Otra universidad es posible

Por Jorge Guala Valverde

Tuvieron lugar el 22 y 23 de noviembre, en la Sede de la Universidad Tecnológica de Plaza Huincul, las jornadas «Relatividad en Ingeniería», a las que acudió un número inusual de asistentes. Los especialistas W. Panofsky (Stanford), P. Graneau (Boston), T. Phipps (Urbana) y A. Assis (Campinas) se excusaron de no poder asistir, debido a problemas conectados con los vuelos, por todos conocidos.

Vale recordar alguno de los tramos del discurso inaugural, por parte del director de la casa de estudios, Ing. Enrique Sierra: «…se darán a conocer, por vez primera en un ámbito académico, resultados experimentales nuevos que configuran avances definitivos en su ramo. Tengo la seguridad de que las horas que siguen serán una verdadera fiesta para el intelecto, en la que diversos actores podrán intercambiar opiniones, experiencias y discutir con la pasión de quien busca la verdad, por encima de todo utilitarismo, los distintos enfoques con los que tratamos de aprehender lo sustancial de cada fenómeno natural. Intuyo que las presentes jornadas emularán, en su propia escala, las memorables sesiones dieciochescas de la Royal Society of London».

Podemos afirmar que no se equivocó Sierra en sus apreciaciones. El interés que, a lo largo de dos días, pusieron los asistentes no fue común. Ocurre que cuando se exponen temas de interés central matizando convenientemente las disertaciones con experimentación concreta, dejando hacer a los asistentes, los réditos superan las expectativas. Los más jóvenes, nóveles ingenieros y alumnos avanzados reconocieron que ciertamente se pueden transferir conocimientos de manera participativa. Aunque con una participación de naturaleza muy diferente de la tan manida y nunca practicada que nos ofrecen los manipuladores de masas.

El estímulo que representa el hecho de poder repetir, con mano propia y en una comarca empobrecida, experimentación que recién se está copiando en lugares del mundo más afortunados hace, naturalmente, recobrar la confianza en nuestras propias fuerzas.

¿En qué reside la singularidad de este evento? Un factor primordial es el tamaño de la casa de estudios. Razonable número de estudiantes, pequeño número de carreras. No hay dispersión de recursos en forma estéril. No hay excusas para la malversación (tanto material como intelectual). Por lo arriba dicho, todos conocen a todos. Inevitablemente, en temas tan delicados como lo son la comprensión de los fenómenos naturales, el «quién es quién» es el punto de partida para lograr una correcta edificación.

Ciertamente, no son las instalaciones, ni las administraciones, ni la población de una institución lo que le dan vida y probabilidad de éxito. Antes más, la materia prima indispensable la constituye el recurso humano. Casas de estudios que diversifican a tal punto sus áreas de interés (llámense carreras) y sus asentamientos están, en un país empobrecido, condenadas a una lenta extinción, precedida por una larga agonía fatalmente signada por la mediocridad. Y, lo que es peor, sobrellevando la agonía muchas mentes sanas que ingresaron a la universidad en búsqueda de conocimiento terminan arrastradas por la corriente corrupta del «sálvese quien pueda». Resultado: tratar de arrebatar un «cartón» que permita medrar en la sociedad, ganado terreno sobre los «no ilustrados». Cartón que tantas veces tiene el valor que antaño tuvieron los títulos nobiliarios. Deleznable práctica que a diario exhiben tantos «graduados». No me importa llamarme Juan, sino que se me presente como Dr. Juan. No necesito el uniforme de coronel para buscar cigarrillos en el quiosco, ni el estetoscopio al cuello cuando debo cargar combustible en mi vehículo. Ni Newton, ni Einstein, ni Rey Pastor, tan sólo por citar algunos, necesitaban anteponer a sus nombres adorno alguno. Eran en sí mismos.

Es tiempo de que las palabras cedan lugar a los hechos, por lo que ofreceré ahora «recetas» útiles para ensayar ya en algunos ámbitos universitarios. Tomemos por caso las carreras denominadas «duras»: ingenierías, física, química, bioquímica, etc. Resulta por demás conveniente «partir» el plan de estudios en dos segmentos bien diferenciados: uno básico, común a todas estas carreras, donde se impartirán las bases del álgebra, el análisis, la mecánica, el electromagnetismo, las químicas en general, inorgánica, orgánica y analítica. A nivel de nuestra comarca, basta para conseguir buenos logros académicos disponer de un departamento de ciencias básicas, en lugar de la diversidad de departamentos hoy existente. La experiencia mundial permite aseverar que tiene sentido «abrir» un departamento básico sólo cuando los logros en materia de producción científica y tecnológica hacen aconsejable la «especialización». Caso contrario, significa solamente aumentar burocracia, costos y multiplicación inútil de personal. Los profesores y auxiliares que tengan responsabilidad en la materialización de este ciclo básico para carreras de base científica no tienen por qué acreditar dotes de investigadores ni dedicaciones de tiempo completo («full time»). Tan sólo deben conocer, a fondo, las materias que dictan, con un aceptable grado de actualización. El tema docentes investigadores deber ser abordado con sinceridad en algún momento. Y tanto mejor cuanto antes se haga.

En mi opinión, uno de los «agujeros negros» en las finanzas universitarias está anclado en verdaderas parodias de investigación científica, parodias que, con mayor o menor éxito, bastaron hasta ahora para justificar «full time», partidas especiales, incentivos, etc. El ciclo básico, para que resulte efectivo, debe ser intenso, concreto y no debe consumir más de 5 cuatrimestres. Tras los exámenes pertinentes, el estudiante obtendrá una matrícula intermedia, que le permitirá abordar estudios «superiores» (una ingeniería cualquiera, una licenciatura en química, física, etc.) y también le permitirá ingresar dignamente en los cuerpos de profesionales y técnicos de empresas de producción si es que su situación material le impide proseguir sus estudios. La matrícula intermedia debe, por supuesto, tener validez nacional y es en este punto donde los ministerios pertinentes pueden comenzar a hacer algo útil.

Esta receta simple, de ser aplicada, permitiría «grosso modo» dividir por tres los gastos corrientes sobre el área.

Otro «agujero negro» sin sentido lo constituyen los «centros regionales» con muy baja matrícula. Aquí es menester seleccionar los estudiantes por capacidad y vocación y becarlos convenientemente.

Es cierto que toda universidad que pretenda transcender el modesto ámbito de transmitir conocimiento y lograr generar conocimiento debe contar con investigadores científicos. Pero esto no se logra de un día para otro, ni «por decreto», ni con «full time», ni con incentivo, ni con papeles pintados. Los verdaderos científicos, que podrán conducir programas de investigación, se van reconociendo por sus contribuciones. Y éstas no tienen bandera ni fronteras: se asientan internacionalmente cuando valen. Y es fácil buscarlas, principalmente en estos tiempos de informatización global (un chico imberbe busca autores en Yahoo…). Pero, y es menester decirlo, estas recetas chocarán con núcleos de resistencia sustentados por el usufructo de privilegios. Y es aquí donde los «consumidores» (esto es, los estudiantes) deben contribuir a acelerar la imprescindible decantación de los «cuadros» universitarios. Piénsese en todo lo que puede hacerse con 40 millones anuales.


Tuvieron lugar el 22 y 23 de noviembre, en la Sede de la Universidad Tecnológica de Plaza Huincul, las jornadas "Relatividad en Ingeniería", a las que acudió un número inusual de asistentes. Los especialistas W. Panofsky (Stanford), P. Graneau (Boston), T. Phipps (Urbana) y A. Assis (Campinas) se excusaron de no poder asistir, debido a problemas conectados con los vuelos, por todos conocidos.

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