Nadie se hizo cargo de la batalla

La Policía, los dirigentes y Castrilli se desligan y cruzan acusaciones.

Acusaciones cruzadas se lanzaron ayer la policía y el gobierno y dirigentes de River en torno a la nueva batalla que protagonizó la barra brava de River, que inyectó una nueva dosis de terror el domingo en una tribuna. «En la tribuna no vi a ninguno de los 800 y pico de uniformados que River pagó para la seguridad», atacó el vicepresidente tercero de River, Domingo Díaz, deslindando responsabilidades del club.

Roberto Palavecino, director de Operaciones de la Federal, justificó esa ausencia al señalar que si hubiera habido efectivos en la tribuna «podría haber sido peor» y contraatacó «el derecho de admisión lo manejan los clubes» Fue más allá el policía: «Le diría a la dirigencia de River que no tendría que permitir que esos personajes entren a la cancha». Apareció entonces el subsecretario de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos, Javier Castrilli para defender a la Policía y asegurar que si hubiera habido «un grupo de combate» en la tribuna hubiese sido una «tragedia» (ver aparte).

Sea la policía, sea River, siguen sin encontrarle la vuelta a la gimnasia violenta de Los Borrachos del Tablón. Pasan los jefes de la barra, pero la violencia sigue. Alan Schlenker está preso, Adrián Rousseau pregona mediáticamente que ahora se dedica a las carreras de motos y está lejos de River, pero con ellos o sin ellos la violencia sigue.

El domingo fue en las tribunas. Los barras entraron, primero una facción, después la otra, y luego el enfrentamiento. River impone el derecho de admisión, pero los barras entraron. La policía cobra por dar seguridad. También lo hizo parcialmente, porque

hubo muchos efectivos en la salida, hubo uniformados en el campo de juego. No estuvieron en las gradas escenario del choque.

En el medio, los dos heridos que se encontraban en el hospital Vélez Sarsfield, uno con politraumatismos y heridas cortantes y uno con fractura de brazo, fueron dados de alta. Esos dos están, junto a otros, «imputados por lesiones graves». El más grave, Juan José Paz, de 39 años, que según la policía cayó tras una convulsión en un pre cacheo a varios metros de la entrada al Amalfitani, seguía grave aunque «evolucionando». Nadie lo fue a ver ni a preguntar por él al hospital Fernández.

Hubo 38 detenidos, aunque no todos por la batalla entre escalones. La jueza podría declararse incompetente una vez que no queden detenidos menores de edad.

El fiscal Guillermo Cicchetti esperaba un sumario de la situación para iniciar las tareas de investigación.


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