“Para mí descansar es estar en movimiento”
El próximo viernes, León Gieco subirá al escenario de la Fiesta de la Manzana.
“Si no hubiera un León Gieco, habría que crearlo”, fue la contundente frase con que Mercedes Sosa definió a este hombre llamado en el DNI Raúl Alberto Antonio. Desde su nacimiento en una chacra del norte santafesino, la mudanza a Cañada Rosquín y la primera guitarra, comprada por él mismo, a los ocho años, tanto ha hecho, tanto ha compuesto, tanto tocado, transmitido, emocionado… Que compartió escenarios con casi todos, incluido los U2… Que vivió en Los Ángeles, pisó Moscú, Curuzú Cuatiá, Alemania, las villas de Quilmes. Que tiene cientos de miles de kilómetros en el lomo y fue coreado por millones de personas de muchas lenguas. Esposo de Alicia Scherman, papá de Lisa y Joana, abuelo sereno…
El escritor del libro “Crónica de un sueño” en co–autoría con Oscar Finkeistein. El que ya cuenta sesenta años –los cumplió el 20 de noviembre– y veintiséis discos propios, toca el 10 en Roca para la Fiesta Nacional de la Manzana, con Aníbal Forcada en bajo, el baterista Marcelo García, Luis Gurevich, tecladista y arreglador, y las guitarras del correntino Claudio “Dragón” Moglia y el entrerriano Juan “Kubero” Díaz. Si León se pusiera a pensar en el enorme camino recorrido hasta hoy, el saldo pasaría por una ética inclaudicable, por la profundidad en el contacto humano… “Esto, desde el comienzo, lo hago por mí, es una necesidad mía. Me considero un artista malo o bueno, necesario, útil o no, como quieras llamarle. Zurdito, que es ñoqui del gobierno, como dicen los fachos de internet (risas), pero soy un artista. Me considero así desde que tenía siete años y tocaba en el escenario de la escuela de mi pueblo. No estoy hablando de calidad sino de sentirme artista. Y todavía me sigo sintiendo como tal”, le dice a “Río Negro”.
“Todo lo hecho en mi carrera, fue por esa necesidad. De no haber tenido esta vocación de componer canciones y cantarlas en público, habría sido actor, a lo mejor director de cine o un periodista comprometido. Alguien que pueda canalizar por ese lado toda la energía que me llevó a esto. Cuando era chico, mi motivo principal era conocer el mundo, siempre miraba un mapa que tenía en mi casa y cuando venían los circos a Cañada Rosquín, me quería ir con ellos a recorrer los caminos, a ser un nómade. Entonces me hacía amigo de los pibes del circo porque realmente quería irme. También me pareció, porque mi papá me dijo que me quedara –por mí, me hubiese venido a Buenos Aires a los trece o catorce– y estudiara bachiller ya que en la Capital –me decía– la gente está preparada y hay que saber un poco de inglés, escribir a máquina, ser una persona ordenada. Me daba unas clases mi viejo… Y me vine con la intención, con la guitarra, de engancharme en un barco para ser músico y recorrer el mundo navegando. ¿Viste? Y se me dio pero desde otro punto de vista. Empecé a componer, al año grabé mi primer disco (“León Gieco””), comencé a recorrer el país y seguí siempre así porque es mi inspiración, es mi vida. Yo estoy bien económicamente, me fue bien porque no paré de trabajar, de laburar. Si me preguntaras que querría en este momento: solamente vivir, sin enfermedades. Con la vida me alcanza. Si tuviera que pedir un deseo ya, sería no enfermarme para seguir tocando, viajando, en movimiento.
–Sos, aunque no te guste que te lo digan, un modelo por tu manera de cantar, por tu militancia en los derechos humanos, por los temas que has abordado, por las juntadas con otros músicos.
–Ése es un análisis que vos hacés, me parece buenísimo y te lo súper agradezco porque lo mirás desde afuera y eso ves. Te doy las gracias porque me sirve para mucho, pero, en realidad, no pienso de antemano todas las cosas.
–No, claro…
–Van ocurriendo. “Mundo Alas”, por ejemplo, fue de casualidad. No lo planteé como salió. Fue uno de los muchachos que quiso conocer a Néstor Kirchner y al presidente se le ocurrió que los músicos debíamos tocar en la Casa de Gobierno, fuimos Charly, Spinetta, Mercedes Sosa para unos programas que hizo Canal 7.”
–En el Salón Blanco.
–Bueno. Dentro de todos los que suben a mi escenario a cantar, durante toda mi vida, me gusta invitar a artistas desconocidos, porque me hubiese gustado que ocurriera a mí… Cuando tenía catorce años, iban los Trovadores del Norte a tocar a mi pueblo y yo, que me sabía sus canciones de memoria, pensaba en la posibilidad de que me llamaran a cantar… Nunca lo hicieron, ni me conocían (risas). Por eso quiero que le pase eso a los pibes que están empezando y por ahí tocan antes que yo en un festival. Entre los que invité alguna vez, muchos artistas tenían discapacidades. Uno de ellos, Pancho, era chiquitito, vino al camarín y me preguntó cómo hacer para ser famoso como yo. ¿Sabés qué hice? Tomé el atril con la armónica y se lo puse, porque no tiene piernas ni brazos.
–Lo ubico perfectamente.
–Se lo coloqué alrededor del cuello y le dije que él podía tocar, cantar, componer, armarse un grupo. Y lo hizo. La puesta del atril con la armónica, despertó en él una cosa increíble y cuando tocamos en el Salón Blanco, Pancho quiso conocer a Néstor Kirchner y él lo llevó a recorrer la Casa de Gobierno, lo atendió muy bien. Hasta fueron a dar una vuelta por donde caminan las Madres de Plaza de Mayo… Pancho le contó que tenía una banda y quería tocar donde yo toqué. (Miguel) Núñez, vocero presidencial en ese momento, me propuso organizar algo para que pudiera hacerlo. Me pregunté ¿por qué yo tenía que presentarlo? Y me acordé de los artistas con discapacidad que habían subido a mi escenario, los junté e hicimos un concierto que se llamó “Un Salón Blanco diferente”, para televisión. Canal 7 lo grabó y produjo una conmoción tan grande, que uno de los conmocionados, el presidente del Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), Jorge Álvarez, me llamó por teléfono para decirme que debíamos hacer algo para el cine. Pelate unos mangos, le respondí, salimos de gira con todos los pibes y vemos qué pasa. Ocurrió lo que se ve en la película, de todo, hasta un casamiento, se enamoraron dos chicos Down, compusimos una canción, empezamos tocando en pueblos chiquitos y terminamos en el Luna Park. Algo increíble y dio como resultado la película que ahora tiene cuarenta y cinco premios, el disco, dos chicas (Patricia Knopf y Silvina Mansilla) escribieron un libro con la historia y con lo que nos sobró armamos dieciocho capítulos para el Canal Encuentro… Te cuento esto para que veas que yo no lo inventé, no me senté un día bajo un árbol y dije: voy a trabajar con chicos discapacitados… Se dio por la fuerza de ellos, yo fui un puente. Siempre me pasa. No planifico muchas cosas… Sí, suponete este último disco, con quién lo grabamos, dónde lo hacemos, qué canciones elegimos? Eso lo planificamos. Pero eventos grosos como “Mundo Alas”, van saliendo con la energía de todos los que intervienen. Como “De Ushuaia a la Quiaca”. En esa gira, salimos para tomar contacto con nuestros maestros, el Cuchi, Don Sixto, Isaco, y nos decían que estábamos locos… Cuando volvimos con el material, se sorprendieron con todo lo que teníamos. Después se vendieron cerca de medio millón de discos. Un montón de colegios los tienen para que los alumnos aprendan folclore. Antes éramos locos por hacer eso, después, los periodistas preguntaban si lo habíamos hecho para salvaguardar la cultura nacional? ¡No flaco! Salió para estar en contacto con Sixto, Leda Valladares… Si luego sirvió para salvaguardar la cultura nacional, fenómeno! Si “Mundo Alas” sirve para movilizar y que construyan bajadas para discapacitados en Buenos Aires, está perfecto. Nosotros lo hicimos porque se dio así!
–León, convengamos, hay que tener un gran corazón para sostenerlo emocionalmente, para ponerle el hombro y no esquivarle el bulto.
–Ah, pero eso es lo que más me gusta. Me encanta. Podés pensar que Gieco puede quedarse en su casa a descansar, con todo lo que ha hecho… ¿Por qué? Yo voy a descansar cuando esté debajo de la tierra, flaco, no voy a parar nunca. Para mí descansar es estar en movimiento, aprender, el conocimiento, la libertad… Estas dos últimas se relacionan. Y ahora, se puso linda la cuestión porque la memoria del mundo está en Internet. ¿Querés escuchar música de Afganistán? Ahí la encontrás.
–También estamos revisando nuestra propia historia, encontrando otras formas de leerla. La que nos fue contada no era tal como nos llegó. Tantas cuestiones que vamos descubriendo a medida que avanzamos hacia una mejor convivencia. Exacto. Así es. Igual nos peleamos y hay gente que no está de acuerdo con lo que hago, pero no me importa tanto. No me detengo a ver lo que escriben sobre mí… Cuando digo que estoy de acuerdo con muchas cosas que hace el gobierno, ya salen diciendo que uso la billetera de la presidenta. Qué sé yo… Una vez (Reinaldo) Sietecase habló del anonimato de quienes se expresan así en las redes sociales y los catalogó como fachos de Internet. Fachos porque no escriben sus nombres, sus direcciones, son como amenazas veladas.
– Te entrevisté por primera vez hace muchísimos años en el Salón de los Cerveceros en Quilmes. Ese día tocaron MPA (Músicos Populares Argentinos, Chango Farías Gómez, Verónica Condomí, Peteco Carabajal, Jacinto Piedra) y vos, para juntar alimentos para los comedores de Luis Farinello. La historia te pinta. Estuve mucho tiempo antes hablando con tu gente de prensa en ese momento y… León no puede, llamame más adelante, no puede, no está disponible. Bueno, Luis me avisó que venías, te esperé en la puerta del salón y te conté, apurado, que trabajaba para el diario “Río Negro”, como ahora. Me contestaste sencillamente: Esperá flaco, dejo la guitarra, veo cómo están las cosas y charlamos… Así hiciste. Eras más o menos quién sos ahora y yo empezaba. No sé si ese reportaje habrá servido para tu carrera o no, más bien me sirvió para conocer tu calidad humana…
– También me sirvió en mi carrera, viste? Porque no creo en culturas superiores, eso me lo enseñó Leda. No pienso que “Clarín” sea más importante que lo tuyo, no es así, todo el mundo hace su trabajo. Leda me lo enseñó cuando yo tenía veintidós años y estudiaba con ella. Me decía, tiene el mismo significado La Pietà de Miguel Ángel que una vasija de barro hecha por los indios en Bolivia. Las dos son cultura, son arte. No se puede decir que una es más importante que la otra. Podés trabajar para un diario del interior y mandarte el mejor de los reportajes y no así en “Clarín” que vende millones de ejemplares. Yo voy por el valor de las cosas, no por la cantidad de diarios que se venden. Me interesa cómo la persona me trata. El concierto para Farinello lo hacemos todos los años. Se llama “Honrar la vida” y se juntan camiones y camiones de comida para los once comedores que tiene en Quilmes y lo que queda, se lo da a otros lugares para que coman más personas. Cada vez se hace más grande. En el último que hicimos le donaron no sé cuántas bolsas de soja que Luis vendió y con ese dinero compró más comida.
–Bueno, sencillito y de alpargatas, como se dice en el campo (León ríe), dejaste la viola y charlamos en el fondo del salón sin ningún apuro de tu parte. Más o menos como ahora, parando de grabar y hablando conmigo.
–En esas cosas no cambio. Cambié sí respecto a manejarme tranquilo en algún lugar. Hay mucha gente que se entromete en mi vida y no me gusta. Está el que quiere sacarse fotos y fotos, y que le firme una pila de autógrafos. La popularidad perjudica un poquito la tranquilidad y no puedo hacer lo que quiero, a veces. Imaginate estar caminando por el centro de Roca, descubrir un lutier y tener ganas de conocerlo. Bueno, eso me lo estoy perdiendo y tengo que hacer vericuetos para charlar con él. ¿Viste? Eso es lo único que cambió. Me encanta seguir descubriendo, estar en contacto con los que escriben sus libros en las provincias, no perderme a quienes hacen su música, graban su disco en la casa… Porque la inexperiencia de los grupos de pibes que están grabando ahora con catorce, quince años, me gusta, contiene una creación, una creatividad total. Nosotros ya la perdimos, somos personas expertas (remarca la r), y cada vez que grabamos un disco, le damos dieciocho mil vueltas por las dudas.
– Y pierden frescura.
–La perdemos, claro. Se torna una cosa más profesional, quizá la grabamos mejor, pero perdiendo un montón de frescura. Yo no quiero perderme el contacto con la gente, perder el “De Ushuaia a la Quiaca”. Me encanta todo lo que está pasando en las provincias culturalmente. A veces, voy a un festival y tengo que manejarme con horarios estrictos, a tal punto que ni siquiera puedo ensayar porque está lleno de personas y se arma quilombo… Eso me perjudica un poco. Es lo único que cambió. En mí, lo demás, no. Sigo queriendo informarme y formarme permanentemente.
Los integrantes de PorSuigieco: Nito Mestre, Porchetto, María Rosa Yiorio y León.
Eduardo Rouillet
eduardorouillet@gmail.com
“Si no hubiera un León Gieco, habría que crearlo”, fue la contundente frase con que Mercedes Sosa definió a este hombre llamado en el DNI Raúl Alberto Antonio. Desde su nacimiento en una chacra del norte santafesino, la mudanza a Cañada Rosquín y la primera guitarra, comprada por él mismo, a los ocho años, tanto ha hecho, tanto ha compuesto, tanto tocado, transmitido, emocionado... Que compartió escenarios con casi todos, incluido los U2... Que vivió en Los Ángeles, pisó Moscú, Curuzú Cuatiá, Alemania, las villas de Quilmes. Que tiene cientos de miles de kilómetros en el lomo y fue coreado por millones de personas de muchas lenguas. Esposo de Alicia Scherman, papá de Lisa y Joana, abuelo sereno...
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