Niñas violadas en Loncopué esperan que el STJ se expida
Una madre denunció que sus hijas de 9 y 6 años fueron violadas por el dueño del campo donde vivían. Luego de largas demoras en la justicia, el caso llegó a juicio. El acusado fue absuelto. El fiscal de la causa, que había solicitado 14 años para él, elevó el caso al Tribunal Superior de Justicia de Neuquén formulando un pedido de casación. El máximo tribunal aún no se ha pronunciado. Las víctimas reciben asistencia de la Pastoral y de la Red de Violencia Familiar.
por SUSANA YAPPERT
sy@patagonia.com.ar
LONCOPUE (Especial) ¿Será una paradoja que la santa del lugar sea Laura Vicuña? Porque Laura Vicuña, beatificada por Juan Pablo II, ofreció su muerte a Dios antes que ser abusada por su patrón. No hace mucho y a pocos kilómetros de donde ocurrió aquella historia, se dibujó otra con puntos en común. Un matrimonio vive con sus hijas en un campo. El padre de familia hace 25 años que es peón allí pero nunca habría cobrado un sueldo. El patrón les dio un rancho, les permitió tener sus cabras y la mujer y sus dos hijas le hacían de servicio doméstico.
Un buen día, la madre de las niñas le contó al sacerdote del lugar que el patrón violaba a sus niñas de 6 y 9 años. Desde entonces, se desató una batalla entre el acusado de abusador, absuelto por la Justicia hace meses, y las víctimas. Pero no sólo ellos participan de esta historia macabra; se intercalan discursos que vale la pena considerar: Por una parte, en estos lugares y en cientos de parajes de este sur, se «naturaliza» a grados escalofriantes el abuso d menores y de mujeres; y por otra, la familia sigue viviendo en ese campo porque no tiene dónde ir. Este hecho hace que parte de la población del lugar termine por juzgarlos a ellos.
Pero vayamos por partes.
Loncopué es una localidad de unos 5.000 habitantes que se dedican mayormente a la cría de ovejas y cabras. El párroco de la localidad, José D'Orfeo, hace 20 años que atiende su parroquia y 25 que lo ordenó monseñor Jaime De Nevares. Con «Don Jaime»-como lo recuerda- José dio sus primeros pasos en el barrio San Lorenzo, pasó una temporada en Piedra del Aguila y finalmente fue nombrado párroco de Loncopué. En 1997 el sacerdote puso en funcionamiento la Red de Violencia Familiar. Desde entonces recibió muchas denuncias.
Así comienza el padre José a narrar el caso de estas dos menores que fueron violadas. Un día- cuenta- hace meses, llegó la madre de las nenas a hablar con él. La conoce hace años . «Evidentemente ella no se animaba a contar porque primero me dijo que venía a denunciar que hacía 25 años que su marido trabajaba en un campo y el patrón no le pagaba. Este señor le permitía que
estuviese en un rancho con su familia y tener su cabritas allí, pero por sus servicios de peón no le pagaba un peso. Cuestión que sospeché que había algo más, porque si no habían hecho nada en 25 años para resolver la situación laboral me daba qué pensar. Y así fue; del tema laboral pasó a contarme el tema del abuso del patrón hacia sus hijas de 6 y de 9 años. Supongo que esta mujer -una familia muy pobre y humilde- sintió temor de contar. Primero, los casos de abusos sexuales en estos parajes están -digamos- como naturalizados para infinidad de gente muy humilde que calla porque históricamente no tuvo ni tiene cómo defenderse. Segundo, en este caso específico, hay mucho temor porque el acusado es el típico matón armado.»
Sigue narrando el sacerdote: «Intenté explicarle a esta mujer que lo que me contaba era gravísimo pero no quise que me diera detalles a mí porque ella estaba muy avergonzada. Por eso le pedí que hablara con una misionera que trabaja conmigo, Viviana. Luego hizo la denuncia».
Viviana Vaca, trabajadora social y misionera, es una de las integrantes de la Red de Violencia de la Pastoral de Loncopué. Ella cuenta cómo iniciaron el trámite judicial y -sin disimular su estupor-, el resultado del mismo: «Acompañé a la señora y a las nenas a hacer la denuncia y la revisación. Ellas contaron como pudieron a los peritos forenses, quienes constataron que las nenas habían sido violadas pero como no estaba el semen porque el último abuso había ocurrido hacía un mes, todo se empantanó. El hecho de que no encontraran el semen del abusador parece que pesó porque el juez a cargo de la investigación, Dr. Domínguez, tardó más de un mes en ordenar la detención del acusado.¡¿Y sabés lo que dijo el juez- pese a que los forenses constataron que había existido el abuso y que las nenas contaron que las violaciones protagonizadas por este hombre eran crónicas- ¿Sabés que dijo?!, interroga con bronca indisimulable, 'Yo lo único que sé es que hubo dos menores que tuvieron relaciones sexuales' ¡Eso dijo! ¡Por Dios, estamos hablando de una nena de 6 años y una de 9! ¿Cómo puede decir semejante cosa?!», se pregunta indignada.
En el pueblo conocen al acusado. Tanto el párroco como la gente de la Red de Violencia lo describen como un «típico matón» que anda con un palo y que infunde miedo en la gente. Este hombre cosechó denuncias de mujeres que han sido sometidas, violentadas y apaleadas por él. Agregan que el acusado no es un tipo que tenga gran poder económico, no es un estanciero, sólo tiene un campo y suficiente dinero como para pagar a dos abogados.Quienes acompañaron la denuncia, Viviana y el Padre José, no se explican cómo la Cá
mara de Apelaciones en lo Penal (Cámara Multifueros de Zapala), a través de los jueces Martínez, Medina y Rodeiro, absolvieron en junio de 2005 al acusado. Un magistrado de ese tribunal explicó que no tuvieron pruebas suficientes para condenarlo.
Luego del juicio y la absolución, el padre José hizo una carta abierta publicada en «Río Negro» bajo el título «Maldita Justicia», en la que denunció al Tribunal. Este le contestó en otra carta de lectores (publicada en el matutino el 12 de julio) acusando al sacerdote de injurias y calumnias, afirmando que él nada podía saber del caso si no había participado del juicio. Cosa que el sacerdote desmintió diciendo que no sólo acompañó a las víctimas sino que fue testigo en el juicio.
Con respecto a los otros actores que participan de este caso, debemos mencionar a los organismos de Estado. Cuando la madre de las víctimas hizo la denuncia de la violación de sus hijas, Acción Social al parecer no hizo nada. Sólo cuando el caso trascendió en los medios alguien del gobierno se inquietó y llamó a la parroquia. «Hasta ese momento -apunta el sacerdote- le estábamos haciendo el trabajo a la municipalidad, a la policía, a gendarmería y a al gobierno».
Un siniestro precedente
Muchos se preguntan por qué el padre José, si ha recibido tantas denuncias desde 1997, se ocupó con uñas y dientes de este caso. Responde: «Porque es gente pobrísima, no puede pagar un abogado para que la asesore. Muchos de los casos que llegaron aquí pudieron ser atendidos por el Estado, pero ellos son completamente indefensos, es gente pobre sin justicia. Para mí fue muy grave la resolución judicial y no sólo por las nenitas sino porque dejaron un precedente siniestro para la gente que sufre. ¿Quién se va a animar ahora a denunciar si el violador hoy se nos ríe en la cara?», se pregunta.
A todo esto, el fiscal que defendió a las menores y que había solicitado 14 años para el acusado, luego de su absolución elevó el caso al Superior Tribunal de Justicia de Neuquén con un recurso de casación. Hace varios meses el padre José y Viviana Vaca viajan a Neuquén capital para ocuparse personalmente de los próximo pasos. Como primera medida se entrevistaron con el fiscal del Superior Tribunal, Alberto Tribug, quien les dijo que pasadas las elecciones de octubre podría haber novedades y que hay posibilidades de que el tribunal declare la admisibilidad de casación, es decir, la anulación del juicio. A cinco meses de la elecciones, aún no hubo avances en la causa.
En tanto, y luego de la absolución de acusado, la vida de la familia víctima se ha convertido en otro calvario. Durante el juicio, esta familia tuvo que salir del campo que ocupaban junto a sus 50 chivas. Les prestaron un lugar pero transitoriamente. Las nenas pudieron retomar la escuela porque la parroquia gestionó que ellas y sus padres habiten una casa que Educación tenía al lado de la institución educativa. Pero la pesadilla no terminó. El acusado de violarlas las rondaba todo el tiempo. «Pasaba despacio en el auto, amenazante y riéndose de ellas». La trabajadora social muestra una enorme preocupación por esto y sobre todo porque «la gente de campo es buenísima pero cuando se harta agarra el cuchillo. Me canso de decirles que esperen que la justicia actúe, no sea cosa que pierdan la paciencia y terminen ellos presos…». La misionera cuenta que si bien los están cuidando, viven atemorizados. «Si ves a las nenas, conocerás la cara de la humillación, afirma. La madre fue muy valiente en denunciar porque el padre tenía y tiene un jabón bárbaro. Tienen miedo que este hombre los mate». A la familia, todos víctimas de esta historia, les ofrecieron ocupar una tierra, pero a dos horas a caballo del pueblo. Si iban allí las nenas iban a dejar al escuela, de modo que siguen teniendo sus chivas en el campo del acusado, o las que quedan porque el victimario poco a poco les va diezmando el ganado.
Aldana Diez, Psicóloga del Hospital de Loncopué e integrante de la Red de Violencia, reconstruye la vida cotidiana de las nenas. Las visita todas las semanas hace un año, intentando achicar sus heridas psíquicas.
«Normalidad siniestra»
Aldana vive hace un año en Loncopué, creció en Buenos Aires y luego de trabajar unos meses como psicóloga en el Hospital de Plottier, llegó al norte neuquino.El primer caso que atendió fue el de estas menores, aunque confiesa su asombro por la cantidad de casos de abusos sexuales que atendió desde su llegada. «El tema del abuso sexual es alarmante. Yo atendía en una escuela albergue de Plottier y allí era muy frecuente. Aquí en el norte neuquino también. Por eso lo grave de la absolución de este hombre es que con ella se alimenta la idea de que estas cosas son «normales» y esta «normalidad» siniestra hace que los hechos como estos se repitan».
«El caso de estas nenas- explica- no sólo incluye el abuso sexual; viven una situación de muchos derechos vulnerados. Son niñas que trabajan. El hombre acusado de violarlas, también les pegaba y las obligaba a trabajar de servicio doméstico en su casa. Y como esta gente tuvo que volver a ese lugar a vivir porque el Estado no les ayudó, la condena social en lugar de dirigirse a este hombre se dirige a ellos. Yo creo que a la larga la familia se va a ir, pero su decisión es entendible, no tienen dónde ir y tienen miedo de cambiar. Es gente que toda la vida vivió en un mismo sitio, para ellos es sumamente estresante ir al pueblo, ni hablar de lo que significa cambiarles el mundo».
Esta joven psicóloga resume el presente de estas niñas. Cuando conoció a las nenas, le preguntó a la mayor qué cosa le haría sentirse mejor. La nena, hoy de 11 años, no dudó un instante: «Estaría mejor si ese hombre estuviese preso».
Notas asociadas: El fallo: «Las dudas son muchas» OPINION: Desnaturalizar lo aberrante
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