Natalia, mecánica
Eligió esta localidad por la seguridad para sus hijas.
Una particularidad que tiene Catriel es que gran parte de la historia del pueblo está protagonizada por mujeres, es el caso de su fundadora y en la actualidad se puede ver en la figura de la intendente María Rosa Iémolo. Muchos hombres llegaron a esta tierra con el ánimo “de trabajar y progresar”. Sus compañeras eligieron Catriel para establecerse y proyectar un futuro próspero para la familia. Ese es el sentimiento de Natalia Olivera, quien eligió esta ciudad para desarrollar su oficio de mecánica y ver crecer a sus hijas en medio de la tranquilidad que percibió en Catriel el día que lo conoció, hace tres años. Antes vivía en Florencio Varela, provincia de Buenos Aires. Allí trabajaba junto a su esposo Alexander en el taller mecánico que tenían en su casa. Pero sus hijas crecían y la inseguridad también; por eso, a pesar de las quejas de su marido, esta joven decidió “venderlo todo y empezar una nueva vida” cuando recibieron la invitación de unos parientes lejanos que vivían en Catriel. “Sinceramente no sabíamos dónde estaba, ni siquiera que figuraba en el mapa”, dice. “Al verlo supe que este sería nuestro lugar”, continúa. Con la misma tenacidad apostaron al todo. Apenas llegados, alquilaron un taller devastado y una precaria vivienda, que acondicionaron para comenzar a trabajar. En ese entonces, Ariadna –la mayor de sus hijas– tenía siete años; la misma edad que hoy tiene Camila, por ahora la menor, ya que esperan el nacimiento de la tercera. “Aunque no fue ni es fácil, para avanzar hacia el objetivo, hay que sortear algunos obstáculos”, dice mientras cuenta que, por el sólo hecho de ser mujer, le costó ganarse la misma confianza que proporcionaba su esposo y, durante un tiempo, fue blanco de muchas miradas que la inquietaban. “Cuando llegué repartí currículum por todos lados. Entre tantos, fui a dejar mis datos a la municipalidad para que me incorporen a la bolsa de trabajo. Cuando me preguntaron mi oficio dije ‘mecánica’. La recepcionista abrió los ojos y miró los papeles: ‘Acá dice que también trabajaste como empleada administrativa’, me dijo. Así que sin dudarlo me anotó como secretaria administrativa”, cuenta con una sonrisa, mientras se prepara para ir a buscar a sus hijas a la escuela. Sobre todo pertinaz, logró afianzarse en su oficio y ahora ve pasar sus días asegurando que, a pesar de los avatares, seguirá siendo “fiel a su intuición o a su instinto de mujer, que no lo cambia un rol o un oficio”
cosa de mujeres
Junto a su marido, de quien aprendió el oficio.
Una particularidad que tiene Catriel es que gran parte de la historia del pueblo está protagonizada por mujeres, es el caso de su fundadora y en la actualidad se puede ver en la figura de la intendente María Rosa Iémolo. Muchos hombres llegaron a esta tierra con el ánimo “de trabajar y progresar”. Sus compañeras eligieron Catriel para establecerse y proyectar un futuro próspero para la familia. Ese es el sentimiento de Natalia Olivera, quien eligió esta ciudad para desarrollar su oficio de mecánica y ver crecer a sus hijas en medio de la tranquilidad que percibió en Catriel el día que lo conoció, hace tres años. Antes vivía en Florencio Varela, provincia de Buenos Aires. Allí trabajaba junto a su esposo Alexander en el taller mecánico que tenían en su casa. Pero sus hijas crecían y la inseguridad también; por eso, a pesar de las quejas de su marido, esta joven decidió “venderlo todo y empezar una nueva vida” cuando recibieron la invitación de unos parientes lejanos que vivían en Catriel. “Sinceramente no sabíamos dónde estaba, ni siquiera que figuraba en el mapa”, dice. “Al verlo supe que este sería nuestro lugar”, continúa. Con la misma tenacidad apostaron al todo. Apenas llegados, alquilaron un taller devastado y una precaria vivienda, que acondicionaron para comenzar a trabajar. En ese entonces, Ariadna –la mayor de sus hijas– tenía siete años; la misma edad que hoy tiene Camila, por ahora la menor, ya que esperan el nacimiento de la tercera. “Aunque no fue ni es fácil, para avanzar hacia el objetivo, hay que sortear algunos obstáculos”, dice mientras cuenta que, por el sólo hecho de ser mujer, le costó ganarse la misma confianza que proporcionaba su esposo y, durante un tiempo, fue blanco de muchas miradas que la inquietaban. “Cuando llegué repartí currículum por todos lados. Entre tantos, fui a dejar mis datos a la municipalidad para que me incorporen a la bolsa de trabajo. Cuando me preguntaron mi oficio dije ‘mecánica’. La recepcionista abrió los ojos y miró los papeles: ‘Acá dice que también trabajaste como empleada administrativa’, me dijo. Así que sin dudarlo me anotó como secretaria administrativa”, cuenta con una sonrisa, mientras se prepara para ir a buscar a sus hijas a la escuela. Sobre todo pertinaz, logró afianzarse en su oficio y ahora ve pasar sus días asegurando que, a pesar de los avatares, seguirá siendo “fiel a su intuición o a su instinto de mujer, que no lo cambia un rol o un oficio”
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