Ocurrencia oficial de un “Plan estratégico industrial 2020”
El kirchnerismo pretende convencer de que cambiará el perfil productivo del país, sin siquiera considerar la posibilidad de perder las próximas elecciones o las posteriores.
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Miguel Ángel Fuks
miguelangelfuks@yahoo.com.ar
l “industricidio”, que empezó a revertirse en el 2003, comenzó el 24 de marzo de 1976 y fue continuado por quienes pensaban y querían lo mismo: un país para unos pocos, sin trabajo argentino –opinó Débora Giorgi, ministra de Industria–. La dictadura militar eligió liberalizar la economía haciendo una purga de “industrias improductivas”, desprotegiendo adrede la producción nacional. Redujo los aranceles de importación con el pretexto de que esto obligaría a las empresas argentinas a bajar sus precios, pero las llevó a la quiebra. Una fallida reforma financiera, con una programación del ajuste del tipo de cambio, logró que saltaran las tasas de interés (en octubre de 1977 al 135% anual) e hicieron que fuera más rentable especular que producir. Las industrias locales despidieron a muchos trabajadores; la dictadura redujo el salario real un 40% en su primer año, para luego congelarlo, y disminuyó la participación de los asalariados en el ingreso nacional al 30%. Sólo en el primer año del gobierno militar, el consumo de alimentos retrocedió el 40%, el de ropa más del 50% y el de medicinas cayó estrepitosamente. Los ganadores de ese modelo fueron los grandes holdings, que hicieron desaparecer al entramado de la pequeña y mediana empresa (pyme)”.
Desde 1976 hasta el 2001 la actividad “atravesó una etapa sumamente crítica, que fue el correlato necesario de las políticas del neoliberalismo”, aseveró el economista Martín Schorr, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Subrayó que hubo “un intenso proceso de desindustrialización y reestructuración regresiva del sector; una marcada transferencia de ingresos desde los trabajadores hacia los capitalistas, sobre todo los de mayores dimensiones, y una ostensible traslación de ingresos desde las pymes hacia un núcleo acotado de grandes compañías y grupos económicos nacionales y extranjeros”.
En la cartera de Industria insistieron en que a partir del 2003 se profundizaron “las políticas de aliento a la inversión productiva, a fin de atender un mercado interno pujante y vigoroso y un mercado externo que ofrece excelentes oportunidades para las exportaciones de bienes y servicios”. Recordaron que el “Programa de financiamiento productivo del Bicentenario” fue creado para “promover el desarrollo de proyectos de inversiones y alcanzar simultáneamente los objetivos de aumento de la competitividad y generación de empleo”. Aunque recién el 3 de este mes se abrió la ventanilla de créditos, la línea del Bicentenario tenía proyectos otorgados, aprobados y en estudio por 6.400 millones de pesos para casi 250 iniciativas de inversiones de empresas de diversos rubros industriales. En cinco meses el sistema financiero entregó 790 millones en préstamos a empresas. La cartera de Industria reveló que las propuestas aprobadas permitirán sustituir 2.295 millones de pesos de importaciones, crear 7.300 empleos y generar exportaciones por 6.435 millones.
El Banco Central (BCRA) provee los fondos para financiar los créditos al 9% anual, que a su vez son prestados por bancos públicos y privados al 9,9%, en pesos y a cinco años con hasta uno de gracia.
“Hay que moldear una estructura productiva con mayor valor agregado –planteó el economista Matías Sulfas, director del Banco de la Nación Argentina (BNA) y ex subsecretario de la Pequeña y Mediana Empresa (Pyme) y Desarrollo Regional–. Deben crecer las exportaciones industriales, de las cuales el 20% tendría que tener alto contenido tecnológico. Además, estudiamos que el 40% de las importaciones se podría sustituir con fabricación local”.
La industria no incorporaría personal como lo reconoció el 98% de las empresas consultadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y, en el corto plazo, el 90,6% de las mismas no modificaría la cantidad de horas trabajadas. En tanto, la Sociedad de Estudios Laborales (SEL) advirtió que el incremento de los costos salariales por unidad de producción provocó el estancamiento ocupacional, pese a la alta tasa de crecimiento de la economía.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) presentó el “Plan Estratégico Industrial 2020” (PEI) el 24 de febrero pasado. La intención es “agregar valor y profundizar la política sectorial”, teniendo en cuenta que “la Argentina es el único país que ha tenido una ‘desprimarización’ de su economía”. A su modo, intentó explicar que “el ingreso de capitales financieros apunta y debilita el tipo de cambio, que termina impactando negativamente en la industria”. Demostró estar persuadida de que su gobierno sostuvo “el desarrollo del mercado interno” y que por eso apostó “fuertemente a todo lo relacionado con ciencia y tecnología”. Quizás exageró al aseverar que “tenemos oportunidades, con un tipo de cambio productivo y una mano de obra calificada, que no son fáciles de encontrar en ninguna parte del mundo”.
Mediante una estrategia público-privada que potencie la industria nacional y cambie definitivamente su perfil productivo, hasta el 2020 se buscará: duplicar el PBI industrial; elevar el comercio total a 246.000 millones de dólares; aumentar las exportaciones de manufacturas fabriles para asegurar un superávit de unos 26.000 millones; reducir el desempleo al 5% y elevar las inversiones, de casi el 23% del PBI industrial actual, hasta el 28%. Todo esto exigirá incorporar valor nacional a la producción local, mantener la competitividad cambiaria y sostener una balanza de pagos superavitaria, cuestiones que deberían discutir los distintos sectores (ver cuadro), con la participación de funcionarios nacionales, provinciales y municipales, empresarios, sindicalistas y representantes de instituciones académicas. Como en la selección se incluyeron eslabones como la siderurgia y los electrónicos, el total por abarcarse representaría el 80% del PBI industrial.
Desde el 29 de marzo pasado hasta el 31 de agosto próximo, los integrantes de todas las cadenas de valores expondrán sobre sus problemas e iniciativas, en diferentes lugares del país. Nadie se refirió, hasta el momento, acerca de qué sucedería si el kirchnerismo no se mantuviera al frente del gobierno hasta el 2020. Tampoco sobre los motivos que llevaron a anunciar un plan casi decenal, cuando las experiencias del pasado de otros gobiernos demostraron que pocas veces se cumplieron los quinquenales e incluso los trienales.
En el primer foro del calzado y marroquinería, el 29 del mes pasado, Giorgi sostuvo que para el 2020 debería duplicarse la producción a 200 millones de pares de zapatos y zapatillas; crear 12.000 puestos de trabajo y equilibrar la balanza comercial. Afirmó que las curtiembres aumentaron sus exportaciones pero disminuyeron el empleo, mientras la industria del calzado incrementó su fabricación, ocupación y cantidad de empresas en actividad, pero sin vender al exterior lo suficiente. Integrantes de la cadena manifestaron posiciones contrapuestas, en especial la manufactura que busca que se venda el cuero semielaborado al mercado interno en vez de enviarlo al exterior.
Más de 20 ministros o secretarios de Industria de las provincias –entre ellos Juan Manuel Accatino y Javier Van Houtte, ministro de Producción de Río Negro y subsecretario de Desarrollo Económico de Neuquén, respectivamente–, destacaron la importancia del plan estratégico. En la reunión del Consejo Federal de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa, Industria y Comercio Exterior, el 30 de marzo de 2011, se comprometieron a impulsarlo.
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