Obama estrena el traje de favorito demócrata
El precandidato negro tomó la delantera y la iniciativa política. Gana en todos los grupos. Aunque la diferencia es mínima, Hillary debe remontar la imagen de derrumbe de su sector.
La incansable lucha por ser el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos entró hoy en una nueva fase después de la «batalla del Potomac»: Barack Obama es ahora el líder, y Hillary Clinton está obligada a remontar.
Por primera vez desde hace ya más de un año, Obama es el favorito, aunque sea por poco, para adjudicarse la victoria en la convención del partido en Denver del 25 al 28 de agosto, en la que la pelea entre ambos tendrá su final definitivo y oficial.
En una increíble estadística, Obama y Clinton están exactamente empatados en la media de las últimas siete encuestas en todo el país sobre la elección demócrata: ambos cuentan con el 44,4 por ciento de los apoyos.
Pero el primer serio aspirante negro a la presidencia disfruta del impulso del momento. Según las cuentas de la mayoría de los grandes medios estadounidenses, el senador por Illinois ya suma más delegados para la convención que Clinton, incluso si se contabilizan los «Superdelegados» (figuras del partido con derecho a voto en la convención) que ya comprometieron su apoyo a uno de los candidatos.
El «ciclón Obama» está arrasando con casi todo en febrero. En enero ambos se repartieron tres victorias cada uno, pero desde que arrancó el segundo mes del año, Obama sumó 21 triunfos, los ocho últimos consecutivos, por diez de Clinton.
Desde el «Supermartes», Obama acumuló casi 1,4 millones de votos en primarias, por menos de 800.000 de Clinton.
En porcentajes, el senador
afroamericano acumuló de media el 64 por ciento, mientras la ex primera dama se conformó con el 33 por ciento. Los triunfos, además, no admiten discusión.
Como dijo el propio Obama, se impuso «en el norte, en el sur y en el medio» del país. El miércoles en Virginia, Maryland y el Distrito de Columbia, consumó además un vuelco preocupante para su rival: ganó en todos los grupos de edad, en todas las religiones, en todos los ingresos y en casi todos los grupos raciales.
Clinton sólo pudo imponerse entre los blancos y los latinos de Maryland. Las mujeres, hasta ahora su gran pilar, se fueron todas con su rival. «Hillary se hunde en el Potomac», afirmó «The Washington Post». «El momento de Obama podría significar un punto de inflexión», aseguró «The Miami Herald».
El cambio de roles supone el enésimo giro en una campaña tan apasionante como extenuante para todos los implicados.
Ahora es Obama el que puede jugar a la defensiva. Con sus seguros triunfos en Wisconsin y Hawaii, ampliará
su ventaja sobre Clinton en la cuenta de delegados. Eso le permitirá llegar al 4 de marzo, el mayor día de lo que queda de carrera, cuando Texas y Ohio repartan 334 delegados, no sólo con impulso, sino también pudiendo jugar con el reparto proporcional de delegados.
En el campamento de Clinton, por el contrario, reconocen abiertamente que están obligados a ganar en ambos estados para frenar la sangría. Los antecedentes en esta loca campaña no son buenos: todo candidato que se jugó todo a una carta perdió, como le ocurrió al ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani en Florida y a John Edwards en Carolina del Sur. En busca de un revulsivo, la senadora sustituyó en los últimos tres días a la directora y al vicedirector de la campaña. Clinton sabe sin embargo que eso podría no ser suficiente, que necesita un golpe de efecto que resuene en todo el país y le permita hacer borrón y cuenta nueva y sonreír genuinamente otra vez. Ese bálsamo puede llamarse Edwards, cuyo respaldo está buscando la senadora por Nueva York. Obama lo sabe, y también está cortejando al ex senador.
Públicamente, el cambio de papeles en la película demócrata se notó ya hoy, con el primer anuncio televisivo de Clinton abiertamente contra Obama. «Quizá prefiere dar discursos a responder preguntas», dice el «spot» criticando que el aspirante se negase a un debate en Wisconsin. La ex primera dama tendrá oportunidad de demostrar su nueva agresividad en dos debates previos a Ohio y Texas en los que sí aceptó estar Obama: el 21 de febrero en Austin y el 26 en Cleveland. Ya no le quedarán muchas más oportunidades. (DPA)
GONZALO ESPÁRIZ
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