Opinión publicada
Los invitamos a leer los artículos “Cómplices que callan mientras se pierde el rumbo”, de Jorge Fernández Díaz, y “Atajos para atraer inversores”, de Néstor O. Scibona.
Jorge Fernández Díaz en La Nación, analiza el comportamiento de “los que callan mientras se pierde el rumbo”. Señala que “en el peronismo, en el estalinismo y en otros movimientos autopercibidos como fundacionales y totalizantes ha sido tradicional la digestión a mansalva de sapos. En nombre del proyecto, bajo una excusa denominada “razón de Estado”, los militantes de la causa (cualquiera que ella sea) estuvieron muchas veces dispuestos a hacer la vista gorda frente a los desatinos, a festejar los errores, a cerrar filas ante la aberración y a justificar públicamente lo injustificable. El kirchnerismo no escapa a esa lógica. Lo novedoso, sin embargo, es que últimamente el paraguas amenaza con volverse un colador. Por la simple razón de que el rumbo se ha perdido. Recordemos una vez más cuál era el rumbo: dólar competitivo, superávits gemelos, economía sana sin inflación, crecimiento sostenido del empleo y disminución de la desigualdad; cohesión y coordinación con la “columna vertebral del movimiento”, independencia judicial, lucha contra la corrupción y el lavado, y una política exterior que diferenciara sutilmente a la Argentina de Venezuela y que rechazara cualquier contubernio con Estados sospechados de practicar el terrorismo internacional. Como se sabe, aquel conjunto de ideas, que intentaba alejarse de la prehistoria feudal santracruceña, fue derrumbándose a medida que los genes políticos y la farra populista le ganaron la pulseada al país racional. No sólo fue una derrota del kirchnerismo; en parte lo fue también de la sociedad argentina. Que resultó cómplice por voto, obra u omisión. El modelo, tal y como fue concebido, no existe más. Y en su lugar campea un show serial de improvisación exótica”. Para leer el artículo completo, hacé clic.
Néstor Scibona, en La Nación, considera que “el decreto 929/13 -que ya pasó a ser denominado “decreto Chevron”- no deja de ser otro atajo, para atraer inversiones privadas con incentivos oficiales que hace poco se negaban y a riesgo de ser modificados en el futuro por otro decreto. Alieto Guadagni, ex secretario de Energía, sostiene que para promover una política de Estado, el gobierno de CFK debería sancionar, con consenso político, una nueva ley de hidrocarburos que defina contratos tipo, regalías y licitaciones públicas para extender o reemplazar concesiones. También el decreto avanza sobre la autonomía de las provincias petroleras, responsables de extender o no las actuales concesiones para que las enormes inversiones necesarias para desarrollar yacimientos de shale oil tengan un adecuado plazo de retorno. Para gatillar la inversión comprometida por Chevron, el gobernador neuquino, Jorge Sapag -aliado de CFK- se apresta a sancionar una ley específica. Sin embargo, Rubén Etcheverry, ex vicepresidente de la empresa Petróleo & Gas de Neuquén y actual opositor a Sapag, sostiene que ello constituye “un escándalo y una asociación ilícita”. No ayuda a despejar dudas la escueta información oficial sobre el contrato, ni que Cristina Kirchner -quien no se había privado de utilizar la cadena nacional de radio y TV en cuanto acto tuvo últimamente como protagonista a YPF- haya salido a defenderlo un día después desde el Chaco, criticando a los que lo critican, pero sin replicar la falta de transparencia con que se manejó. A diferencia de Kicillof, quien acaba de pronosticar un “carnaval de inversiones” a partir del contrato con Chevron, Guadagni lo califica como un “acuerdito”, al comparar los 1240 millones que invertirá la petrolera estadounidense con los 28.000 millones que en su momento estimó Repsol para desarrollar Vaca Muerta”. Para leer el artículo completo, hacé clic.
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