OPINION: Los barras VIP
EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES
Alan Schlenker no pudo participar de la planificación del asesinato de Martín Acro porque estaba esquiando en Bariloche. Y tampoco participó del asesinato porque a esa hora comía un helado en Pérsico, Juramento y Cabildo, en Belgrano, uno de los barrios más elegantes de Buenos Aires. Lo declaró entrevistado por Fernando Niembro en radio La Red.
Adrián Rousseau, cinturón negro de karate, eligió al semanario Veintitrés. Y aclara que vive de su condición de «personal trainer». Buena para ganarse la vida, pero menos paqueta que la condición de productor agropecuario y apicultor de Schlenker, que se pasea con sus anteojos de sol y ropa de marca por el barrio Las Cañitas.
Acro, el hincha asesinado, fue a escuela privada del barrio de Belgrano y su novia es la prima de la princesa de Holanda, Máxima Zorreguieta, aunque de profesión stripper, un mundo que seguramente conoce Moria Casán, pareja de William Schlenker, hermano de Alan, dos muchachos trabajadores, como los describió en el semanario Siete Días la madre de ambos, abogada de profesión.
A River, se sabe, se lo conoce como Los Millonarios, en honor a la compra record de Carlos Peucelle, allá por 1931, fortalecida por la ubicación del Monumental por la más favorecida zona Norte de la Ciudad de Buenos Aires, un contraste con los inicios en la zona Sur, donde quedaron los primos de Boca.
Pero no había diferencias entre los barras. Alberto Taranto, alias «Matutito», líder juvenil asesinado a balazos en 1983 en una pelea con hinchas de Boca, era un marginal, igual que Miguel Angel Sandokán, el barra que en 1993 tajeó en el rostro a Passarella. Tampoco eran «niños bien» Luis Pereyra («Luisito») o Edgar Butassi («El Diarero»), líderes de la barra hasta el asesinato de un hincha de Independiente, en 1996, cuando asumieron Los Patovicas Schlenker y Rousseau y comenzó la era de 'Los Borrachos…'.
Limpiaron las tribunas del Monumental de ladrones y de drogas. A cambio fueron favorecidos con la reventa de entradas, estacionamiento de vehículos y seguridad en shows musicales en el estadio, un poder tan grande que Rousseau se jactó alguna vez de echar a Diego Maradona del Monumental cuando éste fue a ver un recital de los Rolling Stones.
Cerca de medio centenar de patovicas viajaron al Mundial de Alemania, a razón de unos 8.000 euros por cabeza, contrataron por 6.000 euros a un abogado alemán y recibieron una indemnización de unos 70.000 euros del Estado alemán porque inicialmente se quiso prohibir su ingreso a los estadios. El negocio se fortaleció con los porcentajes por la venta de cracks a Europa. Y se hizo incontenible.
¿Cómo explicar, sino, que el ahora preso ex líder La 12, Rafael Di Zeo, sea propietario de un departamento en Puerto Madero, pagara 550.000 dólares por un boliche en Mar del Plata, paseara en BMW y una 4×4, fuera de vacaciones a Pinamar, contratara dos custodios a razón de 3.000 pesos por partido cada vez que iba a la cancha y sea defendido ahora por el conocido penalista Mariano Cúneo Libarona, según un informe del diario Clarín.
Si no tuvieran el dinero personal de Schlenker, los barras de hoy enriquecen como Di Zeo. Revistas, mujeres de la farándula, Bariloche, Europa, BMW…¿dónde están mis viejos tiempos, diría Raúl Gámez, el ex presidente de Vélez, cuando le decían Pistola y se peleaba a pecho descubierto, sin fierros ni drogas? Y en la tribuna. San Lorenzo y River jugarán este domingo. Pero si no hacen algo en serio, el próximo paso puede ser mucho más aterrador.
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