Niños y niñas informándose

Por Eva Giberti

Una auspiciosa experiencia se incluyó en las calles de la Capital Federal: la intervención de chicos y de chicas, púberes y aún más pequeños, colaborando con la lucha contra el virus VIH en el día internacional dedicado al sida.

Lo auspicioso del hecho reside en la presencia de los chicos integrados en esta lucha, lo que implica información, es decir, responsabilidad de la familia y de la escuela.

Históricamente el sida no se mencionaba como un tema de diálogo fácil: formaba parte de “lo que no se habla”. Inclusive la escuela, a pesar de las disposiciones ministeriales y municipales, se acoplaba al silencio. “Este tema no existe” parecía ser el mensaje de los adultos.

Esa lógica del silencio encubridor suele fracasar con los chicos que son socios fanáticos de las pantallas de tevé. Recordemos que cuando comenzó la epidemia entre nosotros, la tevé cultivó las informaciones más destempladas que pudo rastrear. Actualmente aminoró lo escandaloso de sus títulos, pero en lo referente a la información, los chicos sintonizan -o escuchan por casualidad- los comentarios y recomendaciones de los especialistas, al mismo tiempo que debido a las campañas destinadas a la prevención, visualmente incorporan la tersa y elástica transparencia de un preservativo enfocado a contraluz.

Estas experiencias visuales se acompañan con dibujos y con textos publicitarios que mencionan al sida, escritos con letra muy grandes y en color, propias de las campañas preventivas, de manera que los niños y las niñas incluyen la palabra sida en su mundo representacional junto con los íconos del preservativo y de las jeringas descartables.

La velocidad y eficacia de dicha incorporación suele pasar inadvertida para aquellos adultos que no claudican en sus ilusiones acerca de la niñez como etapa evolutiva disociada de la realidad.

Resultó difícil acomodar nuestros pensamientos para reconocer el fracaso de la ciencia: el virus se resiste a retroceder y parecería que su expansión por el momento no puede detenerse. La alternativa, en clave de esperanza, reside en la prevención, y para prevenir es preciso explicarles a los cinco cómo se produce la infección y además enseñarles cuál debe ser el trato que merecen quienes están enfermos o infectados con el virus.

Cuando, utilizando la excusa de no angustiar a los chicos, se pretende describir una realidad pacífica, encantadora, ajena a los hechos cotidianos, se desconoce el registro que ellos tienen del mundo que los rodea. Durante décadas se insistió en educar sin incluir en las currículas datos correspondientes al momento histórico en el cual los niños y las niñas crecen, cuidando no incorporar conflictos excesivamente cercanos. De ese modo se construía una realidad ahistórica y acrítica, bloqueando el ejercicio de la inteligencia y el juicio crítico de los chicos; también se anulaba o postergaba la posibilidad para que ellos cotejaran los problemas del mundo circundante con sus propias experiencias de vida.

Suponer que los chicos constituyen una categoría pre-política arriesga desentenderse de algunos de sus intereses y de sus preocupaciones; y también implica suponer que no forman parte de las variables que influyen en la construcción de las políticas. Esta suposición significa imaginar a los niños abroquelados en las características que “les correspondería” asumir por no ser adultos: inocencia, ingenuidad, irracionalidad, y otras de la misma índole.

Las limitaciones que los procesos cognitivos y judicativos encuentran en el ámbito de la vida privada, debido a la indiferencia de algunos padres, o la falta de paciencia de otros, y a la fatiga de muchos, o al desconocimiento respecto de innumerables temas de actualidad demanda más que ajuste, una corrección cuando se trata de un tema un alcanzó la gravedad del sida. Hablando de estos temas se construye el territorio necesario para la socialización de niños y niñas como ciudadanos que disfrutan de su derecho de aprender, de informarse, de pensar y discutir acerca de lo aprendido. Se entrenan en construir la capacidad deliberativa que resulta de reflexionar en conjunto, aportar argumentos en pro y en contra de los contenidos y sacar conclusiones. Al mismo tiempo que el mundo emocional enlaza con nuevas vivencias -de asombro, temor, admiración o esperanza- los temas que el mundo actual propone.

No se trata de narrar de manera sádica los hechos dolorosos que impregnan las vidas de las personas enfermas e infectadas, pero si hablar de ellas; la nueva tarea de los adultos reclama situar a los chicos en los meridianos de un país que sobrelleva determinados problemas y que desarrolla modelos culturales con estadísticas que incrementan el registro de las víctimas, cada vez más jóvenes.


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