Pablo Milanés en Neuquén: De qué sentimental manera

Uno (de dos) de los más celebrados artistas de la Nueva Trova Cubana cantó en tierra neuquina. Sobria, rica y poderosa, su voz entonó los versos desgarrados de su compromiso escrito, más allá de la Revolución. Si su aspiración artística es, como ha declarado, desatar la magia en la comunicación de los sentimientos, la noche del sábado en Neuquén fue una nueva ocasión para que Pablo Milanés ponga su arte a salvo de ese olvido que lo acomete.

En el andamiaje alegre, íntimo y dulzón de las melodías del Caribe, las palabras melancólicas que componen sus canciones disimulan desencuentros, pérdidas, ausencias y distancias.

Mucho del nuevo material presentado aquí e incorporado a su último disco «Días de gloria» revisita los viejos aires de la tradición popular cubana. Sones, boleros, baladas, canciones del «fílin» en cuyo representante inigualable se ha constituido trasportan el testimonio, tan agradecido como dolorido, con tanta esperanza como pesadumbre de vivir, de un artista que, inexplicablemente, estuvo aquí por primera vez.

Vestido de camisa y pantalones azules, su figura familiar de pelo mota y anteojos, rostro idéntico al de hace tantos años, se recortó entre las luces y se instaló en una silla frente a un atril, acompasada por el ritmo leve de un toc-toc y un piano que abrieron el espectáculo.

Habló poco, lo necesario. Dijo que iba a presentar algunos temas de su nuevo disco y otros más conocidos. «Tal vez cantemos juntos y pasemos una noche maravillosa», dijo. Y cumplió.

Entregó en total dieciocho canciones que un sexteto estupendo hizo brillar. Con teclados, percusión, bajo, saxo, flauta, batería y un violín dotado de un lirismo arrebatador, en la interpretación de Dagoberto González, el primer tramo del concierto fue una sucesión casi sin pausa del nuevo material: «Vengo naciendo», «Días de gloria», «En saco roto» («llevo la trágica presencia de la vida», dice uno de sus versos), «Nostalgias».

Pero también estrenó dos obras cuyos objetos de inspiración anidan en los más íntimos pliegues de su sensibilidad. Una, «Si ella me faltara», dedicada a su esposa Sandra, y en la que se lució el saxo de Germán Velazco; otra, «Exodo», escrita para «los cubanos que por una u otra razón no viven en Cuba con nosotros».

Una salva de aplausos recibió a esta canción que se pregunta «dónde están los amigos que tuve ayer/qué les pasó/qué sucedió» y nombra, en una apelación conmovedora, a Pepe, el carpintero, a Juan, el electrónico, y a Hildita, Vladimir, Tomás… Aunque el sonido se sustrajo a la emoción general y conspiró, fallando, Milanés repitió los versos finales -«donde estén, un saludo para decir que los he amado y he deseado más de una vez verlos aquí mismo morir»-, en una voz apenas audible pero indiferente no.Este fue el único punto de encuentro entre arte y política que hizo explícito este artista identificado con la Revolución y visto como un emblema de perdidos «días de gloria» a los que hoy tiernamente canta: «Vivo con fantasmas/que alimentan sueños/y falsas promesas/que no me devuelven/los días de gloria/que tuve una vez».

Acompañándose de su guitarra, abriendo los brazos en cruz, acercándose, de pie, todo cuanto pudo al público para dar y recibir el cariño que arropó esa noche helada en el Ruca Che, Pablo Milanés eligió las canciones consabidas para los últimos minutos de su concierto. Después de «De qué callada manera», «Años», «Amo a esta isla», «Yolanda» y «El breve espacio en que no estás», sorprendió en los bises (fueron tres) con una versión abolerada y ligera de «Gracias a la vida», estremeció las entretelas del alma con «Yo pisaré las calles nuevamente» y regaló una final, interminable, coreada por miles, «Yo no te pido».

Mónica Reynoso


Uno (de dos) de los más celebrados artistas de la Nueva Trova Cubana cantó en tierra neuquina. Sobria, rica y poderosa, su voz entonó los versos desgarrados de su compromiso escrito, más allá de la Revolución. Si su aspiración artística es, como ha declarado, desatar la magia en la comunicación de los sentimientos, la noche del sábado en Neuquén fue una nueva ocasión para que Pablo Milanés ponga su arte a salvo de ese olvido que lo acomete.

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Comentarios