No aparece el joven herido por policías cipoleños

CIPOLLETTI (AC).- Mientras que seguía anoche siendo un misterio el paradero del chico de 20 años baleado el jueves por la policía con perdigones antidisturbios en su casa del barrio Alanis, la titular del juzgado de Instrucción Penal 23, Alejandra Berenguer, trabaja en la causa abierta para determinar las responsabilidades en el sonado caso.

Respecto de este tema idóneos del Departamento Criminalística de la policía estuvieron ayer en el domicilio de Uspallata 74, donde el joven vive con sus padres, Cristina Asin y Héctor Figueroa, y tres hermanitas de 22, 21 y 12 años, tomando huellas en la pared donde habría estado el policía que disparó, en el techo donde se había refugiado el muchacho a tres metros de distancia y del sector donde cayó, envuelto en sangre y con perdigones y el casquillo del cartucho incrustados en la parte inferior de su pierna izquierda.

El comisario inspector Alberto Avallay, jefe de la comisaría Cuarta, unidad de la que dependen los efectivos que tomaron parte del incidente en el que resultó herido el menor, reiteró que el uniformado involucrado de forma directa le comentó que el disparo había sido en forma «accidental».

Según Avallay, el jueves a media mañana en la comisaría se recibió un llamado telefónico donde se alertaba sobre la presencia de dos personas sospechosas, por lo que concurrió un patrullero, cuyos efectivos vieron a dos muchachos, uno era el posteriormente herido y el otro un amigo. El joven miembro de la familia Figueroa-Asin se asustó, dado que padece trastornos y se había ido de un centro de rehabilitación de Plaza Huincul, y corrió hacia su casa.

Los policías presupusieron que estaban ante un sujeto sospechoso que se resistió a la autoridad, dieron parte a su unidad de lo que ocurría, llegaron otros uniformados -no fueron más de siete en total, dijo Avallay- y entraron a la casa para ubicar al chico sin orden de allanamiento porque en este punto los habilita el Código Procesal Penal de Río Negro en su artículo 211.

En esas circunstancias a uno de los policía se le habría «disparado accidentalmente» su Itaka.

Empero, lo que asegura la madre del chico, un tío, su hermana y otros testimonios no concuerdan para nada con la versión oficial, porque acusan a los uniformados de actuar «como en la época de la dictadura militar», y que el que tiró lo hizo adrede, apuntando, y no cedió pese a las advertencias de la familia, aparte de otros severos cuestionamientos.

Cristina Asin tenía previsto ayer efectuar una denuncia Penal contra todos los policías que participaron en la persecución y agresión a su hijo.

Pese a algunas versiones sobre un inminente pronunciamiento, había hasta anoche un sugestivo silencio en el Consejo de Seguridad Ciudadana que preside el empresario Oscar Edorna respecto de este caso donde está involucrado un hijo de familias pioneras en la ciudad.

Luego de recibir las heridas de los perdigones, el joven de 20 años, fue llevado en ambulancia al hospital. A las 15 del mismo jueves se deslizó por una ventana de la sala de Terapia Intermedia en la que estaba internado hacia la calle Sáenz Peña, tomó un taxi y fue hasta la casa de su novia, en las 1.200 viviendas. Hasta allí llegó la policía pero el muchacho ya no estaba y hasta anoche su paradero continuaba siendo desconocido.