Nuevo ataque suicida en centro comercial israelí

Al menos tres personas, entre ellas una nena de tres años, murieron cuando un palestino se hizo estallar en la entrada de un centro de compras y a pocos metros de un concurrido café de la ciudad de Petah Tikva, cerca de Tel Aviv. Mientras tanto, el Ejército endureció con operativos en los territorios: hay 15 detenidos.

Tel Aviv (Télam-SNI).- Al menos tres personas murieron y otras 23 resultaron heridas ayer en un nuevo atentado suicida cometido cerca de Tel Aviv, horas después de que el Ejército israelí reocupara completamente Belén y cercara otras ciudades de Cisjordania, con el fin de impedir una nueva ola de ataques palestinos.

Según la policía local, dos israelíes, una niña de tres años y una mujer de 38, murieron y alrededor de 23 resultaron heridos de diversa gravedad cuando un kamikaze palestino hizo estallar una carga explosiva en un café, cerca de la entrada del centro comercial de Petah Tikva, al este de Tel Aviv.

Petah Tikva se encuentra sólo a 10 kilómetros de la línea verde que separa Israel de los territorios palestinos.

Las Brigadas de mártires de Al Aqsa, grupo armado cercano a Al Fatah, el movimiento del presidente palestino Yasser Arafat, reivindicaron el atentado en una llamada telefónica a la cadena de televisión Al Manar (perteneciente al movimiento chiíta libanés Hezbollah).

Minutos después del atentado, portavoces del gobierno israelí acusaron a Arafat de ser responsable indirecto de que continúe la violencia contra el Estado hebreo «porque habla de reformas pero no hace nada contra el terrorismo». Sin embargo, Arafat condenó el nuevo atentado suicida. «El presidente Arafat rechaza todas las acusaciones israelíes contra la Autoridad Palestina. Condenamos el asesinato de civiles, sean palestinos o israelíes», dijo el líder por boca de uno de sus principales negociadores, Saeb Erakat.

El atentado de ayer se registró horas después de que el Ejército israelí reocupara completamente la ciudad autónoma de Belén (Cisjordania), donde impuso el toque de queda y detuvo a centenares de palestinos.

«El Ejército israelí permanecerá en el sector de Belén el tiempo que haga falta», declaró a la televisión pública el general Ron Kitrey, portavoz del Ejército israelí.

Además, los soldados del Estado hebreo ocuparon cinco localidades vecinas a Belén, donde fueron detenidos al menos 15 palestinos.Entre ellos figuran el jefe de las brigadas de mártires Al Aqsa en Belén, un grupo armado ligado a Al Fatah, movimiento de Yasser Arafat, y otros dos miembros de este grupo. Los tres están acusados por Israel de organizar el atentado del pasado 22 de mayo en Richon Le Zion.

Temen a la reocupación

La autoridad palestina esperaba ayer una represalia a gran escala de las tropas israelíes, que podrían incluir una reocupación de Ramallah, sede del gobierno de Arafat.

En Belén, unidades del Ejército decretaron el toque de queda y se apostaron frente a la basílica de Natividad donde se refugiaron más de un centenar de palestinos durante la precedente ocupación militar, para evitar que esta situación se repita. Esta pequeña ciudad es de nuevo una «zona militar cerrada».

El domingo, el jefe del Estado mayor, Shaul Mofaz advirtió de que era «posible que el Ejército se viera obligado a llevar a cabo ofensivas más severas» en los territorios. Estas amenazas fueron tomadas muy en serio por la ANP, que temía una «nueva ocupación de Ramallah», según Erakat.

Mudo testigo del horror

Un biberón lleno de leche sobre el que se ven marcas frescas de sangre ha rodado por el suelo abandonado hasta chocar contra una maceta de flores en la terraza de la pastelería «Bravissimo», en Petah Tikva, como un mudo testigo del atentado.

En la fachada de piedras blancas de la galería comercial Em Hamoshavot, en la zona industrial de la localidad (ubicada al este de Tel Aviv), se reflejan las sirenas azules de los autos de policía y las rojas de las ambulancias de Magen David Adom, el equivalente israelí a la Cruz Roja.

A pocos metros de la pastelería, en una pequeña terraza elevada, los agentes de la policía enfocan todos los proyectores a un punto concreto: el lugar exacto donde un kamikaze palestino hizo estallar su mortal carga xplosiva, matando a dos personas.

Por el impacto de la explosión, el toldo del local quedó reducido a una armadura de metal en la que cuelgan jirones de tela ensangrentados. Algunas bebidas todavía reposaban anoche abandonadas sobre las mesas, las sillas están tiradas por el suelo.

Los policías, vestidos de blanco, trabajan con ahínco en medio de los geranios del jardín. Cuarenta y cinco minutos después de la explosión y poco antes de que cayera la noche, todos los muertos y heridos fueron evacuados pero el cuerpo descuartizado del kamikaze seguía en el lugar.

La policía, muy nerviosa, bloqueó todos los accesos por carretera y controla la salida de vehículos. Algunos mirones, la mayoría hombres jóvenes, conseguían atravesar las barreras de seguridad y se agolpaban entre las cámaras y focos de la televisión.

En un estacionamiento cercano, todos los automóviles tienen los cristales rotos. Sobre algunos de ellos, la policía escribe con un rotulador azul la palabra «revisado», que distingue aquellos vehículos que ya fueron registrados para saber si tenían explosivos.

Apostados tras una barrera metálica desde donde ven la escena del atentado, un grupo de jóvenes grita: «¡muerte a los árabes!», pero nadie corea con ellos y los gritos se apagan rápidamente. Ariel, un joven de 17 años, sueña con formar parte del Ejército. «Tengo amigos que ya están dentro y yo también quiero luchar contra el terrorismo «, afirma.


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