Oportunidades
En un país de crédito escaso e inversiones remisas, escuchar a dos grupos empresarios del exterior anunciar obras por 35 millones de dólares para Bariloche, Las Grutas, Los Menucos y Epuyén -todas a un tiempo y con plazos cercanos- asemeja una alucinación.
¿A cuántos se les ocurriría hoy arriesgar en una nación marcada por la tentación de no honrar la deuda y que navega entre la inseguridad jurídica, la callejera y el cimbronazo energético?
Casi marginados de ayuda internacional para inversiones genuinas, sólo el propio esfuerzo y la dudosa capacidad negociadora con el mercado de capitales parecieran ser las magras opciones.
Pero, como es el caso de los inversores que anteayer hicieron los anuncios en Bariloche, puede caer maná del cielo. ¿Hay suficiente capacidad de valoración de estas oportunidades? ¿Se comprende el efecto multiplicador que irradian? ¿Se las acompaña?
Si advirtiéramos algunos antecedentes cercanos, no estaríamos tan seguros.
No hace mucho, la comuna de Roca -por darles la razón a unos crianceros que decían tener en peligro su economía de subsistencia- literalmente echó a la importante bodega mendocina Escorihuela, que ya había iniciado sus instalaciones y cultivos en la zona de Paso Córdoba, con ocho millones de pesos de inversión.
La bodega Noemía de la Patagonia, de capitales italianos, naufragó en su intento de producir allí mismo vinos artesanales para exportarlos y, tan harta de vueltas como Escorihuela, eligió finalmente 160 hectáreas de Valle Azul que se le abrieron con gusto para que se instale y produzca.
Desde el 2001, la empresa vitivinícola Domaine Vistalba, de origen francés, productora de champán en J. J. Gómez, ha sido víctima de la indefinición legal de esas mismas 300 hectáreas de Paso Córdoba, con tierra fértil, pero nada de ganas de activarlas.
Más recientemente en la vecina Neuquén, en la bellísima y pujante Villa La Angostura, buena parte de la comunidad consiguió impedir que se construyera un complejo cinco estrellas con capacidad para mil camas y una inversión de 60 millones de dólares. Un lujoso imán para turistas con capacidad para gastar. Ni lerda ni perezosa, Junín de los Andes hizo notar que quiere tenerlo en su comarca, consciente de que la inversión significa empleo y recirculación de dinero.
Por lo menos, en el caso de los anuncios de Bariloche, el municipio anticipó su respaldo. «Es política del Estado atraer inversores, no espantarlos», dijo Darío Barriga, secretario de Hacienda. Pero seguimos hablando de gestos individuales.
¿Y el Estado rionegrino? Por lo visto, no muestra demasiadas herramientas para dar soporte a estas oportunidades.
La provincia sigue sin aprovechar el favorable contexto macroeconómico que proporcionó la devaluación para desarrollar plenamente su economía regional.
No se advierte una estrategia definida para captar inversiones, teniendo en cuenta que tanto los negocios en turismo como e el sector agroexportador generan altos retornos económicos.
Como se ve, las aisladas inversiones que llegan son producto de la iniciativa privada y, las más de las veces, se desgastan tropezando con la burocracia y ese extraño sentimiento de flagelación que significa impedir el desarrollo.
Río Negro exhibe con orgullo cuentas fiscales equilibradas, pero -bueno es aclararlo- este escenario es producto más de la coyuntura favorable que se vive en el país, que mérito de ajustes racionales que se deberían hacer dentro del presupuesto.
Sea como fuere, esa mejora en los recursos fiscales también exige una mirada distinta del Estado como inversor en obras y dinamizador de la economía. El presupuesto 2004 de Río Negro tiene una partida superior a los 100 millones. Una buena asignación frente a la desinversión y montos inexistentes de años anteriores.
Más de la mitad de los 100 millones constituyen fondos de programas nacionales o internacionales. Pero ocurre que los recursos propios de Río Negro están direccionados a otras prioridades fijadas por la gestión de Miguel Saiz. Por ejemplo, la recomposición de los salarios de los agentes públicos provinciales.
El Estado deberá asumir también un papel fiscalizador en el programa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que inyectará nada menos que 86 millones de dólares en la reactivación económica.
En definitiva, sólo cabe esperar que el gobernador Saiz cumpla con lo dicho en su mensaje legislativo: «Lograr un uso eficiente a ese préstamo inédito y ser efectivos, prolijos en su administración». Para ello, el mandatario aseguró que la provincia «sólo respaldará a proyectos viables en lo económico y habrá un control riguroso de los desembolsos». El objetivo -según los propios dichos de Saiz- es «no repetir esa historia conocida de millones dólares que se escurren en planes inviables, o en la esponja de los organismos burocráticos».
El mandatario regresó esta semana a Viedma después de participar en Perú de una reunión del BID. Se congratuló en ese encuentro de ser la única provincia argentina con este acuerdo del Banco Internacional para inversiones privadas.
Afortunadamente es así y los plazos se mantienen. Próximamente se llamará a licitación para definir los bancos que manejarán esos fondos. En mayo o junio se prevé el primer desembolso de cinco millones de dólares del BID para asignar los primeros créditos.
Volviendo a las inversiones, la falta de una clara política oficial y planificación para el desarrollo de la producción y el turismo (los dos pilares de la economía de una provincia con envidiable geografía), junto a un escenario poco claro en materia fiscal (hay que tener en cuenta que a partir de este año se empieza a pagar capital de la deuda de 2.500 millones) conspira con las inversiones de mediano y largo plazos que se puedan presentar.
En este contexto, nadie puede asegurar que las cuentas provinciales se puedan mantener equilibradas en el tiempo y menos aún que no se aumenten los impuestos sobre la actividad privada para poder sostener las mayores erogaciones proyectadas (salarios y capital e intereses de deuda pública).
Frente a una coyuntura macroeconómica favorable, hoy se necesita un Estado dinámico y proactivo para poder atraer nuevas inversiones. Seguir con el esquema que acompañó a la provincia en los últimos 20 años (basado en el aumento del gasto improductivo) no favorece a nadie.
El Estado -qué duda cabe- necesita acompañar al sector privado, puesto que es el único que puede hoy generar riqueza en la región. Un momento especial para no desperdiciar.
Italo Pisani y Javier Lojo
ipisani@rionegro.com.ar / jlojo@rionegro.com.ar
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