“No podemos modificar la situación, pero sí mitigar sus efectos”

A propósito del artículo publicado en el diario “Río Negro” el 25 de octubre pasado, y posteriores, todos referidos a la ceniza volcánica del Puyehue, y basándome en el trabajo que realizo desde hace unos meses, aprovecho este espacio para hacer algunas objeciones tanto a él como a reiterados comentarios radiales sobre el tema. La nota publicada de referencia peca, por lo menos, de ambigua, cuanto no menos de ingenua. Los datos meramente técnicos le aportan poco y nada a la gente. Pero me sorprendió aún más lo que leí días después sobre trabajos de relevamiento a largo plazo (10 años) para ver los efectos sobre las personas. Manifestar en algunas emisoras, locales y foráneas, que la ceniza no es tóxica, resulta más confuso, ingenuo y poco serio. De hecho, hice referencia a esto en los primeros días de surgido el problema, en junio; sin ninguna clase de atención al respecto. El conocimiento posterior de los datos aportados por laboratorios, entre ellos del Invap, muestran sin lugar a dudas la presencia de silicio entre los componentes de la ceniza volcánica, y la del Puyehue en particular. Este elemento mineral está formado por microcristales, presentes en el polvillo que tocamos sobre nuestro escritorio, PC, muebles, etc. O sea, prácticamente no tiene barreras para ingresar a nuestros hogares. Sabemos entonces que, se note o no, al aire libre o haciendo deportes en lugares cerrados, se lo está respirando. El silicio actúa justamente como un cristal y al ingresar inspirado a los pulmones, llega fácilmente a lo más fino, a la unidad funcional del sistema respiratorio, que es el alveolo. Dependiendo del tiempo de exposición al mismo y la concentración de éste, será el daño previsible. Respirado un día, el cristal desaparece de nuestro organismo en un mes, sin dejar secuelas. Respirándolo un mes, la cosa cambia y si lo hacemos durante unos años, la cuestión se torna grave. El alveolo, en su defensa, va formando lo que podríamos decir cicatrices en los sitios de impacto, hasta terminar como un elemento inútil para la respiración y, por ende, para el intercambio de gases. Conclusión: esto termina produciendo una grave e irreversible enfermedad llamada silicosis, cuya única alternativa para el paciente es el trasplante pulmonar. No es lo mejor alarmar a la gente, me dijeron. A mi criterio es mucho mejor que mentirle u ocultar la verdad, que es lo mismo. Lo preocupante y además, sorprendente, es ver a niños de 10 ó 12 años haciendo fútbol en un día como el 24/12, (de los peores en concentración de ceniza) como si nada pasara. Me pregunto dónde están los adultos que tienen que velar por ellos y los que deberían marcar las pautas para paliar esta situación que, por natural, no podemos modificar. Aunque sí es posible mitigar los efectos, más que nada sobre la vida humana y fundamentalmente sobre los niños. Sobre todo esto hay bibliografía abundante. Dejo en manos de quienes deben hacerse responsables del asunto, incluyendo a los padres, el informarse como corresponde y actuar en consecuencia, responsablemente. Lo mismo vale para los comités de emergencias y demás. El silicio no produce solamente irritación, conjuntivitis… también mata. Miguel Santiago Pérez (médico), DNI 8.211.296 Valcheta


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