Ola 'K'

Por ARNALDO PAGANETTI

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

El gobierno de Néstor Kirchner vivirá hoy su segundo capítulo electoral. En el primero, que le sirvió para acceder a la Rosada, logró una magra cosecha de 22 por ciento de los votos, avinagrada por la deserción de Carlos Menem en la segunda vuelta que lo hizo aparecer débil y con el poder prestado.

Esos dos condimentos -el síndrome del 22 por ciento y la supuesta dependencia del entonces poderoso caudillo bonaerense-, señalan el camino hacia dos de sus metas principales: legitimarse en las urnas para dejar de ser un pingüino solitario (remedo del cuento infantil sobre el patito feo que se transformó en cisne); y asestarle un golpe mortal al ex «padrino», Eduardo Duhalde, a quien su esposa, la candidata Cristina, emparentó en una de sus arengas bélicas con el personaje principal de la célebre película de Francis Ford Cóppola.

La campaña se ensució en los días finales. Del barro se apartaron los postulantes de centroderecha de PRO, Mauricio Macri (capital federal) y Ricardo López Murphy (provincia de Buenos Aires), y se embadurnaron nada menos que, además del presidente, el canciller Rafael Bielsa y su rival porteña, la centroizquierdista «Lilita» Carrió.

La madre de todas las batallas, como anticipó Carlos Kunkel -hoy en una de las listas del Frente para la Victoria- se dará en el principal distrito del país, donde el matrimonio Duhalde se escuda en la sigla del PJ, la misma que Kirchner pretende arrebatarle pronto, si es que hoy le propina una paliza. La euforia de las huestes K contrasta con la réplica de «Chiche» González, quien les advirtió que se llevarán «un gran susto».

Las miradas cambian según la ciudadela. Pero, tratándose del peronismo, es dable conjeturar que si se produce un resultado contundente, habrá un corrimiento detrás del ganador, ya que esa es una de las premisas básicas de un movimiento construido arquitectónicamente de manera vertical.

Kirchner pretende clausurar el ciclo de Duhalde (también el de Carlos Menem, contra el que dispusieron múltiples recursos en La Rioja) y abrir una etapa histórica en la que avanzará en la toma de la conducción del Justicialismo (algo a lo que era refractario hasta ahora), a la que se hará confluir con el Frente para la Victoria, para evitar la implosión nacional acaecida en el otrora gran partido, el radicalismo.

Si Duhalde llegase a juntar una cantidad ponderada de adhesiones (nunca menor al 20 por ciento), Kirchner está dispuesto a continuar la guerra disponiendo la intervención del PJ bonaerense, como ya hizo con el de la capital federal, que terminó encabezando su prolongación política natural, el jefe de gabinete, Alberto Fernández, el dirigente más odiado por «Lilita» Carrió.

¿A todo o nada? Si bien el carácter del presidente es proclive a la confrontación, sus colaboradores auguran que dejando de lado a los duhaldistas más encarnizados, Kirchner estará dispuesto a iniciar una negociación para permitir un espacio abierto y superador.

Por un lado, la misión será domar al potro salvaje que es el peronismo. Por el otro, apurar un aggiornamiento que se sustente en la pluralidad de opiniones y en la captación de figuras radicales, como los gobernadores de Tierra del Fuego, Río Negro y Santiago del Estero. Gerardo Zamora, de ésta última provincia, estuvo en el acto de cierre en Neuquén.

¿Se viene entonces el consenso? Hay distintas respuestas. La lógica sería que si Kirchner reafirma su liderazgo, debería dialogar más y ser menos agresivo. ¿Por qué va a cambiar, si hasta aquí siendo honesto y coherente, le fue bien?, expone uno de sus espadachines, que está en el pelotón de los que no compartió el tenor de los ataques contra Carrió.

Un ex operador menemista, de los más consultados en el esplendor del riojano, dijo que aunque Kirchner perderá en 11 distritos, sí o sí presentará la jornada de hoy como un triunfo aplastante contra «Menem, Duhalde y la vieja política». Por supuesto, La Rioja y Buenos Aires, deberán contribuir al impacto.

«Kirchner por naturaleza es peleador y así seguirá», proclamó un intelectual que analiza los futuros e inevitables cambios en el gabinete. Es un tema secreto: «yo voy a poner a quien quiera, cuando quiera y nadie lo sabe», se ufanó el presidente.

Ya este diario adelantó que el presidente está pensando en Alfonso Prat-Gay, ex titular del Banco Central, en Héctor Timerman y en Jorge Taiana. Generoso, piensa retribuir los aportes que hicieron los intendentes del conurbano Julio Pereyra y Alberto Descalzo ¿Otro fighter, como Aníbal Fernández, será llevado de Interior a Trabajo, para no desgastarse más y posibilitar su candidatura a la gobernación de Buenos Aires en el 2007? Como se vienen tiempos difíciles con el sindicalismo, repara en el abogado Héctor Recalde, para que actúe como colchón ante la furia insinuada por el titular de la CGT, Hugo Moyano.

Este diario pudo saber, además, que un ex frepasista muy vinculado al socialista santafesino Hermes Binner y al intendente de Morón, Martín Sabatella, está planeando armar un bloque en el Congreso de apoyo crítico al presidente. A este grupo se sumarían los representantes del intendente de Córdoba, Luis Juez.

-¿Qué dirías si Kirchner te ofrece que lo acompañes en la fórmula presidencial en el 2007?, transmitió ese dirigente retirado a Binner.

-Yo juego en Santa Fe, contestó el parco hombre de Rosario.

Antes, Binner se había permitido rechazar ser el interventor en el PAMI, cargo que dejaría Graciela Ocaña para desempeñarse en la órbita de la Anses.

Cuando se afirma, como hace Alberto Fernández, que no habrá amontonamientos, esto es, pactos mafiosos, significa que se exorcizará a Duhalde y Menem, lo que no impedirá a seguir «llamando» a los que nutrieron sus infiernos

Es que este proceso viene de las llamas que incendiaron el país a fines del 2001. Y los datos, por más que la pobreza y la indigencia no fueron extirpados, indica que el crecimiento del producto bruto interno registra mejoras a lo largo de 12 trimestres consecutivos.

«Con esta economía, hasta (Fernando) De la Rúa terminaba su mandato», señaló sin ruborizarse el alfonsinista Leopoldo Moreau, adhiriendo a la ola 'K'.


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