja por vocación sino con la meta del Premio Nobel y lo que más se paga son las investigaciones para desarrollar armas, añadió.

«Los seres humanos son terribles y el futuro es sombrío», dijo Lem hace casi diez años sobre el leitmotiv de su obra literaria.

En una humanidad mejor, que antes era su gran sueño, ya no creía.