Negro que te quiero negro o el suspiro de algunas mujeres
La sensualidad de la banda y su ritmo natural cautivaron la atención de la mayoría del público femenino
Lo que se oyó en el concierto fertiliza el anecdotario y pinta algunos estereotipos de mujer local.
«Definitivamente me decidí. Quiero un negro. Abjuro de los blancos. ¡Míralos sen-sual, un movimiento sensual, un movimiento sexy…! Basta de blancos, arriba los negros!».
Maceo Parker (56 años) apenas movía las piernas, ni ahí la pelvis. Un movimiento y… dejaba entrever. Alimentaba los harenes de ratones, sin mostrar un centímetro de piel que no fuera del cuello hacia arriba.
Puro traje oscuro el negro y ¡guau!, descontrolaba a más de una. Y para el «pequeño» Corey, su hijo (32), los «superguau!» -en lo posible- se multiplicaban sin retaceo ni vergüenza alguna.
Negro el padre y el hijo negro. Se alzaron con la mayoría de los elogios femeninos, verbalizados. De los pensamientos de unos y otros sexos nada se puede reproducir aquí, porque siempre nos atenemos a las «buenas-fuentes».
Cuando Parker padre entró por la recta lenta-melodicamentosa, acaeció un fenómeno extraño y apenas perceptible… Desde el piso parecía subir un susurroso suspirar. Semejante energía eólica estuvo a punto de hacer levitar al más mentado. De pronto, en medio de tanto aire ambiente, de tanto relentar en el ronronear de la voz del «oscurito», se oyó un desesperado pedido de auxilio, como venido del desierto. Y ya no clamaba por algo o alguien específico. Era una verdadera súplica a la humanidad. «¿Dónde… dónde hay un pecho peludo para anidar mi oreja?».
En el afán de ayudarla, una miraba para todos lados. Había tórax grandes y chicos. Pero terminaba indefectiblemente en las cajas de Maceo Parker y de Parker hijo. En medio de fuerzas centrífugas y centrípetas, producidas por estrés por trabajo y de estrés por no trabajo. De pálidas, tiros, roscas y cosha golda, como dijera Oaki, «sumado a la escasez de señores» y a las periódicas caídas de la Bolsa, por tierras vernáculas -dicen los que andan en la cosa-, suele haber «menos» de un encuentro amoroso consumado por mes y «no más» que media docena al año.
Debe ser verdad nomás, aunque duela reconocerlo, dado lo constatado en Ticket Neuquén.
Cuando… nada más que el Gran Negro sensual-mente se colocó unos anteojos, se armó un chirriar de rotas cadenas y la platea dejó escapar una especie de aullido. Reiteramos: se colocó unos anteojos oscuros. Comunes, silvestres, dos vidrios, dos patillas. Exactamente iguales al que cualquier hombre tiene en su maletín. Idéntico al que cualquier mortal argentino se coloca instintivamente. Y… pregunta: ¿se ha oído hablar de que eso produzca escándalo?. No. Por lo tanto, habrá que aceptar entonces que la Bolsa está en picada. O por lo menos, nobleza obliga, la supremacía de la raza negra. Hoy y aquí.
Beatriz Sciutto
Lo que se oyó en el concierto fertiliza el anecdotario y pinta algunos estereotipos de mujer local.
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