“No le será fácil cambiar hábitos, pero tiene un personal valioso”

Salud pública, tema de preocupación y desvelo en cualquier Estado, época y sociedad. Aunque me referiré tan sólo y exclusivamente al hospital de Ingeniero Huergo, que visité hace muy poco con el propósito de saludar y felicitar a un gran amigo y nuevo director de ese nosocomio. “Desastre” sería un calificativo quizá muy duro, por eso me atrevería a emplear el término desorden o desprolijidad, o simplemente desinterés general, producto de la falta de operatividad por parte de quien hasta hace poco conducía –si así se puede decir– esta institución de la salud, quisiera creer como consecuencia de la ausencia y desidia del gobierno de la provincia. Hasta dudo de si cada uno de los tantos empleados que por allí se veían tendrán en claro sus verdaderas funciones y obligaciones a cumplir. Más aún, creo que lo que allí más debe primar es el voluntarismo, que unido a la preparación profesional de cada uno de ellos, fuerza, sacrificio y amor a sus semejantes, seguramente, habrá logrado que esto funcione como un hospital. Lógicamente es una apreciación personal, pues desconozco la organización interna y respectiva modalidad de trabajo, aunque quizás sea más conveniente no conocerla, porque cuando no hay claras líneas de trabajo cada uno hace lo que puede o lo que quiere, por eso estoy dispuesto a aceptar cualquier corrección si en algo me estoy equivocando. De cualquier modo, puedo asegurar “que lo que sobra no reemplaza lo que falta”. Por comentarios de los empleados, por ejemplo, supe que no existía donde pudiera fichar el personal ni un libro donde figurara la hora de ingreso y egreso de los mismos, por lo que valga la pregunta: ¿qué registros se consultaban para conocer la hora de llegada y retiro del personal, los presentes, las horas extras o cualquier novedad de importancia?, ¿de dónde extraía datos quien debía cumplimentar las planillas de información para el cobro de los haberes? Pero quiero hacer mención a otro detalle que me llamó la atención ese día que fui a saludar al Dr. Altamirano, el nuevo director del hospital. Me recibió en un pequeño espacio que parecía haber sido en algún momento una cocina, con bacha y canilla; bajo la mesada se observaba un cúmulo de papeles y otros recipientes que se emplean para la higiene y necesidades de los enfermos y otros objetos que no recuerdo –algo parecido a un depósito–. Esto había sido el despacho que por tantos años los anteriores directores habían destinado como su “lugar privado de trabajo”, con una silla blanca de plástico, de escritorio –estimo– se usaría la mesada y unas latas de pintura que también servían de asientos. Sinónimo: deplorable. El Dr. Altamirano me saludó con una sonrisa, pero con cierta incomodidad me invitó a salir hasta el pasillo para conversar; al menos era un lugar más agradable. Sr. vecino de Ing. Huergo: si el recinto del director se encuentra en estas condiciones, se imagina usted cómo se encontrará el resto de las dependencias del personal que allí trabaja. Al Estado provincial: el trabajador debe estar cómodo en su tarea; su rendimiento, su estado de ánimo y su trato para con aquellos que deben asistir al hospital dependen de ello. El director, la máxima autoridad de un hospital, se merece, a mi parecer, un lugar digno y apropiado. Tamaña responsabilidad la de nuestro gobernador: revertir esta situación que se debe repetir en todos los hospitales de la provincia. Escombros que dejó el gobierno anterior, dijo alguien sin equivocarse. Al Dr. Altamirano: le deseo una exitosa gestión; no le será fácil cambiar hábitos tan arraigados y de tantos años, pero cuenta con un personal valioso, comprometido y profesional, que seguramente colaborará para que en Ing. Huergo tengamos el hospital que todos esperamos. Porque la salud no es sólo un derecho sino una obligación de todos. Dardo Néstor Del Pino DNI 7.579.988 Huergo


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