Pasión por la literatura, un truco para el docente
La literatura que propone el docente en todos los grados de la escuela primaria debe encontrar aquellos textos que intiman sobre cuestiones fundamentales de la vida humana, que no intentan dar respuestas sino que plantean nuevas indagaciones sobre la experiencia humana, en un lenguaje poético, detonando la ambigüedad y su obstáculo, enunciando una pluralidad de significados.
Viene a mi memoria algo que dijo Ana María Machado: “Sin pasión nadie lee de verdad”. Si uno carece del entusiasmo por la literatura nadie puede transmitir lo que no siente. ¿Y qué es lo que se transmite? La posibilidad de develar un secreto: el amor por la literatura, puesto que es más un contagio que una enseñanza.
Muchas veces recuerdo la imagen de un libro que me conduce a la imagen de algunos docentes: “Había una vez un rey que ordenaba a un general que levante vuelo por sus propios medios y después protestaba porque su orden no era cumplida. La consabida pregunta era: ¿La culpa es de él?”.
No es cuestión de lucirse
No se trata de seleccionar numerosos libros para escribirlos en la planificación anual y, con ello, expresar un deseo o demostrar que le otorgo espacio a la lectura. Se trata de que en ella sienta que lo que propicio es un encuentro con la literatura porque todos y todas tenemos derecho a acceder a ella para descubrir y compartir una herencia humana común. Por otra parte, vivimos en democracia y ésta –como forma de gobierno y la única que tenemos, aunque, a veces sintamos que es imperfecta– no es digna de llamarse así si no facilita a todos el camino a la lectura de literatura.
En este sentido, vale rescatar lo que piensa la autora y editora de textos infantiles Adela Basch, quien afirmó que arte y literatura son “sinónimos de educación” y dijo que son espacios que permiten a los alumnos “crear el propio conocimiento”.
Basch, en un reportaje de DyN, sostuvo sobre los efectos del arte en el aprendizaje que “los resultados son muy buenos, las obras se convierten a veces en disparadores de situaciones y nos permiten retroalimentar con lo que nos enseñan los niños, y rectificar el rumbo”.
Sin embargo, aclaró que “no se trata de abrir la cabeza a alguien y hacerle repetir sino provocarle un despertar como ser humano. Es habitual el desgano que sufren los chicos y adolescentes con los planes de estudio. Si bien hay muchos factores condicionantes, lo que se detecta es el escaso lugar que se da a los alumnos para la creación del propio conocimiento, relegado por la imposición de la enseñanza de un instructor”.
La literatura que propone el docente en todos los grados de la escuela primaria debe encontrar aquellos textos que intiman sobre cuestiones fundamentales de la vida humana, que no intentan dar respuestas sino que plantean nuevas indagaciones sobre la experiencia humana, en un lenguaje poético, detonando la ambigüedad y su obstáculo, enunciando una pluralidad de significados.
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