«Otra obra víctima del maltrato en un salón»

Les escribo a todos los medios posibles porque nuevamente he sido víctima del maltrato de una obra artística enviada a una exhibición. En esta ocasión fue a un salón Municipal de Artes Visuales en la ciudad de Esquel, en el 2008. Envié una escultura perfectamente embalada. La obra fue seleccionada y expuesta y formó parte de la portada del catálogo de tal evento. A fines de noviembre comencé a enviar e-mails y a llamar por teléfono para que me la enviaran de regreso ya finalizado el salón.

Me decían que salía para acá pero no llegaba nunca. En enero llamé nuevamente. Me dijeron: «Ah, sí, lo estamos enviando». Y nada.

Envíe varios e-mails y ninguno fue respondido. En febrero me comuniqué nuevamente y me dijeron que llamara al Centro Melipal. Lo hice y me dijeron que no era ahí, que tenía que llamar a Cultura Esquel, cosa que hice nuevamente. En ese momento hablé con una señora encargada cuyo nombre no recuerdo y ella finalmente me informó que la escultura no había sido enviada porque había sufrido una pequeña rotura y estaban tratando de repararla con una artista local. Le pedí que no, que en todo caso me la enviaran, que prefería arreglarla yo, y que estaba muy molesta porque nunca nadie me había informado eso. ¡Habían pasado ya tres meses! Me dijo que lo iba a hablar con el director de Cultura, que enviarían la obra enseguida y que él me iba a llamar.

Esperé, esperé… y nuevamente nada.

Lo llamé, le conté lo sucedido, me pidió disculpas y me dijo que la mandarían a la brevedad. Pasaron dos semanas hasta que finalmente llegó a Bariloche. La fui a retirar al transporte… por lo menos el envío estaba pago.

Cuando vi la caja ¡oh sorpresa!, el formato era tan distinto de lo que yo había enviado que empecé a sospechar lo peor. Al abrir la caja no sólo me encontré con la parte cerámica rota, que es lo que me habían dicho, sino también con la pieza de hierro totalmente desarmada, desoldada y literalmente tirada dentro de la caja, sin ningún tipo de embalaje… y las partes rotas de cerámica en una bolsa de supermercado.

Enseguida llamé a Claudio, el director de Cultura. Le expliqué cómo había llegado la obra y le pregunté si él había visto en qué condiciones estaba. Admitió que no, que iba a averiguar lo sucedido y que me llamaría. Pasó el tiempo y ni noticias, ni una llamada, ni un reintegro, ni una disculpa… ¡nada!

La verdad, se me acabó la paciencia. Como bien dice mi hijo, no hay que enviar más obras a los salones, siempre te pasa lo mismo: pura mala sangre.

Mi pregunta es: ¿para qué hacen los salones, si no van a tener el más mínimo cuidado con las obras? ¿Dónde están el respeto y la gente idónea para armar y desarmar una muestra? ¿De qué sirven toda la parafernalia, el gasto, los folletos, etcétera, etcétera, si no se puede cuidar ni lo que es ajeno?

Carolina Lockwood, DNI 11.778.012

Bariloche


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