Opinión publicada
• Carlos Pagni, en La Nación, acude a la vida de la colmena descripta en 1901 por Maeterlinck para ilustrar la crisis que vive el peronismo. En relación con el futuro de Scioli, opina que se deben despejar dos incógnitas. “La primera es si la presidenta lo aceptará como heredero. Es difícil que lo haga. Las disidencias de Insaurralde anticipan las de Scioli. Y entrañan la peor de las derrotas: la derrota conceptual, que se produce cuando los propios seguidores adoptan la imagen de las cosas que propone el adversario. Si la escena santacruceña cobijara alguna lección sobre lo que está por venir, habría que sospechar que Cristina Kirchner sueña, llegado 2015, que el Frente para la Victoria renuncie al poder, pero no a la identidad”. La segunda pregunta es si el peronismo se encolumnará detrás de Scioli, “es decir, detrás de un perdedor”. La tradición indicaría que no, pero considera que Scioli podría sacar ventaja de una paradoja: “¿El Partido Justicialista entregará el poder a Sergio Massa, un candidato de 41 años que viene de vencer a la presidenta y al gobernador de Buenos Aires? ¿Aceptarán sus viejos leones un salto generacional que podría ser mucho más predatorio que el que temieron con La Cámpora? ¿Tolerará esa nueva jefatura la generación de Capitanich o de Urtubey? Maeterlinck sostiene que en las transiciones aparece al desnudo la verdadera ley de la colmena. Es decir: se advierte que la que manda no es la reina, sino la pasión del enjambre por tratar de sobrevivir”. • Carlos Malamud, en Infolatam, analiza la caída de Allende en Chile, cuando se van a cumplir 40 años del acontecimiento. Afirma que “si algo muestra la experiencia chilena es lo funesto que resulta para el futuro de un país y la convivencia social la utilización de la crispación y la polarización con fines políticos. Algo similar ocurrió tras la caída de Perón en 1955. La sociedad argentina necesitó el paso de dos o tres generaciones para que las cosas comenzaran a normalizarse, hasta que la llegada del kirchnerismo al poder supuso una vuelta a las andadas. En otros países latinoamericanos, como Venezuela, Bolivia o Ecuador, ocurren situaciones semejantes. El problema no está en que la lucha política sea dura. El problema emerge cuando los de un bando criminalizan al otro y las familias o los grupos de amigos se dividen de forma irreconciliable. ”De este modo, se termina favoreciendo como en el Chile de Allende un clima previo a una guerra civil con todas sus implicaciones. Chile no ha curado totalmente sus heridas, que han sido muy traumáticas y profundas, aunque va camino de hacerlo. La alternancia en el poder y la vigencia de un marco amplio de libertades democráticas facilitan la reconciliación y ayudan a exorcizar a los fantasmas del pasado. El sistema político chileno, pese a sus imperfecciones, es la mejor garantía de ello”.
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