Ni siquiera aquella fonda

Redacción

Por Redacción

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CARLOS TORRENGO carlostorrengo@hotmail.com

Quien escuchó ayer a De la Rúa llega a una conclusión: la fonda El puchero misterioso tenía más affectio societatis que la Alianza que él lideró y que lo llevó a presidente. Porque aquel espacio ficcional creado por un célebre escritor argentino tenía tumulto, entrevero. Pero también códigos. La composición de su único plato estaba preñada de neblina e interrogantes. Pero su cocción era sincera. Franca. Noble. Leal. Nada de eso en la Alianza. Lo dejó claro ayer Fernando de la Rúa en la ampliación de su indagatoria. Se defendió desde un convencimiento: haber sido blanco de una conspiración. Un proceso que no definió en esos términos. Pero que explicó en esa línea. Maquinación de la que incluso imputó a hombres esenciales del esquema de poder que timoneó. Entre otros, Carlos “Chacho” Álvarez, vicepresidente; Rodolfo Terragno, jefe de Gabinete. Sin severidad de verbo pero con determinación dijo, por caso: –Con su renuncia a vicepresidente intentó que la gente saliera a la calle a defenderlo… buscó otro 17 de octubre. Meses después quería volver como jefe de Gabinete. Vino Aníbal Ibarra a plantearme el caso. No quise. No carecieron de solidez las argumentaciones con que denunció las contradicciones de quienes alentaron el caso coimas. Abogado, ha estudiado la causa con tenacidad de carbonero británico. Llegó incluso a consultar la legislación que rige el trabajo de estibadores portuarios para demostrar que Pontaquarto “no podía llevar 55 kilos en dos maletas más una caja” con el dinero para pagar las coimas. “¿Cómo hizo?”, se preguntó. Para fundamentar la existencia de conspiración, enganchó muchos eslabones. Todo habría comenzado en enero del 2000, con Hugo Moyano anticipando que, de aprobarse la ley, se debería a la existencia de corrupción. El resto, a juzgar por De la Rúa, lo hicieron “Chacho”, Terragno, Antonio Cafiero, los medios y etcétera, etcétera. Desmenuzó las columnas de Joaquín Morales Solá sobre el tema. “Dice lo que sospecha, nada más”. Y acotó De la Rúa: “A mí me dijo: ‘No sé por qué se armó tanto lío por esto en el Senado’”. Mucho sobre unos y otros. Casi apoyándose en el tradicional “mito conspirativo” que siempre signó a la historia argentina. Pero en clave a un convencimiento que lo sostiene: la dificultad de probar la existencia de coimas. “Sólo hay palabras”, dijo De la Rúa. Se defendió con desigual calidad de argumentos. Y desde una realidad que lo estruja. La sintetizó en una reflexión de la periodista Graciela Mochkofsky: “La gente ya juzgó”. Sabe que su vida política está incinerada. Y que, como lo insinuó ayer, quizá pase a la historia como “el presidente dormido”.


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