Nueva luz dentro del túnel

Por Paul A. Samuelson

Los últimos reportes nos traen buenas y malas noticias para la economía global. La buena noticia es que América no cayó en recesión durante el primer trimestre del 2001. En lugar de ello el PIB de Estados Unidos creció a una tasa anual cercana al 2% -mejor que cuando terminó el 2000 y definitivamente mejor que lo que habían temido los expertos.

Además, como reafirmación en contra de una próxima recesión, la Reserva Federal de Greenspan de nuevo redujo a mediados de mayo sus tasas de intereses otro 1,2%. Ello estableció un patrón para políticas crediticias más expansivas en el extranjero.

Entonces, ¿qué puede estar mal? ¿No es cierto acaso que lo que es bueno para Estados Unidos será también bueno para los asiáticos, latinoamericanos y europeos que han sido felices exportadores de nuestro receptivo mercado? Bueno, parece estarse desarrollando una nueva arruga. Una de las importantes razones de un mejor PBI americano fue que nuestras importaciones del 2001 han sufrido una importante caída de sus niveles esperados.

Este puede ser el otro lado de la moneda moderna, el lado que involucra la contratación externa de la producción en las regiones avanzadas de altos salarios hacia las regiones en desarrollo con bajos salarios. Los ejemplos típicos de contratación externa son los consumidores de Nueva York que ven que las ropas son hechas en México o en China; General Electric produciendo la mayor parte de sus artículos electrónicos en Taiwán y en Singapur. Cuando los pobres en el extranjero pueden obtener mejores empleos que los que tenían antes, mientras que los ricos aquí pueden comprar bienes de más alta calidad que los que pagarían si hubiesen tenido que depender de proveedores domésticos de altos salarios, se supone debe ser una situación ganar-ganar. Eso es lo que debe decirse fielmente a los jóvenes manifestantes en las reuniones del Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio.

La ciencia de la economía, sin embargo, puede ser un tema complejo. Parte de la verdad podría ser una creciente nueva tendencia en la dinámica de la contratación externa. Sí, muchos de los empleos americanos se siguen perdiendo aquí porque la burbuja de la nueva economía se vino abajo en Wall Street, dejando en bancarrota a las empresas nuevas de alta y baja tecnología. Sin embargo, la carnicería y el sufrimiento de los ricos productores de América del Norte y Europa occidental podrían ser mucho menor cuando gran parte de la carga del aletargamiento global puede pasarse a quienes fueron las últimas contrataciones de los países del mercado emergente.

La reciente caída en el nivel del déficit comercial de Estados Unidos, justo cuando evita que nuestro índice de producción caiga precipitadamente, podría significar mediante una aritmética tradicional, en la que 2 más 2 es igual a 4, que las sociedades menos avanzadas se verán crecientemente azotadas por las inevitables oscilaciones de las economías mixtas de mercado localizadas en la parte superior de la productividad mundial.

En los 50 Estados Unidos, todos dependemos mucho de la sabiduría y de la suerte del presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. La enorme mayoría de los miles de millones de la economía global que reciben fuera de Estados Unidos pudieran tener más que nunca razones para esperar que Greenspan y el nuevo equipo de Bush en la Casa Blanca eviten la clase de errores cometidos en 1929, que llevaron a todo el mundo al colapso financiero y una gran depresión.

América es simplemente la primera entre iguales. Fue una buena noticia para Europa y para el resto de nosotros cuando tardíamente el nuevo Banco Central Europeo en Francfort por fin cedió a su terca negativa de reducir sus tasas de intereses como un arma para resistir una pérdida global de velocidad. Su primera reducción en la tasa de interés de tan sólo 1,4% fue, claramente, poco más que simbólica. Mucho más que esto será necesario. Y otros bancos centrales -el Banco de Inglaterra, el Banco de Suecia, el Banco de Canadá y quizá un nuevo gobernador del Banco de Japón para reemplazar al actual y desacreditado fracaso- deberán reclutarse para evitar repetir los peores errores del siglo pasado.

Lo que he estado reportando sobre las tendencias globales de la política es definitivamente lo más alegre entre las noticias. Debemos recordar, sin embargo, que la macroeconomía en todas partes es un juego continuo de ajedrez. Debemos utilizar la inteligencia estadística y las enseñanzas de la historia económica para determinar las mejores acciones de la actualidad y del mañana. Pero siempre habrá jugadas en los días posteriores al mañana. Y debemos estar siempre vigilantes para discernir las señales cuando los programas últimamente se vuelven demasiado expansivos y cuando una genuina amenaza de inflación acelerada pedirá moderación o cambio de dirección.

Sí, la amenaza de una recesión en Estados Unidos, con todo lo que implica para la pérdida global de velocidad, se ha despejado un poco. Pero de ninguna manera podemos decir que hemos salido del bosque y estamos en un sostenible «aterrizaje suave». Habrá más despidos y pérdidas de empleos en adelante, aquí y en el extranjero. Una burbuja en Wall Street es como una serpiente. Puede golpearse a la cabeza, pero a veces vuelve a la vida y a sus viejas travesuras.

La estabilización económica no es definitivamente cómo acabar con la viruela de una vez por todas. Se parece más a una campaña adulta en el mundo moderno en contra de la obesidad. La vigilancia eterna, en una campaña que nunca termina, es el precio a pagar por dirigir el barco del Estado hacia un curso que limite tanto la inflación en el nivel de los precios como los giros generales en el desempleo.

Una vigilancia sabia y eterna es pedir mucho de una democracia. Todo lo que la historia nos enseña es esto: incluso por las reglas más sabias de la Constitución, no puede contarse con que ningún sistema se dirija sobre un camino de oro hacia la prosperidad, la estabilidad y el progreso. Los electores pueden equivocarse en los líderes que eligen.

Adolf Hitler llegó al poder con el voto de la mayoría. En Italia, un rico negociante con un mal récord en los puestos que había ocupado y la obediencia ética de la ley, llegó recientemente al poder en ambas cámaras legislativas. En mi propio país, los americanos rurales que más tienen que perder del «conserva activismo compasivo» del presidente George W. Bush le proveyeron con una pobre excusa para una victoria marginal. Fueron los ricos estados urbanos los que votaron en contra del nuevo líder que hará que nosotros los ricos seamos más ricos todavía.

Los realistas saben que así es como puede funcionar la democracia. También saben que la historia de los déspotas autocráticos es peor todavía.

(c) 2001, Los Angeles Time


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