Orquesta del Neuquén brilló con Fauré y Mozart

El pasado sábado pasado a las 20.30 tuvo lugar el concierto que brindó la Orquesta de Cámara de Neuquén en sus propias instalaciones de Leguizamón 328 totalmente colmadas por el público. En la ocasión se ofrecieron tres obras: «Pavane» de Gabriel Fauré y de Wolfgang A. Mozart el «Concierto para Clarinete y Orquesta» y la «Sinfonía Nº 40».

En la apertura del concierto, bajo la dirección del director titular de la agrupación y actual subsecretario de Cultura de la Provincia del Neuquén Naldo Labrín, se interpretó la célebre «Pavane» del parisino compositor preimpresionista Gabriel Fauré (1845 – 1924). Labrín conoce esta obra en profundidad y logra imprimir a la orquesta el carácter de la misma. Es una obra musical con cierto grado de dificultad. En los primeros compases comienza con «pizzicatto» de violas y cellos, con el concurso de los vientos en un crescendo en el que se van incorporando los violines hasta irrumpir en un fortísimo a toda orquesta pero con el «tempo» rigurosamente cuidado. Labrín lo entiende así y es por eso que esta «Pavana» (danza) se pudo escuchar en forma impecable.

En segundo lugar el «Concierto para Clarinete y Orquesta en la mayor K.622» de Wolfgang A. Mozart (1756 – 1791). Mozart compuso este concierto un mes antes de su fallecimiento y se lo dedicó a su amigo Anton Stadler para su estreno en su Salzburgo natal. Mozart estaba muy enfermo y sólo abandonó su lecho para dirigir una función de su ópera «La Flauta Mágica» además de estar escribiendo su última obra: «Réquiem K.626» (inconcluso).

Mozart tenía un cariño muy especial por el clarinete y en sus obras de cámara llegó a reemplazar al oboe por este instrumento. El concierto es, en sus tres movimientos, de una delicadeza total. El adagio es un verdadero canto y el rondó final es prácticamente un himno a la vida.

En este concierto pudimos apreciar la presentación de Blas Cerezo de escasos 23 años, bajo la dirección de Luis Corrado al frente de la orquesta. Blas Cerezo se perfila como un instrumentista que tiene un futuro muy importante. En la presentación del pasado sábado nos mostró su musicalidad, sentido interpretativo y buena articulación. No obstante creo que tiene mucho estudio y trabajo, con el instrumento, por delante. A no dudar que en un futuro no muy lejano puede llegar a ser un gran intérprete. Luis Corrado dirigió adecuadamente y acompañó a Cerezo en forma correcta y equilibrada. Bien el tempo y la expresión.

Finalizando el concierto, la Orquesta de Cámara, esta vez bajo la dirección de Marcelo Alvarez, tocó la «Sinfonía Nº 40 en sol menor K. 550» de Mozart. Esta obra compuesta en el año 1788 es una obra mayúscula y es siempre interpretada por las grandes orquestas del mundo. Alvarez entiende esta obra y capta el sentido jovial y alegre que el compositor pretendía. Si bien es una obra escrita en pleno clasicismo, es una revolución hacia el romanticismo. Tanto la «Sinfonía Nº 40» como la «Nº 41 K. 551» son el cimiento del período romántico. La orquestación es más nutrida, los matices son mucho más dinámicos. En particular me impresionó muy bien el minuetto y el allegro assai. Como en esa época, Marcelo Alvarez tomó ad libitum esos tiempos y los manejó muy bien. No está muy lejos su concepción musical de la de los grandes directores y quizás ahí radica el sentido que le da a la sinfonía.

Como bis, nuevamente bajo la batuta de Naldo Labrín la Orquesta nos dejó «Si vas para Chile», tonada de Chito Faró (arreglos de Naldo Labrín).

Destaco al público que se mostró muy entusiasta y que le brindó una merecida ovación a Blas Cerezo.

Horacio San Miguel horaciosanmiguel@hotmail.com


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