Observar nuestro planeta para un futuro mejor

El 23 de marzo de cada año, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), sus 188 países miembros y su comunidad internacional celebran el Día Meteorológico Mundial. Se conmemora la entrada en vigor, el 23 de marzo de 1950, del Convenio por el que se creó la organización, la cual en 1951 se la designó como ente especializado dentro del sistema de las Naciones Unidas.

Fernando II de Toscana estableció la primera red meteorológica internacional en 1654. Siete de las estaciones que la constituían estaban ubicadas en el norte de Italia y las cuatro restantes en Varsovia, París, Innsbruck y Osnabrück. En aquella época en Florencia se hacían 15 observaciones todos los días. El siguiente hito importante se produjo en 1780 cuando la Societas Meteorologica Palatina, nombre latino adoptado por la Sociedad Meteorológica de Mannheim, creó una red de 39 estaciones: 37 en Europa y dos en América del Norte. Aunque sólo duró 12 años, supuso un trascendente paso adelante ya que las observaciones meteorológicas se llevaban a cabo con instrumentos cuidadosamente calibrados y ateniéndose a prácticas normalizadas. Las observaciones importantes se hicieron constar en una serie de anuarios, la Ephemerides Societatis Meteorologicae Palatinae.

Sin embargo, la auspiciosa Ephemerides también fue efímera, por lo que llevaría más de medio siglo poner en marcha la estructura necesaria para volver a lanzar el concepto de observaciones meteorológicas coordinadas a escala internacional, lo que se logró gracias a la primera Conferencia Meteorológica Internacional (Bruselas, 1853) y al primer Congreso Internacional sobre el tema (Viena, 1873). El concepto se hizo realidad con la creación de la Organización Meteorológica Internacional, precursora de la actual OMM.

En la segunda mitad del siglo diecinueve, algunos países de vanguardia del hemisferio Norte experimentaron la necesidad de crear sus propias oficinas meteorológicas. La Argentina, dada la muy temprana preocupación de nuestros gobernantes, en particular de Domingo F. Sarmiento, por los problemas relacionados con el tiempo y el clima, fue pionera en la materia en el hemisferio Sur.

Tanto fue así que hace poco más de ciento treinta y dos años, más precisamente el 4 de octubre de 1872, el honorable Congreso de la Nación votó la ley Nº 559, por la cual se creó la Oficina Meteorológica Argentina (OMA), predecesora del actual Servicio Meteorológico Nacional (SMN).

En el contexto de la reducción de los riesgos de desastres naturales, cabe mencionar que el tiempo, el clima y el agua pueden tener repercusiones en casi todos los aspectos de la vida.

Esas repercusiones van en aumento y afectan especialmente a las economías en desarrollo. Nueve de cada diez desastres naturales están vinculados con peligros hidrometeorológicos. Éstos causaron la muerte de 1,2 millones de personas entre 1980 y 2000, y sus secuelas costaron más de 900.000 millones de dólares.

En los últimos decenios también ha crecido el número de comunidades vulnerables debido a un aumento de la urbanización, los desplazamientos de población a zonas más frágiles, como las costas, las tierras bajas, los megadeltas y las llanuras aluviales, y la expansión de las comunidades a zonas áridas. El incremento de la intensidad y la frecuencia de los fenómenos extremos que se prevé acompañe el cambio climático exacerbará todavía más su vulnerabilidad. Así pues, las instancias decisorias y los gestores de las respuestas de emergencia necesitarán más información para formular los planes más adecuados a situaciones de ese tipo.

Hoy se puede afirmar, sin lugar a equívocos, que en setiembre, a finales de la temporada de fusión de los hielos marinos, la extensión media de éstos era de apenas 4,28 millones de kilómetros cuadrados, la más baja jamás registrada e inferior en un 23% al record de tan solo dos años antes. Por primera vez en los anales de la historia, la desaparición del hielo en varias partes del Ártico permitió que el legendario Paso del Noroeste fuera navegable durante algunas semanas, como habían buscado durante siglos exploradores y comerciantes.

El Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC) finalizó recientemente su cuarto informe de evaluación, en el que señala, en particular, que el calentamiento del sistema climático es evidente, como se desprende inequívocamente de los incrementos observados en las temperaturas medias mundiales del aire y los océanos, del derretimiento generalizado de la nieve y el hielo y de la suba a escala mundial del nivel medio del mar. Afirma, además, que gran parte del aumento de las temperaturas medias mundiales observado desde mediados del siglo XX se debe, muy probablemente, al incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero antropógenos. Por otra parte, el IPCC indica que son muchos los que coinciden en que, con las políticas actuales de mitigación del cambio climático y las prácticas de desarrollo sostenible conexas, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero seguirán creciendo en los próximos decenios e indica que múltiples pruebas apuntan en esa dirección.

La mejora de la investigación científica y de la vigilancia y predicción del clima son elementos fundamentales para la protección de la vida y de los bienes, por lo que los países deben estar capacitados para utilizar adecuadamente sistemas de alerta temprana en sus actividades de reducción de los riesgos de desastres naturales, lo que contribuirá a aumentar su desarrollo sostenible.

 

EDUARDO M. BANÚS (Meteorólogo. UNESCO, oficina regional para América Latina y el Caribe).

Especial para «Río Negro»

Agradecimientos: Organización Meteorológica Mundial (OMM)

Servicio Meteorológico Nacional (SMN)


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