Opinión publicada

Te invitamos a leer el artículo “Un liderazgo con la brújula dañada por Sergio Berensztein y “Se acabaron el cash, las expectativas y el sentido común”por Jorge Fernández Díaz

Sergio Berensztein, en La Nación, considera que “acostumbrado a hacer del conflicto su principal táctica para construir y detentar poder, el Gobierno ha encontrado finalmente un rival contra el que no puede, quiere ni sabe pelear: es él mismo. Las causas más letales de esta inusitada y peligrosa situación son y han sido sus formidables errores y torpezas. Se trata de un conjunto de profesionales del poder que se han aferrado a una concepción anacrónica, parroquial y prejuiciosa de la política y del mundo. En muchos asuntos críticos, en particular respecto de la política económica, han demostrado un nivel de impericia e ignorancia increíble sobre aspectos básicos del funcionamiento de los mercados que es a esta altura imposible de justificar. ¿Cómo puede ser que un presidente que transita el final de su segundo mandato designe a gente tan inexperimentada, por más buenas intenciones que tenga, para desempeñar semejantes responsabilidades? Para operarse de su enfermedad, eligió a los mejores especialistas que tiene el país. Es una pena que no aplique el mismo criterio para manejar los asuntos del Estado”

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Jorge Fernández Díaz, en La Nación opina que “Néstor Kirchner. creía que para gobernar había que tener cash y generar expectativas. A Cristina se le acabaron al mismo tiempo la plata y el futuro. La combinación entre un grave problema macroeconómico , un proyecto derrotado y sin herederos, una desembozada guerra peronista por la sucesión, un fuerte descrédito internacional y una creciente desconfianza de una sociedad enfrentada una vez más a la pesadilla del dólar y la alta inflación, forman esta “tormenta perfecta” que azota el velero kirchnerista. Una cosa es profundizar el modelo y otra muy distinta es hundirlo. En esta extraña tarea de autodestrucción estuvieron empeñadas desde hace por lo menos tres años las sucesivas gestiones económicas de la Gran Capitana. Como reconocer errores y negligencias no les parece de buen gusto, apelan ahora al truco más viejo de todos: pérfidos poderes conspiran contra los buenos.

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