“La Escuelita”: admitió que el segundo de Inteligencia del Ejército

Uno de los acusados, Jorge Molina Ezcurra, admitió que era el segundo en el Destacamento de Inteligencia 182, donde se definíael destino de los detenidos en la dictadura del 76, en la región.

 

 

 

El coronel de inteligencia retirado del Ejército, Jorge Molina Ezcurra, se reconoció ayer como el segundo al mando en el Destacamento de Inteligencia de Neuquén (D182), donde se dirimía el destino de los detenidos-desaparecidos durante la dictadura militar en la región.

Fue en la etapa de indagatorias del V Juicio de “La Escuelita”, por las denuncias de Félix Oga y Alipio Quijada, secuestrados y torturados en 1976 y 1977, que se realiza en avenida Argentina al 1.600.

De los siete acusados cuatro hablaron ayer y ninguno aceptó preguntas. Todos rechazaron haber participado en los secuestros o tormentos de las dos víctimas.

“Le quiero decir al Ceprodh que cuando el jefe del destacamento se ausentaba, era yo el que estaba, yo lo reemplazaba. Aunque Gómez Arena (Mario, coronel retirado y fuera de proceso judicial) en tres años nunca se tomó un mes de licencia”, admitió sorpresivamente Molina Ezcurra, en la etapa final de juicio.

Su revelación fue parte de lo que la fiscalía y querellas con testimonios de ex conscriptos (o el de las propias víctimas) buscaron probar en diferentes juicios, en especial para develar cómo funcionaba en la trama de jerarquías y mandos en la clandestinidad, que manejó la represión política y la tortura en 1976 y 1977.

Molina Ezcurra era el jefe de Raúl Guglielminetti y otros civiles y militares que operaban en los secuestros y participaban de los interrogatorios con picana eléctrica o a los golpes en “La Escuelita” y la delegación de la Policía Federal .

Sergio San Martín y Jorge Di Pasquale, también oficiales del mismo destacamento, están acusado por ambos casos. San Martín no quiso declarar y Di Pasquale desconoció la idoneidad del tribunal para juzgarlo y agregó que no había pruebas de su participación en el caso de Oga ni en el de Quijada.

El comisario rionegrino Antonio Camarelli insistió en la inexistencia de la designación como jefe de subzona militar que figura en su legajo y aportó una circular de julio de 1976 que dijo que reafirmaría “esta trama de autores intelectuales que usaron la resolución inválida e inexistente para acusarme” en las diferentes causas.

El jefe de la comisaría de Cipolletti en 1976 dijo que insistirá con su postulado de que “la comisaría de Cipolletti nunca fue un centro clandestino. Nosotros nunca torturamos a nadie y vamos a luchar porque se saque esa ominosa placa”, en referencia a la señalización que hizo el programa nacional de Sitios de la Memoria.

 

“Hay que preservar

lo que se reconstruyó”

Orlando “Nano” Balbo volvió ayer a declarar sobre las torturas sufridas en la delegación de la Policía Federal en marzo de 1976, tras el golpe de Estado. La descripción que hizo del centro clandestino fue idéntica a la que había detallado Félix Oga, pese a que no se conocían en 1.976.

El sótano inundado, la escalera en la que esperaban esposados previo a la tortura, las oficinas y los detalles del lugar donde perdió la audición a causa de los golpes dados por Raúl Guglielminetti, fue la misma que ofreció Félix Oga en octubre.

“Hay que preservar lo que se logró reconstruir; no todo lo que pasó se pudo conocer; quedan zonas negras y por ellas transitan fantasmas. El caso Maldonado por las zonas negras y que no se puede aclarar por falta de voluntad política de quienes ejercieron esa represión”, dijo Balbo.

 


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