Pelea de patotas terminó con un joven muerto de un balazo
Ocurrió ayer a la madrugada en el Alto de Bariloche.
En los allanamientos que realizó la policía durante la mañana resultaron detenidos trece sospechosos de haber participado en el enfrentamiento.
También secuestraron un arma de fuego cuyo calibre es concordante con la bala que abatió a la víctima. Además, los operativos sirvieron para localizar el refugio de Raúl Ezequiel Cid, más conocido como «El Jabalí», que se encontraba prófugo desde hacía más de un mes.
Los hechos que investigan las autoridades de la comisaría 28 y el juez Juan Manuel García Berro ocurrieron a las 2.30 de ayer en la playa de estacionamiento del edificio 21 del barrio Ada María Elflein, designada como «la playa de Ariel».
A esa hora, los vecinos escucharon varios estampidos de armas de fuego, y poco después advirtieron que sobre un sector con césped aledaño al estacionamiento estaba tendido sin vida el cuerpo de Carlos Conrado Domínguez, un joven de 27 años que trabajaba en el campo y venía a Bariloche cada 15 días, a pasar el fin de semana con su familia.
Cuando venía a Bariloche, Domínguez compartía momentos y algunas cervezas con otros jóvenes del barrio, y en esas circunstancias lo habría sorprendido el enfrentamiento entre los dos grupo de patoteros.
Conforme a la autopsia, el disparo que recibió por la espalda, cerca de la columna vertebral, le perforó la arteria aorta y el shock hipovolémico consecuente le produjo una hemorragia interna y la muerte en pocos segundos.
En base a los aportes testimoniales de integrantes del grupo del barrio Elflein, y otros testigos parciales de los hechos, la policía solicitó siete órdenes de allanamientos, detuvo a trece sospechosos, y secuestró un revólver calibre 22 que podría haber sido utilizado para cometer el crimen.
A media tarde habían recuperado su libertad tres sospechosos, pero el resto continuaba detenido en distintas dependencias policiales por su presunta participación en los sucesos.
La problemática de las patotas tuvo su momento álgido en los últimos nueve meses del año 1997, cuando sólo en la comisaría 28 se iniciaron 25 causas judiciales derivadas de su accionar, aunque la cantidad de delitos cometidos pudo haber sido mayor.
La policía sospechó que muchos robos a particulares, remiseros o taxistas, y múltiples ataques impunes contra establecimientos educativos también habían sido cometidos por patotas, aunque no se los pudo imputar por dificultades para identificar a los autores.
En esos meses se le atribuyó a distintas patotas la ejecución de dos robos simples, tres robos calificados y tres homicidios; nueve daños contra la propiedad, tres causas por atentado y resistencia a la autoridad y cinco por lesiones; tres por amenazas y otras tantas por abuso de armas; una violación de domicilio, un hurto calificado y una tentativa de incendio.
En esos momentos media docena de patotas recorría la ciudad dejando en las paredes y monumentos la impronta de su identificación.
Hubo enfrentamientos violentos entre las patotas,incluso con disparos de armas de fuego, pero otras veces se unieron en el desafío a la policía y atacaron en conjunto a la comisaría del barrio Alto.
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