Paralelos incómodos

por Héctor Ciapuscio, especial para "Río Negro"

«The American Conservative», una publicación norteamericana del duro sector neo-conservador de Patrick Buchanan, trae un artículo que plantea, poniendo de relieve el pantano en que se hallan las fuerzas de ocupación en Irak, la similitud de lo que está sucediendo allí por obra de la resistencia interna con lo que ocurrió al ejército de Napoleón en España entre 1808 y 1814, origen, por otra parte, a la típica expresión «guerrilla» y sus derivados. Una comparación como esta hace necesario refrescar nuestra memoria con algunos datos históricos que ayuden a entenderla. (No está demás recordar la influencia de que los hechos que se desarrollaban en torno a esta campaña napoleónica tuvieron, paso a paso y en réplica directa, dentro del proceso rioplatense que culmina el 25 de Mayo de 1810).

 

Antecedentes

  

En los primeros años de 1800 la estrella de Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses, estaba en su punto más alto. España, por su parte, con el gobierno de un Carlos IV desplazado por Godoy – «el favorito» de la reina – se hallaba, en una Europa donde se enfrentaban Gran Bretaña y Francia, entre la espada y la pared.

Había sido compelida a firmar una alianza con la última. Inevitable así la guerra con los ingleses, la flota hispana unida a la francesa fue destruida por Nelson en Trafalgar (ocurrió en 1805, se cumplen ahora doscientos años).

Defenestrados luego Carlos IV y Godoy por una revuelta, el emperador francés reunió a los pretendientes a la sucesión en Bayona, los manipuló y finalmente hizo lo que tenía decidido, nombrar a su hermano José como rey de España. Éste tuvo a su lado a los sectores españoles (los «afrancesados») que veían la ocupación como una oportunidad de «regenerar» a España con la administración del gobierno por una potencia esclarecida. Napoleón desestimó enteramente la posibilidad de un alzamiento popular contra su hermano, prestigioso por el parentesco y por representante de un país líder de la modernidad. Pero el pueblo se rebeló ante la humillación nacional. La España «patriota» se levantó, organizó «juntas» provinciales y constituyó la de Aranjuez como central. En Bailén (allí estuvo San Martín) derrotaron a un regimiento francés. Irritado, Napoleón entró de nuevo con su ejército en la segunda mitad de 1808 y destrozó al español. Pero fue entonces cuando comenzó en todo el país una «guerra de guerrillas» – refriegas, atentados, acosos, cortes de rutas y suministros – que los españoles llamaron «guerra de la independencia» y que duró años. Estas guerrillas determinaron una erosión del poderío francés, tanto como para que el emperador hablase después de «la úlcera española» que ayudó decisivamente a su derrota allí por los ingleses y liberó a Europa del mito de un ejército napoleónico invencible.

 

Similitudes

Estas son algunos paralelos entre aquella ocupación de España y la actual ocupación de Irak que registra el autor de la nota titulada «Bush' Napoleón Complex» (El complejo «Napoleón» de Bush).

1º- La invasión a España fue emprendida por un emperador convencido de que sería sencillo, para quien había doblegado a los mejores del mundo, vencer a un ejército débil y de que instalar a José Bonaparte como rey completaría la sumisión española. Para la invasión a Irak, Bush tuvo en cuenta lo fácil que sería barrer a un ejército como el de Saddam (el artículo lo describe como formado por «los peores soldados del mundo») e instalar en Bagdad un gobierno pro-americano aceptado por el pueblo. ¿Quién no querría tener a mi hermano favorito como rey?, pensó el emperador; ¿qué iraquí no recibirá contento la liberación de un déspota y no dará su bienvenida al progreso económico y la democracia?, se imaginó Bush.

2º- Los dos países, débiles para el combate real, eran atractivos como propósitos militares, financieros y políticos. Napoleón esperaba una cantidad de beneficios ocupando España y, aunque funcionarios norteamericanos lo nieguen, difícilmente se habría intervenido en Irak si allí no hubiese más que arena en sus desiertos.

3º – Los franceses reclutaron y entrenaron tropas del país que a la primera de cambio, sin motivación para luchar, desertaron. Los norteamericanos creyeron que el pueblo los acompañaría y la Guardia Nacional Iraquí reorganizada sería el factor de orden. Se equivocaron.

4º- La religión es algo que pesaba mucho en España pero Napoleón no lo creyó. Los curas pregonaron incansablemente a los fieles que los invasores amenazaban sus ceremonias, sus santos, su piedad. Pintaron a los franceses como enemigos de Dios merecedores de todos los castigos. La ocupación de Irak se hizo sin considerar el factor religioso, la posible oposición de los «mullahs» y el peligro de la indignación por conductas como las de la cárcel de Abu Ghraib. Dice el artículo: «Oímos todos los días noticias sobre mártires y «jihads» mientras un «mullah» de los «mullahs» actúa como un poder en Irak».

5º- El ejército de ocupación francés acabó por controlar solamente el suelo que pisaba. Los caminos eran inseguros, cada suministro requería escoltas armadas. Las guerrillas proliferaron a lo largo y lo ancho del país. Los atentados, emboscadas, explosiones, incendios se convirtieron en crónica diaria. Así, el ánimo de las tropas francesas se fue deteriorando progresivamente y terminaron odiando a los españoles que había venido a redimir. El paralelo con la situación en Irak salta a la vista.

 

Los errores  

Pero aunque todo parece terriblemente familiar, las similitudes no son completas. Francia perdió pero Estados Unidos no perderá, dice el autor. España era más débil que Francia aunque no insignificante militarmente. Tenía además de su lado el dinero inglés y cerca las tropas de Wellington. Estados Unidos, insiste, es cientos de veces más fuerte que Irak. El país podría cansarse de esta guerra y retirarse, pero ciertamente no perderá batallas.

La pregunta más importante, concluye, es por qué fueron cometidos estos errores. Napoleón no tenía excusas: España está al lado de Francia, sus historias estaban enlazadas, muchísimos franceses vivieron allí y hablaban su idioma. Pero al emperador probablemente lo afectó su megalomanía. Había tenido éxitos tan tremendos que no se imaginaba que de esa guerra con tales enemigos su magnífico ejército iba a quedar seriamente disminuido, perdería un cuarto de millón de sus hombres. La administración Bush, que carga con pérdidas humanas impensadas y gasta 75.000 millones de dólares anuales en la aventura siempre podrá alegar ignorancia. Por cierto pocos de sus impulsores sabían lo suficiente sobre Irak, el Medio Oriente o el Islam. Juzgando por las frecuentes referencias históricas equivocadas de los personajes centrales de la Casa Blanca uno piensa que no saben historia en absoluto. De hecho, rechazaron cualquier forma de consejo experto. Alguien le dijo al presidente que sería mejor que fuéramos prudentes pero él no estaba en disposición de oírlo.


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