Noemí Labrune: “Tuve la certeza de que los estaban asesinando en 1979”
ENTREVISTA
MARTÍN BELVIS martinbelvis@rionegro.com.ar
Archivo
Noemí Labrune, dirigente de la APDH neuquina y referente de la lucha por los derechos humanos en la región, tuvo la certeza de que los desaparecidos estaban siendo asesinados en 1979. Se lo dijo a Emilio Mignone, fundador del CELS, un periodista extranjero que vino con la misión de la OEA a la Argentina. –¿Qué reflexión le provocan los dichos de Videla? –Si usted me pregunta cuándo nosotros supimos fehacientemente que esos desaparecidos estaban siendo asesinados, le digo que fue en 1979, cuando vino la OEA a la Argentina. Vinieron además periodistas extranjeros; uno de ellos le dijo a Emilio Mignone (en ese momento empezaba el CELS a trabajar) que había tenido la información directa de un militar (nosotros pensamos que podía ser Díaz Bessone) explicándole que la mayoría había sido ajusticiada –ésa fue la palabra– y que había un contingente que todavía no, que se estaba viendo qué se hacía con ellos, pero que la gran mayoría ya había sido muerta. Le preguntaron lo mismo que Videla ahora explica: “¿Y por qué no los juzgaron?”. Y les dijeron que eso era imposible porque no lo hubieran permitido ni la opinión pública, ni la nacional ni la internacional, y tampoco la Iglesia, que había sido por un pedido especial de la jerarquía eclesiástica. –Es parecido a lo que dice ahora Videla. –Es tal cual. Pero, en ese momento, este sistema de ir largando a algunos después de uno o seis meses en un “chupadero” significaba para los familiares la esperanza de que también su ser querido podía ser largado; era parte del sistema. Por un lado, ese sistema hacía que el resto de la comunidad quedara paralizado del horror cuando llegaban a contar, muy atemorizados pero de boca en boca, lo que había pasado en ese centro clandestino. Pero por otro lado está la esperanza, y esa esperanza significaba también que eran menos las acciones que se emprendían porque podían perjudicar. Hay casos que se sabían porque venían a contarnos a los organismos, en los que les decían: “A su hijo lo vamos a liberar pero en Misiones, para que se vaya a Brasil, pero precisa eso, precisa aquello”. Era parte del sistema. –Y cuando se enteró de eso en 1979, ¿tuvo la convicción de que era así, de que los desaparecidos estaban asesinados? –Yo le creí a Mignone porque lo contó en detalle y por la envergadura de este periodista. Y porque esa historia de que estaban en una escuela de reeducación y todo eso nunca fue muy creíble. No se podía tampoco partir de esa certeza porque los familiares seguían creyendo que estaban vivos. –¿Cuándo se dieron cuenta de que era un plan sistemático? –Cuando hicimos el trabajo de recolección de datos para la OEA. Cuando supimos que la OEA iba a venir, en septiembre de 1978, distribuimos el trabajo entre los organismos que empezaron a recoger denuncias (la que más tenía era la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Buenos Aires) y nos reunimos luego todos y vimos un patrón común, tanto en los secuestros como en las liberaciones o los blanqueos. Y los testimonios de los que habían estado en los chupaderos se parecían muchísimo. Acá, el primero que dio su testimonio fue Luis Genga. –En 1983 la bandera de “aparición con vida” se levantaba aun sabiendo que estaban muertos… –Sí, muchos sabíamos. Pero allí el tema de “aparición con vida” no era una contra para comprobar una culpabilidad, porque los juicios no estaban todavía habilitados. El momento exacto para decir eso tendría que haber sido el juicio a las Juntas; en ese momento el fiscal Strassera, que uno admira tanto, sabía al igual que nosotros que los habían asesinado y no requirió homicidio. No tuvo la libertad, porque el gobierno de Alfonsín no quería que ello se dijera, de plantearlo como homicidio. Era necesario hacerlo antes de que pasaran 10 años del hecho porque, como no era un crimen de lesa humanidad, prescribía. Y, además, creo que hubiera sido una liberación, incluso para aquellos que los esperaban con vida. Desde el punto de vista de la salud mental hubiera sido mejor. Videla no dice toda la verdad: la desaparición forzada y la incertidumbre esperanzada y frustrada, y vuelta a esperanzar y vuelta a frustrar, que fue la vida de los familiares, no sólo en la dictadura sino después, era parte de un sistema. El castigo mayor ha sido el ocultamiento del destino, no la muerte.
“El castigo mayor ha sido el ocultamiento del destino, no la muerte”.
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