Ni una sola lágrima en los barrios judíos

Algunos lo celebraron abiertamente y otros no esperan ningún cambio o dejaron entrever su preocupación, pero nadie en los barrios judíos de Jerusalén derramó una sola lágrima por la muerte de Yasser Arafat.

«Estoy contento de saber que murió ese tramposo que nos había hecho creer en la paz pero continuaba siendo un jefe terrorista», admitió un cafetero de la estación central de bus de Jerusalén, Shimon Ben Ezra, de 66 años. «Espero que luego de su desaparición los palestinos tengan un nuevo equipo y podamos trabajar de nuevo con nuestros primos árabes como lo hacíamos antes de la Intifada», continuó.

Este hombre odia particularmente a Arafat porque lo considera responsable de la pérdida de su puesto de trabajo en un hotel de Jerusalén, tras la crisis del turismo en Israel como consecuencia del levantamiento palestino de septiembre de 2000.

Un taxista, Yoram Abergel, de 35 años, no oculta su alegría. «¡Lindo problema nos sacamos de encima! Estoy muy contento de que ese dictador que mató a tantos judíos haya desaparecido», afirmó. Abergel espera que los palestinos designen a «un mejor rais en lugar» del histórico jefe de la OLP (Organización para la Liberación Palestina) que murió el jueves en París. Este taxista también detesta a Arafat, aunque po otro motivo muy diferente: resultó herido en el Líbano tras la invasión israelí para destruir a la OLP dirigida por el fallecido líder palestino. Sin embargo, su herida remonta a 1987, cuatro años después de la partida de Arafat de Beirut.

En el mercado central de Jerusalén Oeste el sentimiento es el mismo. Para Alexandre, un joven soldado con su fusil automático a cuestas, «Arafat era verdaderamente demasiado extremista, demasiado obstinado». «Espero que las cosas estén mejor con su sucesor», dijo.

En cambio, un estudiante secundario, Nahum Nahum, de 17 años, está preocupado por el futuro. «Ahora va a ser peor, porque los palestinos perdieron a su dirigente y nos van a acusar de ser responsables de su muerte», señaló, en alusión a los rumores según los cuales Arafat fue envenenado, desmentidos sin embargo por la propia Autoridad Palestina. Sólo una joven empleada de un café, Ortal Maman, de 20 años, manifestó su pena, aunque casi con vergüenza. «No sé porqué, pero estoy triste. Quizás porque estábamos tan acostumbrados a ver a Arafat, aunque fuese nuestro enemigo», dijo esta joven. (AFP)

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