PALIMPSESTO: Escritores ydrogas III

El consumo de determinadas sustancias tiene que ver con las costumbres de una época. El uso de una u otra droga está ligado a su popularidad, a su prohibición o no, a sus efectos, a su precio, al prestigio y seguramente un gran número de variables más. El opio, del que ya hablamos, y el hachís son «prestigiados» en Occidente en los últimos dos siglos, debido al alto consumo entre los poetas, pintores, dramaturgos, actores.

El hachís es una pasta o resina que se obtiene de la flor del cáñamo. En Oriente se conoce desde tiempos remotos y llega masivamente a Europa a fines del siglo XVIII. Al igual que el opio comenzó a usarse con fines medicinales y fue adoptado inmediatamente por los artistas que buscaban nuevas percepciones y sensaciones. Su auge puede rastrearse en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, cuando las ciencias ocultas, los estados paranormales, los secretos de la mente, la teosofía estaban en plena euforia.

Ya en «Las mil y una noches», ese libro que es suma de libros, se cuenta la «Historia de los dos consumidores de hachís», cuyo protagonista es un pescador dado al consumo de la droga, y ésta lo hace cometer varios desatinos, incluso hacerse pasar por el sultán ante el propio sultán, gracias al desparpajo con el que habla (por efecto de la droga), logra salvar su vida.

Pero vayamos hacia adelante, andamos otra vez en compañía de Baudelaire y París, entremos con él en el hotel Pimodan, allí se reúne el «Club des Haschischiens», nos esperan Gautier, Nerval, todos ellos autores de libros sobre el hachís, también Alejandro Dumas, que menciona sus efectos en un pasaje de «El conde de Montecristo»: «…¿Sois poeta? Gustadla de nuevo, y se esfumarán las barreras de lo imposible; los campos de lo infinito se abrirán ante vos; os pasearéis con corazón libre y con libertad de espíritu por los campos sin límite de la fantasía. ¿Sois ambicioso? ¿Corréis tras las grandezas de la tierra? Gustadla otra vez y en una hora serás rey…»

Damos un salto y en los cafés de Madrid nos encontramos con Ramón del Valle-Inclán (1866-1936), el más excéntrico de los escritores españoles, bohemio, dandy, personaje singular del que hay un sin fin de anécdotas que muchas veces ocultan su talento de escritor. Recita un poema, «La pipa de Kif», aún bajo los efectos del humo: «Mis sentidos tornan a ser infantiles,/ tiene el mundo una gracia matinal,/ mis sentidos como gayos tamboriles/cantan en la entraña del azul cristal. (…) Divino penacho de la frente triste,/en mi pipa el humo de su grito azul,/mi sangre gozosa claridad asiste/si quemo la verde Yerba de Estambul.»

Y para el final, una curiosidad etimológica: existía en la antigüedad una secta árabe llamada «hassassins» que consumía la droga con el propósito de ingresar en estados de conciencia más elevados, pero también sus miembros fueron utilizados para matar a todos aquellos que se oponían al ascenso al poder de su líder; del nombre de esta secta provienen los términos «hachís» y nuestro común y corriente «asesino».

 

NESTOR TKACZEK

ntkaczek@hotmail.com


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