Naturalizó lo extraordinario
opinión
Ezequiel Fernández Moores
Lionel Messi, dijo una vez Pep Guardiola, su ex-DT en Barcelona, sólo compite contra sí mismo. Algo similar, pero respecto del Barcelona, dijo el domingo en plena transmisión de partido por ESPN, el colega Quique Wolf. “Barcelona –dijo Quique, palabras más, palabras menos– juega como si no hubiese rival. Sus triangulaciones, su sistema, su toque, se aplica de memoria, como si enfrente no tuviese a nadie”. Messi y Barcelona, que juegan como si no hubiese rivales, se unieron además con una identidad que pocas veces el fútbol definió de modo tan claro. El resultado de la asociación está a la vista: tal vez el mejor equipo de la historia y, también tal vez, el mejor futbolista de la historia.
Es cierto, así como Barcelona ya fue campeón mundial y europeo de clubes, Messi, creen los más exigentes, debería salir campeón mundial con Argentina, su otro equipo, para ocupar ese trono. ¿Acaso Alfredo Di Stéfano fue campeón mundial alguna vez con Argentina o España? ¿Acaso podríamos decir que Fabio Cannavaro fue mejor futbolista que Messi porque el italiano sí fue capitán y campeón mundial en Alemania 2006? Otros creen que Messi, al menos, debería jugar en otro equipo no tan bueno como Barcelona para demostrar su real valía.
La mostró justamente en el 2012 con Argentina, que cerró el año como tercera del ranking mundial FIFA y primera en las eliminatorias sudamericanas y que tiene un gran potencial delantero, es cierto, pero una defensa que dista de ofrecer los nombres de jerarquía que sí tienen en cambio otras formaciones nacionales. Horas antes de ser coronado otra vez como mejor DT del año, el español Vicente del Bosque ofreció una extensa entrevista al diario madrileño “El País”: “Messi seguiría siendo el mejor sin Xavi e Iniesta. Burlaría a todos”, elogió.
Hablé con especialistas que vieron jugar a Di Stéfano y a Pelé. Algunos, especialmente en Brasil y también el Flaco Menotti, entre otros, creen que Pelé fue superior. Pero una buena mayoría me dice que jamás vio hacer tan seguido a un jugador lo que hace Messi. Desde la punta derecha como en sus inicios, de 10, de 9, de doble 5, de lo que sea, en el sector del campo que ocupe, Messi hace diferencias. Fuera del área o dentro del área. Con pelota o sin pelota. Hace goles y también los fabrica. Y no desaparece nunca en los partidos grandes.
Primero de la historia que gana cuatro Balones de Oro, los cuatro seguidos. Ternado además por sexta vez como finalista. No le dan el premio Fair Play, que lo merecería, porque ya sería robo. Porque la enorme virtud de Messi es que ha hecho natural lo extraordinario. Sabe que el fútbol es un juego de equipo y que el resultado más importante no es el último que pasó, sino el que está por venir. Por eso prefiere no perder tiempo en tonterías fuera de la cancha.
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