Nueva educación para las FF.AA.
La complejidad de la problemática militar indica la conveniencia de una reforma integral, adecuando los fines y roles de las fuerzas armadas a los requerimientos de una política de seguridad nacional como política de Estado para la región y el mundo, a elaborar desde el más alto nivel y con el aval de los consensos democráticos imprescindibles. En cambio, lo que sí se sabe es que los institutos de formación militar cambiarían planes de estudio y currículas, al servicio, se presume, de la causa nacional y popular en versión K y C.
De modo que, como resulta propio de nuestro estilo y condiciones, una cosa es lo que debería discutirse y otra lo que finalmente se discutirá y decidirá.
Obviamente, las ideas setentistas de corte montonero según la cual introduciendo la Historia Argentina de José María Rosa en los centros de formación de las FF.AA. se produciría la nacionalización de la conciencia de los estudiantes-militares y desde allí el salto a la revolución sobre la base de la vieja receta de la alianza de clases estaría más cerca, ya no tiene andamientos ni visos de seriedad pese a su enconada persistencia en algunos sectores fundamentalistas.
El histórico fantasma de la formación, o de la deformación si se prefiere, aun con su justa cuota de responsabilidad en el histórico desvío de los fines propios de los militares, en un supuesto Estado de derecho, es un burdo reduccionismo no sólo para la Argentina sino para América Latina, tanto ayer como hoy.
De modo que la abolición de los «privilegios de casta» por medio de los contactos de sensibilización entre militares y civiles que se perfilan en algunas propuestas no oficiales, con miras a la «humanización» de los primeros, son de una ingenuidad supina si se atiende a su proveniencia, pero desgraciadamente constituirán una grave irresponsabilidad si las esperadas reformas transitan por esos carriles.
Ya no se trata de elegir entre los lineamientos de la Escuela Superior de Guerra de los tiempos de Perón, o las concepciones del Tradicionalismo antiliberal de Jordán Bruno Genta, para quien después de la del sacerdote, la dignidad más alta sobre la tierra era la del militar; ni tampoco entre los presumibles lineamientos que la formación militar habría tenido si fuera cierto lo que algunos «muchachos» han contado alguna vez en pequeños círculos hace treinta y tantos años: que el General, en el clímax de su romance con ellos inmediatamente después del secuestro de Aramburu les había prometido la conducción de las FF. AA. (!!!); ni, por último, entre las versiones socialdemócratas de la posdictadura, ni tampoco es obvio los correspondientes a la política exterior de la época del Innombrable. Las nuevas condiciones de la seguridad mundial, que provienen de adentro y afuera de los países, sin considerar sus posiciones relativas en cada momento, tornan anacrónicas muchas viejas tesis de la defensa nacional.
¿Qué harán las infinitesimales organizaciones izquierdistas? ¿Rechazarán el consejo consultivo de notables civiles designado por la ministra, por elitista, prooligárquico e imperialista? ¿Propondrán un plebiscito, una movilización a la Plaza de Mayo o un escrache a la ministra?
O según la propuesta de Chávez de crear las Fuerzas Armadas Sudamericanas, ¿propondrán un debate transversal entre los países miembros del club? O lo que es más preocupante… ¿propondrán la construcción de la herramienta que garantice la conquista y el mantenimiento del poder a conquistar de aquí en más…?
¿Y las fuerzas militares no tendrán un pensamiento particular al respecto? En tal caso, ¿qué actitudes adoptarán? ¿Serán convocadas al debate?
¿Y el resto de la sociedad… es decir, todos los argentinos… qué haremos entretanto? Especialmente los que no tenemos cofradía ni partido político donde arrimar el bochín. ¿Se organizarán asambleas populares para recoger el sentir y el pensar del pueblo? ¿Se habilitarán urnas y mesas de trabajo a lo largo y ancho de la Patria, a cargo de los jóvenes K, para recibir propuestas?
¿Qué harán los partidos políticos (los de verdad y los de mentira)? ¿Y los militantes universitarios? ¿Y los veteranos de Malvinas? ¿Y los demás colectivos? ¿Propondrá cada uno su propio proyecto?
Teniendo en cuenta que nos creemos habilitados en todos los temas, ¿hablaremos todos y cada uno de nosotros? ¿O continuaremos confiando en los expertos, tercerizando el acto de pensar y decidir políticamente como hacemos siempre?
Siguiendo con los aspectos académicos, ¿los cursos para oficiales del Estado Mayor se harán en West Point, en Caracas o en Cuba? Guerra Revolucionaria, contrainsurgencia, terrorismo, ¿serán enseñados por especialistas locales desocupados (aunque no tanto) desde diciembre del '83?
¿Se insistirá en la supresión de los liceos militares por elitistas? ¿Se avanzará en la supresión de hospitales militares y de establecimientos similares por idénticos motivos?
¿Se incorporarán nuevos capellanes de todos los cultos existentes reconocidos en cada una de las fuerzas militares y de seguridad?
La mayoría de los expertos afirma que todo dependerá de la adopción de los nuevos significados de términos como Estado, soberanía y seguridad, a la luz de los cambios en las relaciones mundiales en la globalización.
Los ciudadanos, en cambio, requerimos que no se olviden del término democracia, de su inclusión como punto de partida y de llegada de cualquier reforma, y del particular modo de entenderlo a la luz de los intereses sociales de conjunto.
Pero lo fundamental no pasa por la formación académica militar. ¡Si sólo fuera eso…! ¿Qué sucederá con los gastos militares, cómo se gestionarán y se procesarán luego de una reforma militar? ¿Seguirán superando en términos relativos a los de Estados Unidos? Es decir, la composición del gasto militar tendrá tantos agujeros negros como hasta ahora? ¿Tendremos más generales que el Ejército norteamericano? ¿Seguiremos gastando el 80% del presupuesto militar en salarios y retiros frente a la mitad en aquella nación? ¿Y generales de división sin divisiones? ¿Y más generales de brigada que brigadas? ¿Y más oficiales que soldados, es decir, quince veces más que en los Estados Unidos?
Seamos optimistas, se prometen días venturosos para la Patria cuando los nuevos paradigmas filosófico-pedagógicos del mundo civil descorran el mentado oscurantismo de los institutos de formación militar. Especialmente los de la New Age presentes en la escuela: miles de maestros admiten la existencia de los niños índigos, cristal, platino, psi, etc., etc. Y en las universidades. Y en la enseñanza privada donde abundan maestrías y doctorados en terapias alternativas. Sin olvidar las zonas ambiguas de la Psicología y los psicólogos que curten estos campos fronterizos por televisión y privadamente.
Ni hablar cuando los profesores de la UBA enseñen en la flamante Escuela de Guerra Conjunta. ¿Cómo les caerá Habermas a los jóvenes militares…?
¿Se logrará así la democratización de las fuerzas armadas?
CARLOS SCHULMAISTER (Profesor de Historia).
Especial para «Río Negro»
La complejidad de la problemática militar indica la conveniencia de una reforma integral, adecuando los fines y roles de las fuerzas armadas a los requerimientos de una política de seguridad nacional como política de Estado para la región y el mundo, a elaborar desde el más alto nivel y con el aval de los consensos democráticos imprescindibles. En cambio, lo que sí se sabe es que los institutos de formación militar cambiarían planes de estudio y currículas, al servicio, se presume, de la causa nacional y popular en versión K y C.
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