«No les gustó que yo meneara la soga en la casa del ahorcado»

Días atrás, José Luis Rodríguez habló bien de la gestión de la defensora del Pueblo Ana Piccinini, convertida por la administración Saiz en blanco de ira. Y acotó que, de ser precandidato a gobernador, no descartaba elegirla como compañera de fórmula. Fue mucho: el gobernador lo echó del gobierno.

– Durante estos días usted procuró una entrevista con el gobernador Miguel Saiz para expresarle cuál es su posición ante la decisión que adoptó de sacarlo del gobierno. La entrevista no fue otorgada. Es más, no fue él quien le dijo que se fuera, usted se tuvo que enterar de la decisión por un funcionario. ¿Cómo lee esa conducta del gobernador? ¿Siente que no quiere mirarlo a los ojos?

– Primero, una salvedad estética: mis ojos son algo asiáticos, inexpresivos, no son lindos. Segundo: no hago especulaciones sobre esa conducta. Le envié una carta al gobernador.

– ¿Qué dice la carta?

– No, yo no la voy a dar a conocer. Pero habrá una declaración mía, pública, en la que fijo posición. Sostengo que el gobierno debe ser el interesado primordial -creo que hablo de supremo interés- en luchar contra la corrupción?

– ¿Corrupción de la que están sospechados y o acusados algunos de sus planos?

– Claro. Y digo que debe actuar, alejarse de toda posibilidad de ser visualizado como cómplice, por acción u omisión, de la corrupción. Sostengo que mi ida no implica convertirme en opositor al gobierno y que no me voy a callar ante la realidad del gobierno y del partido, y desde ya que seguiré militando.

– ¿El gobernador consultó con alguien de su esfera más inmediata la decisión de sacarlo a usted del juego? En ese espacio no hay derrame de amor por usted, ¿no?

– En cuanto a lo primero, no sé. En relación a lo segundo: sí, algunos no me quieren nada.

– ¿Quiénes, por caso?

– Ivan Lazzeri, Daniel Sartor y otros. En el gobierno y en el partido hay espacios a los que no les gustó que yo meneara la soga en la casa del ahorcado? No les gustaba que yo dijera que estaba bien que la defensora del Pueblo, Ana Piccinini, o los organismos de control hagan lo que les corresponde: averiguar por qué el poder hizo esto o aquello, investigar temas de corrupción o se metiera con decisiones del poder no muy claras? Pero problema no es si a mí me quieren o no: el problema son los discursos que desde los círculos cercanos al gobernador se formulan sobre el gobernador. Doble mano: «¡Saiz es un estadista, pero el gabinete que tiene?! «, «¡Cuidemos a Saiz, pero no tiene proyecto político!»? Por un lado se lo ensalza, pero inmediatamente se lo desvaloriza. Así operan muchas de las autoridades partidarias y del bloque. Son como las máscaras de Fernando VII, ¿se acuerda? «¡Viva el Rey!»… y más «vivas» porque estaba preso de los franceses, pero por debajo le armaban la revolución.

– ¿Hablamos de traición? Mire que, saliendo del idealismo puro y virginal, dice la historia que la traición suele abrir en positivo un proceso…

– No es este el caso. Las «traiciones» de las que usted habla son cambios de rumbos abiertos, expuestos, dictados por nuevas realidades. Aquí lo que hay en mucha gente es que cuando Saiz no está, tienen un discurso; cuando está, Saiz es el mejor?

– ¿Qué es Sartor hoy visto desde la sociedad?

– Zona desprestigiada? Y en ese marco, la acción de la defensora del Pueblo preocupa a muchos de los que rodean al gobernador. Por eso menear la soga en casa del ahorcado genera resistencia. La defensora cumple con su deber y lo que corresponde es facilitarle el desempeño de su labor.

– ¿Usted advirtió al gobernador Saiz sobre la necesidad de facilitarle su trabajo a la defensora?

– En varias oportunidades. Y le he dicho que yo me había reunido con Ana para comprometerme en facilitarle, en lo que mi cartera correspondía, toda su tarea? Yo puedo observar estilos de Ana, pero defiendo absolutamente el contenido de lo que está haciendo en materia de luchar contra la corrupción.

– ¿El gobernador qué le respondía en esas oportunidades?

– Nada.

– ¿Cómo nada? ¿Cómo cree que recibía sus reflexiones?

– No sé. Yo cumplí con mi cometido: advertir sobre temas que me preocupaban y me preocupan. Las razones de su silencio hacen a él?

– En política, el silencio tiene muchas lecturas: estrategia de acumulación de poder; no saber qué decir, Simple expresión de complicidad con lo que está sucediendo y por lo tanto no querer tocar el tema; no prestarle interés a lo que se le está diciendo… ¿Ese silencio no querría decir «andate, y cuanto antes mejor?»

– Reitero: no sé. Yo le fui muy leal.

– ¿Pero usted le molestaba a él o no?

– Me sacó porque advirtió, o simplemente sospechó, que era un ministro que será parte interesada en el proceso interno que se avecina en el gobierno y el radicalismo.

– Pásemelo en limpio. Concretamente: ¿usted tiene un proyecto político?

– Sí. Voy a trabajar en la interna radical. Por estas horas, estoy recibiendo mucho apoyo desde el partido e incluso muchos intendentes me han hablado en esa dirección. Estoy reuniendo respaldos para construir posicionamiento. Tengo ocho años como ministro de Economía, cuatro como legislador, dos en Gobierno? Me gusta la política, la gestión, tengo experiencia en trabajo en equipo e incluso en las condiciones más adversas, como las del primer gobierno de Pablo Verani. Voy a jugar y a jugar fuerte.

– ¿Irá por la candidatura a gobernador?

– No lo descarto, pero en este tema hoy no tengo más que esa definición.

– Pero ya habló con Ana Piccinini para que ella sea su candidata a vice.

– No, eso no es cierto. Lo cual no quiere decir que no lo haga si me largo en procura de la candidatura. Por otra parte, los proyectos políticos no siempre arrancan mirando una candidatura.

– ¿Qué me quiere decir?

– Que hacen a buscar el poder. También hacen a tornar más eficiente -por ejemplo- el funcionamiento de un partido: caso concreto la UCR rionegrina. En lo inmediato ese es mi objetivo. Así como está, este partido puede servir quizá para mantenerse en el poder, pero ni le sirve a los rionegrinos, que son su sentido, ni se enriquece hacia adentro. Hay que reinventarlo? Hoy es un partido alejado de las ideas, sin debate, manejado por acuerdos de cúpulas que roscan y roscan a espalda del conjunto de los afiliados, de la militancia, de los que sin ser ni lo uno ni lo otro, lo han votado. Este es el partido del silencio? en eso hemos devenido.

– Pero este partido sabe de internas con banderas de proyectos incluso antagónicos: la del ´97, que le sacó canas verdes a Verani, la que le planteó el Grupo Agenda a partir del 2001?

– Eso es historia. Hoy el partido está domesticado por la trenza, por el acuerdo de cúpulas, que siempre va a contramano de la sociedad. Para muestra: el fracaso en las recientes elecciones parlamentarias. Además, es muy difícil acordar con la sociedad cuando la sociedad ve que desde el poder se quiere cortar los dedos de un organismo de control o de la defensora del Pueblo? la interna, como expresión de ideas, de posiciones, oxigena la política; el acuerdo de cúpulas la asfixia y lastima la relación con la sociedad. Saiz jamás se posicionó mediante una interna y eso creo que?

– ¿…qué es cultura en él?

– Por lo menos condiciona su visión sobre la vitalidad que debe tener un partido..

 

Historia

Miguel Saiz y José Luis Rodríguez siempre marcharon por surcos diferentes en la UCR rionegrina. El primero se relacionó con el segundo desde mucha precaución. Casi con molestia. Celos, claro. A punto tal que en su primer mandato como gobernador jamás consultó a Rodríguez ni siquiera sobre la experiencia que éste había tenido como timonel de la economía de la provincia durante 8 años. Más seguro de sí mismo, el segundo se relacionó con el primero con estilo abierto. Para eso debió dejar de lado aquel amargo fin de verano y comienzo del otoño del 2003, cuando finalmente Pablo Verani logró imponer la candidatura a gobernador de Saiz. El partido venía de «tiempos de fronda furiosa», habría sentenciado carrasposamente Crisólogo Larralde. En el 2002, liderados por Fernando Chironi y Bautista Mendioroz, con el fogoneo del por entonces imaginativo verbo de Ivan Lazzeri, un sector de la UCR le clavó la interna a Verani. «¡Saiz es Sartor!», blandía Mendioroz, precandidato de ese ala partidaria. Se desenterraron hachas de guerra. Pero a una la enterró el STJ, cuando dictaminó que la aspiración de Mendioroz tenía que quedar en eso y no más. Acarreaba lo que bien se podría definir como «exceso de protagonismo»: dos veces vicegobernador le impedían, bajo dictado de la Constitución, ser candidato. Rodríguez apuntó entonces a estar en la conversación por el trono. Pero en el inicio del 2003, su esfera familiar se vio acosada por un desafío de complejo manejo que sacó a Rodríguez de la política por varias semanas. Y entonces, el saizmo aprovechó: campo orégano para él.

 

CARLOS TORRENGO carlostorrengo@hotmail.com

 

 


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