Olvidadas páginas de nuestra historia

Por Susana Mazza Ramos (Especial para "Río Negro")

El general Tomás de Iriarte, nacido en Buenos Aires en 1794 y muerto en la misma ciudad en 1876, cuenta en sus «Memorias», -obra que al decir del historiador Enrique de Gandía, constituye en su género la más extensa del mundo y la más extraordinaria de la historiografía argentina- algunos hechos, situaciones y personajes que resultan prácticamente desconocidos para la historia oficial con que se nos ha formado y que puede resultar interesante recordar.

1 – Enrique Hárrison Plantagenet

Este exótico personaje aparecido en nuestras tierras hacia 1843 era un británico que se decía descendiente de los Plantagenet, dinastía que gobernó Inglaterra durante varios siglos. En realidad, los Plantagenet pertenecían a la francesa casa de Anjou, que dio al trono reyes tales como el legendario cruzado Ricardo Corazón de León.

El curioso Plantagenet del siglo XIX llegó aquí procedente de Chile, después de recorrer toda América brindando su espada a la causa de la libertad.

De carácter aventurero, consumado espadachín y dueño de una renta anual de 3.000 libras esterlinas, el joven y esbelto Enrique Harrison hablaba con fluidez varios idiomas árabes.

Ofreció sus servicios a Rosas y más tarde, durante el sitio de Montevideo, al general José María Paz quien, con el pretexto de conseguir armamentos pero con la mira real de deshacerse de su persona, lo envió a Río de Janeiro en comisión, con la promesa de que a su vuelta le daría el nombramiento de teniente general, lo que en realidad nunca hizo ni pensó hacer.

Usado y exprimido por los «vivos» que desde todos los tiempos han existido y probablemente existirán, dejado en la más absoluta miseria, burlado y timado -entre otros por el coronel Velasco, a quien ayudó con cinco onzas de oro para saldar sus deudas,- Harrison se llevó una dura imagen de nuestros antecesores, expresando que los había tratado como a caballeros y muy tarde reconocido que debió tratarlos como a perros.

2 – El gigante «Amapola»

Narra también Iriarte que, desde su exilio, Juan Bautista Alberdi escribió -aunque presentándolo como de autor anónimo- un drama burlesco referido a Juan Manuel de Rosas, que tituló «El gigante Amapola», y que dedicó a los generales y presidentes Bulnes, Bolívar y Rivera.

«Amapola» era un gigante de paja, cuyas armas consistían en un cuchillo de hoja de lata. Su ejército estaba compuesto por tres personas: un oficial (cuerpo principal), un tambor mayor (la vanguardia) y su mujer (la reserva). Los adversarios del gigante formaban tres divisiones cuyos jefes obraban en completa independencia, estallando entre ellos la discordia, por lo que generalmente se retiraban sin combatir. Aunque el gigante tenía algunos soldados, éstos estaban atados codo a codo, amenazados de muerte si se desligaban o movían, porque se les había dicho que la victoria consistía en su inmovilidad: sus enemigos siempre discordes, sin necesidad de pelear, teminarían por desbandarse.

En vísperas de una batalla, cuando las divisiones del ejército enemigo estaban a la vista del gigante, los jefes volvieron a discutir y se retiraron sin pelear. Un sargento entonces los destituyó del mando, se puso a la cabeza de las tres divisiones, atacó al gigante y, apoderándose de él y de sus fuerzas, comprobó que era de paja y que su ejército lo formaban sólo tres personas, incluida una mujer.

Según Iriarte, Alberdi quiso resaltar con esta farsa, que el poder de Rosas era un ente ideal que se encontraba en la imaginación de sus enemigos y que los desaciertos de éstos le habían proporcionado muchos triunfos y prolongado su existencia. Algunos pasajes de la obra se referían al general Lavalle, como a su retirada de la provincia de Buenos Aires sin combatir con su adversario, que se encontraba en los Santos Lugares en pleno estado de inmovilidad.

Analizando los hechos, concluiremos en que la intuición de Alberdi dio sus frutos: el sargento que terminó por derribar a Rosas, con una decisión que los demás generales no habían sido capaces de tener, resultó ser, un día, Justo José de Urquiza.


El general Tomás de Iriarte, nacido en Buenos Aires en 1794 y muerto en la misma ciudad en 1876, cuenta en sus "Memorias", -obra que al decir del historiador Enrique de Gandía, constituye en su género la más extensa del mundo y la más extraordinaria de la historiografía argentina- algunos hechos, situaciones y personajes que resultan prácticamente desconocidos para la historia oficial con que se nos ha formado y que puede resultar interesante recordar.

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