Palitos chinos

Si se restablece de su fractura de tobillo, la presidenta Cristina Kirchner estará aterrizando en Beijing dentro de tres semanas. Unos días antes lo hará una avanzada encabezada por el ministro Julio de Vido.

LA SEMANA ECONÓMICA

El objetivo de esta visita oficial a China, que había sido postergada en octubre por otro problema presidencial de salud, tiene y no tiene que ver con el resonante anuncio del presidente Xi Jinping de que el gigante asiático planea invertir en la próxima década unos 250.000 millones de dólares en América latina.

El objetivo de la Casa Rosada, sin embargo, es de cortísimo plazo: la asistencia financiera china, en millones dólares o yuanes convertibles en otras divisas, resulta clave para este año electoral. Tanto para reforzar las reservas del Banco Central en medio del actual default parcial de la deuda y la recesión por racionamiento de importaciones, como para eludir el costo político de un arreglo con los fondos buitre en 2015.

Aunque la presidenta se haya referido varias veces a la “alianza estratégica” con China, no puede afirmarse que se trate de una política de Estado. El convenio de cooperación bilateral firmado a mediados del 2014 obtuvo una ajustada media sanción del Senado a fin de diciembre, con el voto en contra de todos los bloques opositores. Y la idea de lograr la ratificación en la Cámara de Diputados antes del viaje presidencial, debió ser pospuesta transitoriamente. No sólo por la convalecencia presidencial, sino porque CFK debía convocar a sesiones extraordinarias justo en medio del revuelo político que provocó en el oficialismo la presencia del gobernador y precandidato Daniel Scioli en actividades del Grupo Clarín.

Sin embargo, éste no es el fondo de la cuestión. Aun dentro del Frente para la Victoria hay reparos sobre la instalación de la estación china de seguimiento satelital en Neuquén, cuestionada por la oposición. Y también varios gremios aliados a la Casa Rosada están en alerta por sus fuentes de trabajo ante el posible avance de compañías chinas en la construcción de obras públicas y suministros de bienes de capital, material ferroviario, repuestos y reparaciones.

Para impulsar estos acuerdos, el criterio de la Casa Rosada fue el de “comprar a quien nos presta”, en medio del aislamiento financiero externo que padece la Argentina desde mucho antes del default del 2014. Desde un enfoque ideológico bastante anacrónico, también ha sido una forma de buscar socios alternativos fuera del área de influencia de los Estados Unidos y los centros financieros internacionales

El problema es que la relación económica entre la Argentina y China resulta cada vez más asimétrica; sobre todo ante la necesidad y urgencia de divisas que enfrenta el kirchnerismo para edulcorar el último tramo de su gestión. La compra de trenes chinos, sin licitación y pago cash (por unos 1.500 millones de dólares), fue el recurso de apuro al que apeló el gobierno de CFK para renovar la desvencijada flota de trenes suburbanos luego de la tragedia de Once. Pero esta operación también abrió paso a la financiación china (por 2.500 millones) para suministrar locomotoras, material rodante y hasta durmientes que permitan reactivar el semiparalizado ferrocarril Belgrano Cargas, vital para el transporte de las cosechas del NOA y el NEA hacia los puertos de Rosario para su exportación. De Vido gestionó además la financiación de grupos chinos para la construcción de las cuestionadas represas hidroeléctricas (Néstor Kirchner y Jorge Cepernic) sobre el río Santa Cruz, con un presupuesto de 4.300 millones de dólares. Y los acuerdos otorgan preferencia a la participación china en la construcción de la central hidroeléctrica Atucha III.

Según la consultora Abeceb.com, que dirige Dante Sica, el déficit comercial de la Argentina con China habría alcanzado en el 2014 a 6.300 millones de dólares (8% más que en 2013), con una creciente tendencia negativa a partir de 2008 (el último superávit fue en 2007, con 77 millones). El informe explica que el grueso de las exportaciones argentinas se concentra en soja y aceites (78%) y, en mucho menor medida, petróleo (3%), mientras las importaciones están conformadas por un diversificado conjunto de productos industriales, entre ellos máquinas y aparatos eléctricos (32%). Con estos datos a la vista, se deduce que el swap en yuanes a tres años (por el equivalente a 11.000 millones de dólares, de los cuales se activaron 1.300 millones), cubre algo menos del doble del déficit comercial sólo del último año.

El economista Mauricio Claveri, coordinador de Abeceb, añade que si bien en los considerandos del convenio se reconoce la necesidad de revertir el desequilibrio comercial, no está claro cómo se va a lograr. “Una mayor apertura con China en términos de inversión industrial e infraestructura en ‘sectores prioritarios’ -añade- estará acompañada por facilidades para importar bienes manufacturados de ese país. Esto no sólo podría implicar un desplazamiento de producción local, sino también limitar la posibilidad de desarrollar las capacidades locales necesarias para exportar bienes de mayor valor agregado”. También considera que “el acercamiento con China podría profundizar el proceso de sustitución de Brasil como proveedor de productos industriales”, cuando lo más aconsejable sería una negociación conjunta de ambos países con China.

Esta perspectiva es la que preocupa a dirigentes del gremio metalúrgico y de talleres ferroviarios, que se encuentran virtualmente paralizados y donde no se descartan radicaciones chinas bajo el paraguas del acuerdo. También a los obreros de la construcción: si bien en Diputados se buscó otorgar prioridad a la mano de obra local en futuras inversiones públicas, el Congreso sólo puede avalar o rechazar el acuerdo, pero no modificarlo.

Desde un enfoque analítico, el economista Enrique Szewach sostiene que si bien resultaría absurdo negar la conveniencia de tener a China como un importante socio en materia económica, “esto no implica tomar decisiones estratégicas de largo plazo, en función de la necesidad de un puñado de dólares”. También afirma que “colocar a China como proveedor de obra pública y otras contrataciones del Estado, sin necesidad de competir, vía licitación pública y transparente por precio y calidad, no hace más que seguir la línea de opacidad que ha caracterizado la actividad del Estado argentino en materia de contrataciones y asociaciones, en las cuales el antecedente de la “relación especial con Venezuela” debería servir como ejemplo. Lo mismo que no incluir en los acuerdos condiciones vinculadas a exportaciones argentinas con mayor valor agregado (alimentos en particular).

Mientras tanto, las necesidades argentinas de divisas le vienen como anillo al dedo a la estrategia china de incrementar su influencia económica y geopolítica en América latina, especialmente desde el derrumbe de los precios del petróleo. Sin ir más lejos, el gobierno de Beijing también acaba de anunciar la asistencia a a Ecuador por 5.300 millones de dólares y a Venezuela por el equivalente a 20.000 millones en financiamiento e inversiones, aunque en este caso a cambio de garantías estatales y el control de la producción exportable de materias primas.

Néstor o. scibona


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