Neoliberalismo ingenuo, pragmatismo escaso
Por Aleardo F. Laría (Especial para "Río Negro")
Una de las consignas más repetidas por los partidarios del credo neoliberal es que no existen alternativas al «modelo». Toda pretensión de corregir el «único camino» es caracterizada como deriva populista, de raíz nostálgica y necesariamente ineficaz. Se jactan de que no existen otras propuestas concretas de política económica que sean «amigables con el mercado». Pero la economía no es una ciencia exacta y los fenómenos económicos no están articulados mediante relaciones rígidas de causalidad. Son cambiantes a lo largo del tiempo y las variables se influyen de modo recíproco (reflexibilidad), de manera que sostener la existencia de un único paradigma es insuflar en la economía un postulado religioso. Estos predicadores se asemejan a los malos entrenadores de fútbol, que mantienen un rígido esquema de juego sin adaptarse al cambio de las circunstancias o a la estrategia del rival. La caracterización más suave que se puede aplicar a esta manera de pensar es la de su extrema ingenuidad.
Es justo reconocer que el modelo neoliberal abordó el tratamiento de diversos problemas reales que habían atenazado a la economía de los países latinoamericanos: la elevada inflación, los enormes déficit fiscales, el perfil arbitrario de la protección arancelaria, la ineficiencia desbordante de las empresas públicas y del Estado, los bolsones de privilegios corporativos. Pero la fe extrema en la eficiencia del mercado y la desconfianza absoluta en las intervenciones del sector público provocaron bandazos abruptos que han dado lugar ahora a nuevos y peligrosos desequilibrios. Son notorios en el sector externo (déficit de cuenta corriente, desbordante deuda externa) y en el sector interno (caída de la producción y del empleo), con la consiguiente pérdida de bienestar y aumento de la disparidad en la distribución de los ingresos. Estos fenómenos han excluido del mercado a casi un tercio de la población y por consiguiente se extiende un creciente y comprensible clima de insatisfacción.
Ante los desiguales y dispares resultados de las soluciones adoptadas, se ha alzado una serie de voces críticas que, sin negar la conveniencia y necesidad de aquellas primeras medidas, plantean la necesidad de «reformar las reformas». Una de las propuestas más interesantes es la efectuada por Ricardo Ffrench-Davis, economista que pertenece a la corriente neoestructuralista vinculada con la CEPAL, que defiende la idea de un crecimiento con equidad.
En su reciente ensayo, «Macroeconomía, Comercio y Finanzas para Reformar las Reformas en América Latina» (Editorial McGraw-Hill Interamericana), las personas preocupadas por la penosa marcha de la economía argentina pueden encontrar una crítica seria y rigurosa al modelo neoliberal y una descripción minuciosa de las peligrosas trampas que provoca la fe ingenua en el mercado. Ffrench-Davis sostiene la necesidad de encontrar un mejor equilibrio entre mercado y Estado fortaleciendo políticas pragmáticas que apunten al largo plazo. El objetivo es lograr un proceso de desarrollo endógeno, con equidad, orientado «desde adentro». Esta opción la considera más constructiva que los enfoques más ingenuos de «sustitución de importaciones» o las del «desarrollo hacia afuera» basados en la integración plena e irrestricta en los mercados mundiales. La presencia de un sector privado dinámico y moderno debe ser complementada con una activa intervención del Estado, que debe seleccionar la cantidad y calidad de sus acciones para hacerlas eficaces. Las políticas macroeconómicas deben regular los movimientos de capitales, dirigir la política comercial y fijar los «precios macro» (tasa de interés y tipo de cambio) compatibles con el propósito productivista. Políticas públicas como la capacitación de la mano de obra, la difusión del conocimiento técnico, el cuidado de las infraestructuras y el apoyo a las pequeñas y medianas empresas constituyen bases firmes para el crecimiento.
Son muchos y variados los temas de economía que abarca el estudio de Ffrench-Davis, imposibles de tratar a todos en la brevedad de un artículo. Pero nos detendremos en una cuestión que ahora es motivo de preocupación en la Argentina: «Los efectos potencialmente perniciosos de absorber demasiada financiación externa durante varios años, con una composición propensa a la volatilidad». Estos flujos de capital internacional, en su mayoría de corto plazo, sufren bruscas fluctuaciones y han dado lugar a un crecimiento exagerado de la deuda externa. Cuando en 1995 se produjo el «efecto tequila», países considerados «exitosos» por los mercados financieros, como México y la Argentina, que habían aplicado políticas muy permisivas respecto de la entrada de capitales, sufrieron los efectos más negativos. En cambio Chile, que había aplicado políticas de regulación sobre el ingresos de capitales a corto plazo e intervino activamente para impedir la excesiva apreciación del tipo de cambio, pudo evitar los efectos de la crisis financiera. Justamente, es el ejemplo de Chile el que sirve al autor para demostrar la eficacia que tuvieron las correcciones aplicadas por los gobiernos democráticos a la dura estrategia neoliberal implantada durante la dictadura del general Pinochet. La aplicación de una política cambiaria activa, la supervisión del sistema financiero, la regulación de los flujos de capital y, en general, una gestión macroeconómica activa, «contraria a la moda predominante a principios de los años noventa», desempeñaron un papel decisivo para la estabilidad y el crecimiento del país vecino.
Para cerrar esta nota, en este llamado a confiar más en los hechos empíricos que en las profesiones de fe, resulta oportuno atender a la siguiente reflexión de Oskar Lafontaine: «Las cifras de desocupación dicen mucho de la política financiera y económica. Si estas cifras suben permanentemente, es que la política financiera y económica es errónea. Todo lo demás es cháchara ideológica que sólo sale fácilmente de la boca de aquellos a quienes el desempleo no afecta o de quienes están bien situados en un sistema económico con subempleo como el existente».
Una de las consignas más repetidas por los partidarios del credo neoliberal es que no existen alternativas al "modelo". Toda pretensión de corregir el "único camino" es caracterizada como deriva populista, de raíz nostálgica y necesariamente ineficaz. Se jactan de que no existen otras propuestas concretas de política económica que sean "amigables con el mercado". Pero la economía no es una ciencia exacta y los fenómenos económicos no están articulados mediante relaciones rígidas de causalidad. Son cambiantes a lo largo del tiempo y las variables se influyen de modo recíproco (reflexibilidad), de manera que sostener la existencia de un único paradigma es insuflar en la economía un postulado religioso. Estos predicadores se asemejan a los malos entrenadores de fútbol, que mantienen un rígido esquema de juego sin adaptarse al cambio de las circunstancias o a la estrategia del rival. La caracterización más suave que se puede aplicar a esta manera de pensar es la de su extrema ingenuidad.
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