Paraje El Foyel: la tristeza de los que perdieron

Amargura tras la caída del proyecto forestal. Otro plan provincial desafectó a diez obreros.

EL FOYEL (Enviado especial).- Cabizbajos, con los rostros llenos de amargura, los vecinos de El Foyel recibieron un nuevo golpe a sus esperanzas: sin digerir aun la decisión de la empresa «Río Foyel SA» que resolvió suspender la forestación, se enteraron ayer que la provincia canceló un plan forestal que mantenía 10 trabajadores con un sueldo de 150 pesos mensuales. Masticando bronca, miran el bosque cercano y se quejan de los «ambientalistas que se oponen a todo y nos perjudicaron».

El paraje tiene hoy sólo unos pocos sueldos asegurados: los de las maestras y los porteros de la Escuela 181. El resto de los pobladores no sabe cómo hará para seguir subsistiendo. Entre El Foyel, Río Villegas y El Manso hay unos 2.000 vecinos. La mayoría de ellos nacidos en el lugar y preparados para el trabajo forestal, porque «es lo único que sabemos hacer desde siempre. Nacemos, nos criamos y morimos en el bosque» señalan.

Los cuestionamientos realizados por entidades ambientalistas al proyecto de forestación de la empresa «Río Foyel SA» hicieron suspender los trabajos hace 17 meses y alejaron las esperanzas de los pobladores de conseguir empleo en el emprendimiento. «Si esto se hacía, todos los pobladores de aquí e incluso algunos de El Bolsón iban a tener ocupación por varios años» comentan.

El paraje El Foyel es un caserío rural ubicado a mitad de camino entre Bariloche y El Bolsón. Por el lugar pasa la ruta nacional 258, pero para los vecinos, los sueños y las ilusiones pasan tan lejos (y tan rápido) como los autos de los turistas que se maravillan con el paisaje. «Aquí no hay gas natural, y en muchas casas no tienen luz eléctrica. Hay una sola escuela primaria y si tenemos problemas de salud hay que ir a El Bolsón o Bariloche» cuentan.

La forestación significaba para todos ellos un futuro mejor. «Con un sueldo seguro yo pensaba meterme en un plan para hacerme una casita, porque hoy vivo en un rancho» cuenta Ramón, un curtido cuarentón que solo conoce de plantas, limpieza de terrenos y forestaciones.

Por ser su especialidad el trabajo en el bosque, ninguno piensa en encarar otras actividades rurales. «Criar animales no se puede, porque estos son campos muy fríos y de pocas pasturas» indican. La actividad comercial también es una utopía, en un lugar donde solo hay dos confiterías para el turista que pasa y una despensa para los vecinos que aun pueden comprar algo.

«Por suerte hay mucha solidaridad. La mayoría se mantiene con alguna changa y cuando alguno consigue un trabajito, busca al vecino que está más necesitado para que le dé una mano» acota «Tito» Avilés, dueño de una de las confiterías del paraje.

Un apretado círculo de pobladores se junta a comentar las últimas novedades. Dos de ellos ocupan el centro. Con amargura cuentan que «la provincia decidió suspender un plan de forestación que estábamos haciendo y quedamos hoy en la calle 10 trabajadores. El programa era por cuatro meses, pero lo suspendieron a los 60 días, sin pagarnos un solo peso. Ahora no sé que vamos a hacer».

La bronca busca destinatarios. Y los más cercanos son los integrantes de la Asociación Ambientalista «Comunidad del Limay», que logró interrumpir el proyecto de forestación con sus demandas judiciales. (Ver recuadro)

«¿Con qué vamos a mantener a nuestras familias ahora?, ¿los ecologistas van a venir a darnos un sueldo…?» pregunta Carlos Zapata, quien fue uno de los que habló en la audiencia pública que convocó el CODEMA el 23 de octubre pasado. Al igual que el resto de los pobladores está de acuerdo con la continuidad de la forestación «aunque haya que hacerle algunas modificaciones».

Otro de los vecinos fue más allá en sus críticas. «Nosotros no somos ecologistas, somos mucho más que eso. Sabemos tratar el bosque, porque vivimos de él siempre. Hoy, para nosotros, ser ambientalistas es una mala palabra, porque ellos, con su intervención, nos han quitado la única esperanza de trabajo que teníamos».

Cautela de ambientalistas

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- La decisión de la empresa Río Foyel SA de retirar su proyecto de inversión forestal fue tomada con «extrañeza y cautela» por la Comunidad del Limay, el grupo ambientalista que logró la intervención de la Justicia para frenar los trabajos.

Uno de sus miembros, José Gámez, consideró que para confirmar la cancelación del emprendimiento deberá mediar ahora una resolución del Consejo de Ecología y Medio Ambiente (CODEMA). «Si ya está la la palabra de la empresa, ahora esperamos la respuesta oficial de la provincia» expresó.

Aún así, a juicio de Gámez, el desistimiento de Río Foyel SA «es algo muy extraño» que en la CdL prefieren tomar «con la debida cautela».

Opinó que más que la oposición de los ecologistas, lo que pudo terminar de decidir a los inversores «fueron las serias objeciones técnicas que numerosos organismos formularon sobre el proyecto y que no pudieron refutar».

También consideró que «pudo ser importante» la imposibilidad de sumar entre los retornos económicos esperados el canje de dióxido de carbono con los grandes emisores del hemisferio norte. Algo que fue vedado por recientes acuerdos internacionales. Gámez consideró también «desafortunadas» las declaraciones del intendente de El Bolsón, Sergio Wisky, quien culpó a los ambientalistas por la caída del proyecto forestal y los calificó de ser una «máquina de impedir». «Evidentemente Wisky no conoce la realidad técnica y legal» de la propuesta, evaluó.

«Somos gente mansa»

EL FOYEL (Enviado especial) – La realidad socioeconómica de El Foyel es desesperante.

No tienen ni reclaman ayuda de la provincia para darle de comer a sus hijos.

«Queremos que nos permitan trabajar. Que la provincia tenga una ley forestal coherente, porque de esta manera, nadie va a querer venir a invertir en esta región» señalan.

Uno de los trabajadores, mirando al suelo, como avergonzado, cuenta a «Río Negro» que «tuve que sacar a mis hijos de la escuela, porque ya no tengo dinero para comprarles zapatillas… un guardapolvos… No tengo trabajo ni nada para darles».

El hombre que se mantiene con changas esporádicas, consigue unos pocos pesos por recolectar leña y venderla. «Esa actividad está regulada por bosques» cuenta.

Todos ellos dicen que «no vamos a hacer un corte de rutas o un piquete. No estamos acostumbrados a eso. Somos gente mansa que lo único que queremos es que nos dejen trabajar tranquilos para mantener a nuestras familias».

La última esperanza que tienen los pobladores es que la decisión de la empresa de suspender el proyecto de forestación por encontrar «un clima hostil» sea solo momentánea.

«Estuvieron parados mucho tiempo, perdiendo dinero y pagando sueldos. Si el CODEMA lo aprueba, quizás cambien de idea y la forestación se haga» señalan finalmente con una mezcla de desaliento.


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