“Natural inseguridad”

El pasado sábado 8, a las 2:20, con mi esposa nos preguntábamos qué habíamos construido como país para que fuera natural la inseguridad. A nuestro hijo de 23 años, profesor de Educación Física que se recibió recientemente y decidió perfeccionarse en la Capital Federal, apostando a ser un ciudadano más educado y profesional para brindar sus conocimientos a la sociedad; en definitiva, confiando en su país, además del gran sacrificio personal que realiza ya que trabaja de día y estudia de noche, lo acababan de asaltar a mano armada en el barrio de Caballito, de Buenos Aires, un grupo de cinco delincuentes que, bajando de un auto, lo sorprendieron en una parada de ómnibus para robarle sus pocas pertenencias (manga de maricones con uno solo alcanzaba) cuando regresaba de cursar. Hasta acá un hecho cotidiano, natural, como digo más arriba. Lo único que nos conforma como papás es que gracias a Dios no lo mataron porque, claro está, sintió cómo cargaban el arma y se la apoyaban en sus costillas. ¿Puede ser que hayamos llegado a considerar natural este hecho y tantos otros de todos los días? ¿Es posible que no podamos llevar con nosotros elementos de uso cotidiano como nuestro DNI, el carné de obra social, el de conducir, ropa de abrigo, todo esto de uso básico en cualquier sociedad civilizada? ¿Es posible que quienes nos gobiernan que son, nada más y nada menos, en quienes hemos confiado con nuestro voto, entre tantas otras cuestiones, un derecho humano fundamental como es la vida de los habitantes de un país, estén ciegos? Nuestra Justicia, poder esencial del Estado democrático, ¿dónde está? ¿Escondida en un tarrito de azafrán? Y nuestros legisladores, también parte de un Estado democrático, ¿se fueron a Disneylandia? Del Ejecutivo, ¡ni hablar…! ¡Ya sé, soy de la corpo y respondo a intereses de la cadena del desánimo! El hecho que ocurrió esa noche seguramente sea uno más de los tantos que se producen en nuestro querido país. Simplemente quiero hacer una convocatoria al sentido común de quienes nos gobiernan, recordándoles que el mandato que hoy ostentan les ha sido concedido por nosotros, el común de la gente que, como nuestro hijo, estudia y trabaja para ser una mejor persona, un buen profesional para poder desarrollarse en la vida. Y lo hace como tantos otros, porque sus papás –también laburantes– lo ayudamos como podemos. No nos quedemos naturalmente agradeciendo a Dios que a nuestro hijo le robaron efectos personales, cuando podían haberle robado la vida. Gerardo García DNI 12.234.095 Roca

Gerardo García DNI 12.234.095 Roca


El pasado sábado 8, a las 2:20, con mi esposa nos preguntábamos qué habíamos construido como país para que fuera natural la inseguridad. A nuestro hijo de 23 años, profesor de Educación Física que se recibió recientemente y decidió perfeccionarse en la Capital Federal, apostando a ser un ciudadano más educado y profesional para brindar sus conocimientos a la sociedad; en definitiva, confiando en su país, además del gran sacrificio personal que realiza ya que trabaja de día y estudia de noche, lo acababan de asaltar a mano armada en el barrio de Caballito, de Buenos Aires, un grupo de cinco delincuentes que, bajando de un auto, lo sorprendieron en una parada de ómnibus para robarle sus pocas pertenencias (manga de maricones con uno solo alcanzaba) cuando regresaba de cursar. Hasta acá un hecho cotidiano, natural, como digo más arriba. Lo único que nos conforma como papás es que gracias a Dios no lo mataron porque, claro está, sintió cómo cargaban el arma y se la apoyaban en sus costillas. ¿Puede ser que hayamos llegado a considerar natural este hecho y tantos otros de todos los días? ¿Es posible que no podamos llevar con nosotros elementos de uso cotidiano como nuestro DNI, el carné de obra social, el de conducir, ropa de abrigo, todo esto de uso básico en cualquier sociedad civilizada? ¿Es posible que quienes nos gobiernan que son, nada más y nada menos, en quienes hemos confiado con nuestro voto, entre tantas otras cuestiones, un derecho humano fundamental como es la vida de los habitantes de un país, estén ciegos? Nuestra Justicia, poder esencial del Estado democrático, ¿dónde está? ¿Escondida en un tarrito de azafrán? Y nuestros legisladores, también parte de un Estado democrático, ¿se fueron a Disneylandia? Del Ejecutivo, ¡ni hablar...! ¡Ya sé, soy de la corpo y respondo a intereses de la cadena del desánimo! El hecho que ocurrió esa noche seguramente sea uno más de los tantos que se producen en nuestro querido país. Simplemente quiero hacer una convocatoria al sentido común de quienes nos gobiernan, recordándoles que el mandato que hoy ostentan les ha sido concedido por nosotros, el común de la gente que, como nuestro hijo, estudia y trabaja para ser una mejor persona, un buen profesional para poder desarrollarse en la vida. Y lo hace como tantos otros, porque sus papás –también laburantes– lo ayudamos como podemos. No nos quedemos naturalmente agradeciendo a Dios que a nuestro hijo le robaron efectos personales, cuando podían haberle robado la vida. Gerardo García DNI 12.234.095 Roca

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