Patagonia: secesión política inducida o desarrollo unificado

Por Roberto Balmaceda (*)

La sola invocación del término «Patagonia», por fuera de los límites territoriales argentinos, sigue activando la imaginación, curiosidad y deseos de extranjeros. Dominada por imágenes de naturaleza virgen, fantasías, mitos y leyendas, se ofrece como lugar de fuerte y creciente atracción, por supuesto en un nivel de aproximación a su realidad mucho mayor y absolutamente diferente del que tuvo en períodos de su historia de conquista, ocupación y poblamiento por el Estado nacional, a fines del siglo XIX. Hasta esa fecha el espacio físico, desde el río Colorado hasta Tierra del Fuego en el lado argentino y desde el río Bío Bío hasta el estrecho en el lado chileno, constituía el hábitat natural compartido de numerosas tribus indígenas, culturas originarias (araucanos, tehuelches, selknam, yamana-alacaluf) que resistían el avance fronterizo de ambas repúblicas.

Esta situación no pasaba desapercibida para los estados occidentales europeos expansionistas, los cuales no vacilaron en acometer diversos intentos por poseerla. Basta recordar la pretendida incursión «quijotesca y aventurera» de Orelie Antoine de Tounens, descripta como loca y extravagante, como si se tratara de una ocurrencia personal, de quien se autoproclamara «Rey de Araucanía y Patagonia» el 17 de noviembre de 1860 ante una confederación de indígenas independientes. «La empresa promovida por Orelie Antoine de Tounens fue inicialmente una tentativa de colonización por parte de Francia o, mejor dicho, de su emperador Napoleón III. Muy rápidamente vino a ser una empresa personal, debido a la pusilanimidad y finalmente el abandono del gobierno francés», concluye lamentándolo Gerardo Maugier de la Braniere, casi simultáneamente con el intento de anexión emprendido por Maximiliano I en México (1862), ambos rotundos fracasos.

La penetración económica ha sido otra de las estrategias de dominación utilizadas por las grandes potencias, tras la apelación a las ideas inexcusables de modernidad, progreso y civilización, como por ejemplo «el proyecto ferroviario británico (Patagonia ya en posesión de la República), a través del cual obtuvieron importantes concesiones de tierra del Estado con la finalidad de colonizarlas, no obstante lo cual la convirtieron en importantes estancias destinadas a la explotación extensiva del ganado ovino», cuando no al montaje de toda una infraestructura monopólica de comercialización y exportación. Y cuando las decisiones gubernamentales contrariaban sus intereses, como el «Programa Nacional de construcción ferroviaria» concebido por el ministro Ezequiel Ramos Mexía, en 1906, que proponía un desarrollo regional eliminando la entrega de tierras a compañías extranjeras, para su real colonización, y el entrelazamiento de un sistema ferroviario que uniera líneas transversales con longitudinales para concluir cruzando la cordillera a Chile, no dudaron en utilizar todas sus influencias para frustrarlo.

Aún quedan piezas sueltas sin develar acerca del «Proyecto patagónico de ocupación nazi» denunciado el 7 de junio de 1939 por el diputado nacional Enrique Dickman en el Parlamento que conmocionó a la opinión pública de la época, tal como ocurriera meses antes con la publicación de un artículo en el diario porteño «Noticias Gráficas», referido a la copia de un documento secreto firmado por el consejero de la delegación alemana y el jefe del partido nazi en la Argentina dirigido a la Oficina Política Colonial de la Dirección del Reich, el 17 de enero de 1937. Allí revelaba de manera pormenorizada los planes ejecutados en función de reunir información referente a La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego de índole militar, económica, política y social, condiciones básicas para una intervención imperial.

La coincidencia reciente entre la iniciativa de ambos gobernadores vecinos de Neuquén y Río Negro en dar el puntapié a una regionalización, enmarcada en un cúmulo de sospechas de manejo discrecional del erario público, desarrollo social negativo, carentes de planificación, en un clima social popular contestatario y la noticia difundida últimamente en tapa del «New York Times» por una inminente secesión patagónica, hacen pensar al menos que somos parte de un escenario mayor que nos incluye como recurso potencial que, de ignorarlo y esperar el curso de los acontecimientos sin actuar, nos llevará a ser sus convidados de piedra.

La denuncia última hecha por un medio televisivo nacional de la descomunal venta, oferta e hipoteca de campos argentinos que supera los 31 millones de ha -el equivalente a Italia o Buenos Aires- que afecta sobremanera a la Patagonia, agrava enormemente la situación de zozobra patrimonial y anticipa un final anunciado donde se conocen los beneficiarios.

Que un candidato a presidente confiese sin inmutarse que «no dudaría en ceder la administración de espacios verdes y parques nacionales a cambio de los gravosos intereses de la voluminosa deuda externa», un gobernador en ejercicio autorice a EE. UU., en Tierra del Fuego -patrimonio histórico natural- a realizar estudios nucleares, ronde un proyecto de instalación de bases antimisilísticas, o se persista en la idea del basurero nuclear, demuestra haber condiciones internas y externas para cualquier tipo de emprendimiento, si no destructor, alterador de nuestro patrimonio histórico, natural y social.

Los recursos naturales patagónicos, de superficie, subsuelo, marítimos, explotados e inexplotados, son mucho más conocidos, estudiados y valorados por extraños que por nosotros mismos, más aún tratándose de enormes extensiones territoriales no contaminadas como otras regiones del planeta.

«América Latina fue una unidad en el momento que fue conquistada y colonizada», reconoce Beatriz Gentile, no después, dejando tras de sí la dramática «otredad» del indígena, del negro, del criollo, del inmigrante pobre y del excluido posmoderno.

¿Podremos ser merecedores de un «pensar distinto» desde nosotros mismos, sin recurrir a la mirada del otro, al que nos lleva la profundización de la dependencia? Y logrado el «pensar propio», ¿podremos transformar esta realidad de debilidad que nos somete? Patagonia unificada para separarse: sugestivo y recurrente dilema funcional que nos tiene que servir para empezar a trabajar como sociedad desde abajo y desde adentro, desde la perspectiva de los actores sociales que quedaron en inferioridad de condiciones frente a este modelo de acumulación y desde sus entrañas históricas, esta otra unidad, que nos fortalecerá o nos condenará irremediablemente.

(*) Licenciado en Historia

rbalmaceda_2000@hotmail.com


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios