Notable versión de una tragedia eterna

Todo Buenos Aires se dio cita al estreno de "Medea" que Mauricio Wainrot diseñó para el ballet contemporáneo del San Martín, junto a la participación del bailarín Maximiliano Guerra. Hora y media de un espectáculo de intenso clima, otro hallazgo del coreógrafo, admirablemente bailado por el cuerpo de baile. Lucha de pasiones de impresionante actualidad. La obra se repondrá en el teatro

Según parece ya en la época de Noverre, en los albores del ballet, la tragedia de Medea se había convertido en fuente de inspiración. Luego hay datos de que Martha Graham hizo otro intento sobre este tema y, claro, la ópera «Medea» de Luigi Cherubini rescata la intensidad dramática del argumento y se convirtió en el vehículo del genio de María Callas para interpretarla (que en el Colón tuvo una excelente versión con Guennyth Jones). Fue la misma Callas la que a las órdenes de Passolini recreó la tragedia para el cine, ya como actriz, en un marco tan desnudo y primitivo como las pasiones que encarna.

Es este filme el que, en principio, reconoció el mismo Mauricio Wainrot como fuente de inspiración primera para encarar la tragedia. Claro, la idea de hacerlo desde el ballet también tiene sus dificultades, sin palabras, sólo el movimiento se convierte en sustento del nudo dramático y de esa interrelación de pasiones que, también, subraya la música. Mauricio Wainrot no parece haber entrado para nada en pánico ante semejante desafío, todo lo contrario, es un creador acostumbrado a investigar y encontrar casi siempre la vuelta a todos los temas que se propone. Eso sucede con su «Medea» y los resultados son excelentes.

El destino inexorable, como en realidad lo es, es tomado por Eurípides como un marco para esta tragedia que escribió 500 años antes de la era cristiana a partir de una serie de relatos mitológicos e historias aparentemente reales. Medea y Jasón se debaten en una pasión de locura y muerte a partir de ella que en denodada lucha contra su rival, la princesa Creusa se vengará en la vida de sus hijos. Un tema impresionante para el desarrollo dramático, cuya actualidad por eso de que «la vida imita al arte» es relevante en un mundo de sentimientos desbordados.

Ese entretejido de sentimientos y desbordes se juegan en la coreografía de Wainrot, (ayudada por hechiceras que conducen ese determinismo de los personajes), con una potencia de imágenes de notable plasticidad y fuerza. Hay una fluidez en las figuras de los bailarines que juega como cadenas de situaciones, ayudadas por impases corales sugeridos por la compañía, por momentos parapetada en una suerte de caja metálica que ciñe el espacio tornándose por momentos en algo grandioso pero también pasando al matiz camarístico en los distintos planteos del amor, la pasión y el poder, incluidos el asesinato y la muerte.

El coreógrafo diseña todo el movimiento en función de esa interioridad y lo hace con tal exactitud de gesto y figuras que el espectador nunca pierde el interés, y se mete en la acción contagiándose de emociones que no pierden fuerza y vigencia a fuerza de ser sentimientos a flor de piel traducidos en danza.

En la obra los protagonistas son varios aunque Medea y su amado Jasón lo son en forma excluyente y generadora del todo. Es aquí donde Maximiliano Guerra en el personaje de Jasón no logra ingresar al estilo y formas de la estética que encarna el cuerpo de baile del San Martín. Maximiliano Guerra es un destacado bailarín en cuanto al despliegue físico, pero carece en este caso de la máscara y expresividad necesarias a una figura mitológica, que no sólo es un seductor, apasionado y guerrero, sino que encarna otra serie de facetas oscuras y heroicas que Guerra no aporta. Incluso se lo vio pesado y carente de esbeltez y la distinción de un personaje de mito.

En cambio la Medea de Silvia Cortés tuvo una entrega extraordinaria, impresionante, la misma calidad tuvieron los personajes encarnados po Victoria Hidalgo, Sol Rourich, Ezequiel Barreras, Ernesto Chacón, Irupé Sarmiento, Mariela Alarcón, Laura Cuchetti, Elizabeth Rodríguez y todo el soberbio elenco del San Martín.

Wainrot eligió como estupendo sustento musical para sus bailarines la obra de Shostakovich y su plenitud de timbres que van de lo feerico a lo sombrío. Todo con compaginación y música incidental de Gustavo Dvoskin. Carlos Gallardo vistió la obra en los tonos de lo sombrío y salpicó de impactantes velos flotantes en blanco y rojo lo inexorable de la pasión y la muerte ayudado por excelente iluminación.

Todo un equipo que colaboró a la idea de mostrar a pleno una tragedia de la mano de este coreógrafo que en forma incansable sigue creando obras imperdibles para los que quieran ver como la danza marcha al compás del hombre y su tiempo.

Julio Pagani

Medea según Wainrot

Dice Mauricio Wainrot: «En las tragedias griegas los personajes y sus acciones están sometidos a un destino inexorable y sus derroteros son determinados por los dioses y las diosas del Olimpo. Las vidas de Medea y Jasón están signadas por esa misma ley. Medea, princesa hechicera, está predestinada por un embrujo a amar de manera incondicional a Jasón. Traicionando a su propio padre, ella lo ayudará al entregarle el vellocino de oro, símbolo del poder.. Junto a sus hijos Medea y Jasón vivirán su historia de amor, entre la pasión, la locura, la traición y la muerte».

«En algunas versiones del mito Medea llega a matar a sus hijos y en otras no. Para crear mi coreografía partí de esta historia buscando un concepto que determine su forma, para traducirla al movimiento. En mi obra, versión libre de la tragedia de Eurípides, ella es una suerte de guerrera que, como los demás personajes a su alrededor vive en un mundo de luchas de poder y pasión. El destino de estos personajes ha sido gestado por fuerzas poderosas, en este caso representado por cuatro hechiceras.-diosas…», agrega.

«Jason traiciona a Medea por un nuevo amor, la princesa Creusa, hija de Creonte. Abandonada, ella tramará una venganza terminal, engañará a Creusa ofreciéndole un vestido que será su propia mortaja y asesinará a sus hijos, privando a Jasón de descendencia para perpetuarse en el trono del tiempo», concluye el coreógrafo.


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