No alcanza con palabras…

por CARLOS SEGOVIA

Especial para «Río Negro»

En el mes en que se cumplen 30 años del golpe militar del 24 de marzo de 1976, el jefe de la Aeronáutica formuló declaraciones reconociendo la responsabilidad que le cupo a esa fuerza durante la dictadura que asolara al país a partir de aquel nefasto día.La actitud del brigadier Eduardo Schiafino es coincidente con la que realizara en 1994 el general Martín Balza en nombre del Ejército y en 2004 el almirante Omar Godoy por la Marina, con lo que se completa esta suerte de trilogía castrense de «meas culpas».

Este nuevo reconocimiento de responsabilidades militares por el asalto institucional y las graves violaciones a los derechos humanos , que parece ser el máximo esfuerzo que las fuerzas armadas han dispuesto tributar frente a la sociedad por las graves consecuencias que generaron con su criminal accionar, tiene un valor escaso y suena a retórica hueca cuando no se acompaña con hechos que muestren un compromiso concreto con lo que enuncian.

La Justicia determinó claramente que la política genocida que llevaron adelante las Fuerzas Armadas, incluso en sus procedimientos clandestinos e ilegales, fue institucionalmente planificada a través de órdenes superiores, infraestructura, logística y demás elementos que requerían de registros y archivos. Y así también lo sostuvieron reiteradamente los jefes militares, como lo hizo el general Omar Riveros el 24 de enero de 1980 en la reunión 705 de la Junta Interamericana de Defensa al presentar el informe sobre la situación argentina : «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores; nunca necesitamos de organismos paramilitares… Esta guerra la condujeron los generales, los almirantes, los brigadieres».

Al dejar de lado esta situación tan importante y no actuar consecuentemente la autocrítica del brigadier Schiafino , al igual que la que formularan en su momento Balza y Godoy , discurre más por lo efectista que por lo positivo. Igual que sus pares no aporta nada nuevo que pueda servir para conocer la verdad y la suerte de los desaparecidos; no brinda ningún elemento que pueda resultarle útil a la Justicia para esclarecer y determinar las sanciones que merecen los autores de esos crímenes de lesa humanidad.Transita el mismo camino que han llevado adelante las diferentes conducciones de las tres armas desde la restauración de la democracia en cuanto a su negativa a brindar informaciones serias sobre las acciones delictivas ejecutadas durante el Proceso.Actitud que tiene su correlato y se expresa en toda su miseria moral en la conducta reticente o de fingida ignorancia que muestran los militares cuando son llamados a declarar ante los tribunales.

La participación de la Fuerza Aérea en el Terrorismo de Estado quedó ampliamente acreditada tanto en el Juicio a las Juntas como en el Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.Sus miembros integraron el Grupo de Tareas 4 (GT 4) y Fuerza de Tareas 100 (FT 100) ,con jurisdicción exclusiva en los partidos de Morón, Merlo y Moreno en provincia de Buenos Aires, responsables de numerosos secuestros , desapariciones y asesinatos de ciudadanos. De la Aeronáutica dependieron más de 20 centros clandestinos de reclusión de prisioneros, entre ellos la tenebrosa «Mansión Seré»; el del Hospital » Dr. Gervasio Posadas» ; el de la Base Aérea de Mar del Plata, llamado «La Cueva», donde fueron asesinados varios abogados en el operativo conocido como «La Noche de las Corbatas», entre ellos Jorge Candeloro, secuestrado en Neuquén junto a su esposa Martha García en junio de 1976. Hombres de la Aeronáutica tuvieron responsabilidad en los crímenes de Chamical del que resultaron víctimas los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias y el obispo Enrique Angelelli.

Sin embargo sobre estos hechos , sus circunstancias y sus responsables nada aclaró el jefe de la Fuerza Aérea , a pesar de sostener enfáticamente en su «mea culpa» que en la institución que representa «no hay solidaridad con el delito, la tortura y la cobardía», afirmación que, si se es coherente , obliga a dar pruebas de ello.

Además, y no es una cuestión menor, si lo que se pretende con esta autocrítica es mostrar una ruptura con el militarismo golpista y genocida el brigadier Schiafino debe darle a la sociedad señales más concretas y demostrativas que unas pocas palabras de circunstancias.

A treinta años de la tragedia el discurso del arrepentimiento suena poco sincero y carente de ética cuando no se muestra nada que acredite serios propósitos de cambio, como sería entregar toda la información valedera que registre la Fuerza Aérea de su participación durante la dictadura ayudando así impulsar la Verdad y la Justicia , condiciones necesarias para afirmar la convicción de la sociedad en el Nunca Más.


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