Péndulo jubilatorio

Medido, cauto, inclusive contrastando con cierto tufillo a jubileo ideológico que se respiraba en el Salón Sur de la Casa de Gobierno, Néstor Kirchner defendió la posibilidad de los futuros jubilados de elegir por qué puerta de salida quieren irse de la vida laboral, si por el reparto que administra el Estado o por el sistema de capitalización individual de las AFJP.

Esta veda, que ahora se levantó, regía inclusive para el mismo presidente, quien estaba afiliado a una AFJP. En su momento, Kirchner abdicó de la «solidaridad» que ahora pregonan los exégetas del sistema estatal y optó por el privado, probablemente porque no debe haber encontrado por entonces en la bolsa del reparto, un medio idóneo para asegurar su futuro.

Quizás lo haya hecho porque en ese momento temió que la inflación licuara los fondos o porque intuía alguna trapisonda de los futuros go

bernantes, ya sea porque ellos podrían como antaño apropiarse de los recursos o bien porque podrían congelar a su antojo la movilidad, sobre todo para los jubilados de mayores ingresos.

Quizás por todo eso, en aquel entonces el presidente prefirió, como muchos, pagar una altísima comisión a un administrador privado, como prima de un seguro para evitar el riesgo-Estado. Ahora, acaba de decir «yo creo en la jubilación estatal».

Kirchner ha dejado en claro qué camino ha tomado él, pero ¿qué debería hacer un futuro jubilado de ahora en más? Como se trata de una cuestión de conveniencia, cada persona deberá, simplemente, asesorarse para saber cuánto puede recoger del período de aportes estatales, ahora con un mejor cálculo del haber, ya que se pasó de 0,8% a 1,5% del sueldo promedio de los últimos años, por año aportado, y cuánto puede representar la cifra ahorrada en la cuenta individual, para ser utilizada en los años de sobrevida que excederán al período laboral activo.

La gente deberá tener en claro también que si no opta tal como se la insta a hacerlo no pasa nada, ya que quedará por cinco años en su actual sistema, salvo para aquellos que estarán dentro de ese período de tiempo por encima de los 50 ó 55 años, ya sean mujeres u hombres, quienes quedarán atados cada uno a su régimen hasta el momento de la jubilación.

También tienen que saber que nada será seguro de aquí en más en ningún sistema, ya que la inflación, sin una movilidad acorde, puede licuar los haberes de los que se jubilen en el Estado y que las malas colocaciones pueden bajar el rendimiento de las cuentas individuales de las Administradoras, aunque de ahora en más se capitalice mayor cantidad de aportes, por una baja sustancial de las comisiones y porque se han vuelto a equiparar los porcentajes de aportes.

En su discurso, ante oídos que escuchaban lo que querían escuchar, el presidente fustigó también, con algunas imprecisiones, a las Administradoras, a las que vinculó con la maldad intrínseca de la década prohibida. La posibilidad de vuelta al Estado servirá de ahora en más para «recuperar la dignidad», tal como se dijo en la Casa Rosada.

Sin embargo, en materia de dignidad y sobre todo de justicia hacia los futuros jubilados, a Kirchner seguramente no le pareció oportuno recordar que fue el mismo Estado que él hoy administra, el que obligó a las AFJP a llenarse de papeles incobrables (Fernando de la Rúa), los que luego defaulteó (Adolfo Rodríguez Saá) y que fue él mismo, ya presidente, quien los canjeó con una quita nominal del 65%. Una referencia adicional para un aviso estatal que apareció en los diarios con una comparación poco feliz: la vestimenta que «se puede comprar en cualquier shopping» con la elección del «sistema jubilatorio para tu futuro».

La idea del publicista seguramente fue combinar la «libertad» de ambas posibilidades, aun en dos cuestiones tan diametralmente opuestas, una banal y otra estructural, algo de por sí discutible.

Sin embargo, lo paradójico del aviso es que lo que se ensalza en la ocasión («ser libre en serio es poder elegir») no se condice con la rigidez de un montón de actitudes gubernamentales, sobre todo en el área económica, que hacen de los controles y el dirigismo casi un credo.

HUGO GRIMALDI (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Periodista económico. Director periodístico de agencia DyN.


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