Patria amada, patria mía…

Despacio, de cabeza gacha, paso a paso, humilde como el polvo, voy. Tengo que izar una bandera desteñida que desde hace mucho se ha quedado sola. Las estrofas silentes que a ti te cantan se han quedado sin voz que las pronuncie.

Me acerco a un pilar desguarnecido en el cual se levanta un mástil con una bandera a media asta. Señal de un pueblo que, sin dejar huellas en el tiempo, ha perdido su rumbo y su destino y anda de sino abatido.

Pero todo cambia, todo puede cambiar… El tiempo se extiende allá adelante invitándonos a volver a esa patria que espera. La Patria, un don de Dios, como una madre, está preparada para alimentarnos y para ser cómplice de mil travesuras infantilmente llenas de Gracia y sudor.

Trabajo ingente y urgente que rebosa en las manos de cada uno. Ser es hacer. Hacemos según como somos y somos en lo que hacemos. No hay escapatoria: por sus frutos los conocerás. Dejemos la muestra.

Después de una larga caravana de pesadillas, aún nos queda por delante un carnaval de sueños entrañables. Incontables melodías “a la carta” donde nuestros destinos se entrecruzan, agregando valor y esencial protagonismo a esta historia inconclusa.

Vientres llenos, corazones ardientes, manos ocupadas en tareas virtuosas, labios que alaban a Dios y mentes que colaboran eficaz y generosamente en la edificación del bien común. ¡Sean eternos los laureles!

Alberto Félix Suertegaray

DNI 14.169.481

Roca


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