Para ayudar a los hijos con la tarea volvió a estudiar

Patricia tiene 28 años, tres hijosy hace días terminó la primaria en la Escuela de Educación Básica para Adultos de Costa Linda, un barrio de Fernández Oro.

EJEMPLO DE VIDA

CIPOLLETTI (AC).- Patricia tenía 11 años cuando tuvo que dejar la escuela primaria. Comer o estudiar eran las opciones que tenía y optó, si se puede utilizar este verbo, por la primera. “A veces me quedaba dormida en el banco por el hambre. El momento que comía era cuando me tomaba la taza de leche con el pan que nos daban en la escuela. Esa era la comida mía”, relató sentada en el banco del patio de su casa con su beba de cuatro meses en brazos.

Patricia Quintrimil tiene ahora 28 años y hace dos semanas entregó la bandera de ceremonias después de terminar séptimo grado en la Escuela de Educación Básica para Adultos de Costa Linda, un barrio de Fernández Oro, donde ella también vive con su marido y sus tres hijos.

“Fui tranqui. Como está cerca podía llevar a los chicos y estar atenta a ellos. Pero podía estudiar porque se quedaban muy tranquilitos. Si hubiese sido un lugar donde no te dejaban estar con chicos hubiera sido otra cosa”, reconoció sobre las facilidades que les brindaron sus maestras para que pueda terminar la escuela.

Patricia contó que hace tres años llegó hasta su casa “la seño” Marcela Catalini, que había sido su maestra en la primaria y era docente en la de adultos, y le preguntó si quería volver a la escuela. Consultó con su marido Ramón Aguilera, que la apoyó con la idea, y así arrancó.

Su mayor preocupación en ese momento eran las dificultades que encontraba para ayudar a su hijo más grande que empezaba tercer grado. “Si bien las que hacían eran actividades fáciles yo no lo podía ayudar porque no las entendía”, recordó Patricia y contó que entre otras estrategias iban hasta la casa de un sobrino para que lo ayudara. “O venían los hijos de él”, dijo señalando a Ramón. “Pero no era lo mismo que ayudarlo yo. Estás en tu casa, se pone a hacer la tarea y lo ayudás”, habló sobre los incentivos que le permitieron superar las dificultades que encontró en el estudio.

“Creo que hasta el día de hoy no sé bien qué son las graves, las esdrújulas, eso. Se me olvidó completamente. Y matemática es difícil”, reconoció entre sonrisas.

De la escuela recordará a sus maestras Patricia Cativiela, Edith Méndez y Marcela Catalini. También las charlas con sus compañeras. “Voy a extrañar cuando la seño Edith me preguntaba si había estudiado las tablas y no me las acordaba. Cuando me peleaba con ella”, se le iluminó el rostro al recordar esos momento.

Después de haber cumplido con esa meta ahora Patricia quiere dedicarle tiempo a sus tres hijos que tienen diez y seis años y a su nena de cuatro meses. Pero siempre estará agradecida a la escuela porque ahora se acuerda cómo dividir. También porque pudo dejar atrás una historia dura que, a los once años, la encontró trabajando en las chacras.


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