Museos paleontológicos en Río Negro: la cultura en riesgo

En la provincia de Río Negro hay varios museos paleontológicos, la mayoría de los cuales son ahora provinciales, si bien en algunos casos fueron originariamente colecciones privadas o municipales. Todos ellos tienen problemas de infraestructura -en algunos casos, graves-, falta de personal especializado y de recursos suficientes para evitar robos de material y brindar una buena atención a sus visitantes. Algunos han sido dotados de alarma de movimiento que se activa cuando están cerrados, pero nada los previene del robo-hormiga ni de eventuales ataques durante el horario de atención, como el sucedido tiempo atrás en el museo de Cipolletti. El viernes, el director de Cultura de Río Negro -Marcelo Solorza-, afirmó que "los museos paleontológicos tienen alarma, a partir de que esta gestión invirtió recursos en ellos", señalando que el gobierno de Saiz fue "el que más invirtió en museos".

CIPOLLETTI

Sensación de desamparo

CIPOLLETTI (AC).- Uno de los principales museos de la provincia, por su infraestructura y sus piezas paleontológicas, el «Carlos Ameghino» de Cipolletti, se encuentra en una situación de desamparo y con una seguridad relativa.

Sin teléfono, ni gas, y sin presupuesto ni para comprar lamparitas del luz, está ubicado en un sector alejado de todos los circuitos culturales y educativos, y es de muy difícil acceso.

Desde el último robo que sufrió hace un año, en el que el director fue golpeado por los delincuentes, tiene un sistema de alarma común, como en cualquier casa particular, un sereno que cuida por las noches y rejas en todas las ventanas. Pero si alguien se quiere llevar una pieza en el transcurso de una visita guiada, no existe más que el cuidado del guía.

«Antes abríamos a la tarde, pero desde el robo abrimos sólo de mañana, que es el horario en el que estamos todos. A la tarde esto queda solo y estamos muy alejados como para que nos vengan a ayudar si pasa algo», comentó Carlos Muñoz, director del museo.

En aquel hecho se robaron una cola de titanosaurio y las vértebras del animal, varios huevos de saurópodos y dientes de tiburón y carnívoros. «La Interpol tiene todos los datos, pero aún no apareció nada», dijo Muñoz.

El museo «Carlos Ameghino» fue fundado en 1971 por Roberto Abel y Carlos Muñoz. Forma parte del pequeño grupo que depende de la provincia, más específicamente de la Agencia de Cultura provincial.

Los primeros años estuvo ubicado en la antigua Casa Peuser. Después se trasladó al centro y durante casi tres años estuvo «archivado» en diferentes lugares, período en el que se perdieron muchas piezas paleontológicas, cosas de la Expedición al Desierto y libros.

Desde 1986 le asignaron el espacio que tiene ahora. «Está muy alejado, no hay cartelería que lo identifique y la gente no llega», comenta su director.

Las piezas paleontológicas son su fuerte. Según su director, ocupan un 70 por ciento del espacio. «Tenemos uno de los dos ejemplares de dinosaurio Saurus que hay en toda América Latina. Es el Roca Saurus Muñosis. Lo encontramos en 1998, al sur de Roca y tiene más de 70 millones de años», aclara. Otra de las especies de gran valor que acoge el museo es un Ankilosaurus, también de la misma era que el Roca Saurus, y el Abelisaurus Comahuensis, que fue encontrado en el Lago Pellegrini en 1985.

«Acá vienen palontólogos de todo el mundo a consultar las piezas que hay. Este museo es uno de los más importantes en este sentido en todo Río Negro», expresó el directivo.

Además de las piezas paleontológicas, el museo también alberga cosas históricas que identifican al Alto Valle: las primeras máquinas agrícolas, fotos de las primeras familias inmigrantes, trajes del general Fernández Oro y de su esposa, y un sinfín de especies faunísticas de la región.

En cuanto al presupuesto para la manutención de todo el predio, Muñoz asegura que la provincia sólo paga al personal. «Somos tres empleados provinciales. Todo lo que es mantenimiento de las piezas sale de nuestros bolsillos. También compramos las lamparitas de la luz porque desde provincia no nos envían», dijo.

Para el directivo, «hace falta otro tipo de apoyo. El museo debería ir de la mano del turismo y eso no pasa. Habría que tener más personal capacitado. Acá tenemos muchas piezas sin estudiar, y esto se debe a la falta de gente», reclamó Muñoz.

LAMARQUE

Un museo que nació por la gente

LAMARQUE (AVM).- El museo municipal de Lamarque tiene características únicas en la provincia y en el país. Es uno de los pocos que nació como trabajo de los vecinos de la localidad, siendo Héctor «Tito» Cabaza su alma mater.

Si bien el grupo Amigos del Museo comenzó a trabajar a mediados de la década del '80 en la búsqueda de fósiles, recién en el año 2000 pudo tener un edificio donde poder funcionar permanentemente, donde actualmente está instalado por decisión del municipio.

El complejo, que cuenta con un salón de exposición y algunas oficinas de trabajo, está ubicado en la calle Libertad entre Rivadavia y San Martín, en una manzana de la comuna.

Otro condimento que lo hace único es que en él se exhibe la réplica de un fósil único en el mundo encontrado en los campos de Lamarque: el Tuarangesaurus Cabazai. Mientras que los restos originales son celosamente guardados, a los que sólo acceden los expertos para poder estudiarlos.

Además, hay en el lugar nidadas de huevos de saurios, restos de mosasaurios, innumerable cantidad de pequeños fósiles marinos, etc.

Al estar el edificio en el predio de una manzana municipal -donde además están el centro cultural, el Salón de las Artes, el Concejo Deliberante y otras dependencias- la seguridad es cubierta por un sereno de la comuna, y a escasos 50 metros está la comisaría de la ciudad. Pero el Museo Paleontológico no cuenta con alarma contra robos.

Allí trabajan de forma permanente cuatro personas, incluido el director, Daniel Cabaza, pero este plantel se engrosa de manera considerable cuando se realizan las campañas de búsqueda de fósiles. Llegan a participar hasta 15 personas en estas campañas, la mayoría de ellos jóvenes de la ciudad.

En estas campañas participan constantemente especialistas de todo el país, dado que se menciona que la zona de Lamarque, principalmente el paraje conocido como Bajo de Santa Rosa, es uno de los más ricos en fósiles marinos.

Es la comuna quien más fondos ha invertido en el lugar, no sólo en la adecuación del museo, sino en el financiamiento y ayuda permanente a las campañas. Así, se menciona que el año pasado el presupuesto fue de 30 mil pesos, porque además se tenía pensado cambiar el piso del lugar, algo que finalmente no se hizo y que se podría realizar durante este año.

También se ha diseñado todo un proyecto, ya está la maqueta, para la ampliación y remodelación del lugar para dar mayor comodidad de los visitantes.

El museo, además de estar abierto en horario fijo, recibe constantemente visitas guiadas de los centros educativos de la comarca. El secretario de Cultura de la comuna, Hernán Gómez, indicó que sólo tienen que llamar de las escuelas para concertar el horario de visita.

Las fuentes consultadas mencionaron que, desde la provincia, el cuidado y una política activa de cuidado del patrimonio paleontológico sigue siendo una materia pendiente.

«Son los puesteros del Bajo de Santa Rosa los que cuidan que no haya personas que depreden, si no, no hay nadie. Ellos tomaron conciencia del valor de los restos fósiles debido al trabajo que realizó durante años Tito Cabaza. Y tampoco es poca la ayuda que recibe el museo» sostuvo una fuente municipal que prefirió que su nombre no trascendiera para evitar inconvenientes.

JACOBACCI

Un pionero en la Patagonia

El museo «Jorge Gerhold» de Jacobacci es uno de los primeros fundados en la Patagonia y de los más importantes. Comenzó su actividad en diciembre de 1949, impulsado por el investigador y paleontólogo Rodolfo Casamiquela, quien lo dirige. Durante los primeros años funcionó en una vivienda particular hasta que se trasladó al actual lugar.

En sus cinco salas guarda hallazgos muy importantes logrados en la Patagonia. Si bien el municipio cedió el espacio físico para que funcione, la colección pertenece a Casamiquela.

Entre los primeros hallazgos importantes del museo figuran el cráneo de un animal que es el eslabón perdido entre los desdentados con pelos y los que tiene coraza. Es decir entre los piches y los perezosos u osos hormigueros. También hay huevos estériles de dinosaurios, y 32 pisadas de megaterio -oso hormiguero que alcanzaba los 5 metros de alto-, que la ciencia demostró que convivieron con el hombre; el escuerzo más antiguo del mundo al que Casamiquela llamó Huahuelia Gerholdia, en honor al antiguo nombre de Jacobacci -Huahuel Niyeo- y a su tío Jorge Gerhold, cofundador del museo. En los últimos años, las visitas se han incrementado notablemente. La mayoría son extranjeros y turistas que recorren la Región Sur rionegrina. Hasta diciembre el centro cultural era atendido por el profesor (adscrito) de geografía y biología Roque Sánchez y una becaria con estudios terciarios.

El museo no cuenta con ninguna medida de seguridad. No tiene alarma, ni rejas en sus aberturas, ni sereno. Si bien hay un proyecto para dotar al lugar de las medidas mínimas, no hay recursos para hacerlo.

Según Sánchez, muchas personas, principalmente descendientes de indígenas, llegan al lugar a querer vender objetos de gran valor cultural de las razas tehuelche y mapuche, pero por falta de recursos no se puede comprarlos.

VALCHETA

Treinta años de trabajo, con más ganas que apoyo

VALCHETA (Enviado especial)- Como cada día desde hace 30 años, la mujer recorre el trayecto de diez cuadras que separa su casa de su trabajo. A esta altura difícil es inferir en cuál de los dos se siente más a gusto. Al llegar al Museo introduce la llave en un pequeño candado, desactiva la alarma y abre la puerta de dos hojas cuya antigüedad se evidencia en el chirrido de las bisagras y en los vidrios viselados.

Al hablar con «Río Negro», demuestra su amor por lo que tiene a su cargo. No escatima detalles cuando relata la historia de los objetos que guarda en la colección de dos mil piezas que expone el museo. Desde una pequeña piedra casi imperceptible hasta una imponente volanta de lujo que en 1880 permitía unir la salina del Gualicho con Choele Choel a una familia de hacendados de la zona, están expuestas en este mágico sitio, montado en el centro de la localidad, donde en 1934 se inauguró la primera usina valchetense. Sin embargo, nada dice sobre el sitio donde fueron hallados esos tesoros: «sacamos los carteles donde se identificaban los lugares y las familias que los habían entregado porque la gente va a los sitios en busca de más objetos», dice.

María Inés Kopp llegó a Valcheta en 1976 para trabajar en la creación del museo, siguiendo las instrucciones del director del Centro de Investigaciones Científicas, Rodolfo Casamiquela. En 1978 se abrieron las puertas de este lugar que ahora recibe alrededor de cincuenta personas por día.

En los últimos años, dos hechos marcaron la historia de la institución. Uno negativo y el otro positivo. «Llegamos un lunes y nos encontramos con que habían roto toda la biblioteca -ubicada en un local lindero. Para entrar, destruyeron una puerta y nos robaron una colección lítica de 500 piezas, un huevo de dinosaurio y el agua fósil extraída de uno de los huevos, que nunca la habíamos podido hacer analizar porque es carísimo hacerlo. No se recuperó nada», dice con tristeza. Sobre todo porque ella había advertido que podía ocurrir.

«Yo venía avisando que había que poner una alarma. Habían robado en el museo de Cipolletti huevos y huesos y acá tenemos lo mismo. Acá hay cosas muy importantes y este lugar no está en condiciones de tener semejantes riquezas paleontológicas», dice casi como al pasar aunque se niega a ponerle valor en dinero.

«A raíz del robo nos pusieron una alarma, más iluminación y nos consiguieron una computadora. Yo pienso que son coleccionistas privados que hacen cualquier cosa para tener los objetos en su casa guardados, aunque también están aquellos coleccionistas que comercializan. En esa época robaron cuatro museos en Río Negro», cuenta.

El segundo hecho trascendente en estos años ocurrió hace pocas semanas. La empresa que construye la nueva ruta 23 se topó con tres huevos de dinosaurios que fueron inmediatamente declarados ante la Agencia de Cultura de la Provincia y hoy se exponen en una vitrina con rejas y candado. «Desde que aparecieron estos huevos viene muchas gente a observarlos», dice.

«Los titanosaurios ponían huevos redondos como las tortugas. Yo hablo por los paleontólogos porque he trabajado mucho con ellos. Estos animales ponían de 30 a 35 huevos y en este caso se encontraron los tres cerca pero no en un solo nido. Están opalizados, por eso ese peso. Se mineralizan. Estando enterrados, cubiertos de ceniza se produce la precipitación del sílice que va penetrando y además tienen cuarzo y ópalo», explica ante la mirada del cronista.

«Viene mucho público de Las Grutas, sobre todo por el tema de los huevos y hay gente que le apasiona.

Lo que más interesa es todo lo paleontológico, lo marítimo, que tiene 65 millones de años. Se encuentran dientes de tiburón, paladar de rayas, corales, tratamos de no dar los lugares porque sino la gente va y saquea. Tenemos sectores donde hay bosques petrificados con palmeras y otras especies y ahora van a venir paleobotánicos que van a estudiar cada tronco», afirma. María Inés Kopp, además de ser la encargada del museo recorre la zona en busca de objetos que puedan exponerse, habla con los lugareños y los concientiza para que resguarden el patrimonio.

«En los campos hay que mentalizar a la gente para que proteja sus cosas, por si alguna vez se explota turísticamente. Tampoco se trata de llenar los museos sino que la gente también quiera sus cosas y las proteja en sus sitios», sostiene.

La alarma colocada tras el robo tiene detectores de movimiento y sensores en las aberturas. «Es segura. Suena tan fuerte que se escucha desde mi casa», afirma.

Pero se observa que la seguridad no es suficiente. Las vitrinas están protegidas por un vidrio, no hay vigilancia ni cámaras de seguridad y el sitio es vulnerable, sobre todo si se considera que la mujer se halla sola la mayor parte del tiempo en el lugar.

– ¿No tiene temor de que venga alguien y la agreda para robarle?.

-«La verdad que no se me ocurre, esperemos que no nos pase nunca, porque eso de pasarán sobre mi cadáver es relativo a veces, pero esto lo vamos a defender a capa y espada», dice sonriendo pero en serio.

«La idea es ampliar este museo, pero no tenemos ni los fondos ni los medios. Queremos hacer un laboratorio para que se puedan hacer estudios acá. Estamos gestionando ante Nación pero todo es muy lento. Si esto depende de la provincia, es ella quien debe cuidar el patrimonio, no hace falta cobrar entrada. Ahora estamos pidiendo un baño para el turismo, con un pequeño fondo permanente podríamos tener algo mejor. No me doy cuenta cómo creen que se mantienen los museos. Cuando hay que cambiar las luces o los vidrios no vamos a esperar que nos mande el dinero la provincia. Así que ahora nos ayuda el intendente, -Ariel Gómez- que por suerte tiene buena voluntad, aunque no es su función», admite en tono de reclamo.

«Mi hija Romina me da una mano con tareas de difusión. Yo quisiera que quedara alguien que uno sepa que va a estar 30 años haciendo lo mismo que hago yo desde que esto se creó. Lo único que pido es que quien me siga sea una persona que va a cuidar esto con el amor que le puse en estos 30 años. Porque los años se van y no nos quedan ya fuerzas para luchar», agrega.

«Este huevo demuestra que el dinosaurio padecía una enfermedad patológica. El animal no podía poner su huevo porque le era imposible, entonces volvía al oviducto, quería colocarlo en una segunda puesta y después en una tercera puesta. Por eso se le formó la triple cáscara que le impedía nacer a la cría.

Con esto presumen otra teoría de su extinción, algo estaba funcionando mal en el ambiente como para producir esta patología», cuenta María Inés Kopp, repitiendo hipótesis que estudios le han relatado sobre el tema.

BARILOCHE

Uno nacional, otro institucional, otro privado

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Las medidas de seguridad en los museos de Bariloche están lejos de ser las ideales y algunos de ellos sufrieron robos nunca esclarecidos.

El principal es el Museo de la Patagonia, ubicado en el Centro Cívico y depende de Parques Nacionales. Tiene 11 empleados. Su directora, Cecilia Girgenti, dijo que no cuentan con sereno pero sí con una alarma, que avisa en caso de incendio o ante el ingreso de personas.

Por su parte, el Museo Paleontológico es administrado por la Asociación Paleontológica de Bariloche y funciona en un galpón cedido por Parques Nacionales en Avenida Costanera y Ruiz Moreno. No tiene personal rentado ni subsidios de ningún tipo y está abierto de lunes a sábado de 16 a 19. Se sostiene con la cuota que aportan los asociados y con la entrada de 2 pesos. Hace tres años sufrió el robo de un huevo de dinosaurio. Tiene alarma como única medida de prevención.

Otro museo es el «Rosendo Pascual», emplazado en Villa Los Coihues, a orillas del lago Gutiérrez. Pertenece a la familia Corsolini, que se ocupa de mantenerlo en condiciones y de atender a los visitantes. No tiene empleados ni sereno y confía su seguridad en su sistema de alarma «casero». Según Rodolfo Corsolini, no disponen de apoyos oficiales y todos los recursos provienen del cobro de entradas. Los mayores pagan 3 pesos y en lo que va del verano ingresaron unas 2.000 personas. Hace dos años sufrieron un robo en el que se llevaron «un par de huevos de dinosaurios y algunos cristales.


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